Cuando vas a un festival lo habitual es que lo que lo más te llame la atención sean los conciertos. En esta ocasión no fue así y no porque los conciertos no estuvieran a la altura, algunos como los de Neuman, Fireworks o Night Flowers demuestran que sí que lo estuvieron. Este veinte aniversario del Lemon Pop Festival se recordará como «aquel año en el que llovió y todo se lio».
Tras un viernes en el que la amenaza de lluvia no fue a más y todo transcurrió sin sobresaltos llegó el fatídico sábado. Las nubes hicieron acto de presencia durante todo el día pero no fue hasta entrada la noche cuando decidieron unirse al festival. Lluvia, todo mojado, todo parado. Imposible seguir con el festival. A partir de ahí comenzó lo que todo el mundo recordará de esta edición.
Puede que Neuman consiguiera llenar el Fofó como pocos lo han hecho en la historia del festival, puede que Perro dejara con la boca abierta al resto de grupos internacionales del cartel o puede que Viva Suecia demostrará de nuevo que están llamados a ser una de las bandas más grandes de Murcia. Todo eso quedó olvidado conforme la lluvia comenzó a caer. Desde ese momento solo se habló de lluvia. Incluso ya instalados en Sala REM la lluvia seguía siendo cabeza de cartel.
Pude ver como todo el equipo de la organización se volcaba en poner solución a una noche que parecía no tenerla. Muchos los han acusado de poco previsores y puede que tengan razón. Otros tantos decidieron unirse y ayudar a buscar una solución o, al menos, a tapar y mover cosas. Y ese fue el punto que me llamó la atención del festival.
El Lemon Pop se ha convertido en un festival donde la música queda en un segundo plano dejando el protagonismo a las personas que lo llevan a cabo, a los seguidores que van año tras año (más de uno sin ni siquiera mirar el cartel) y a los que apoyan un evento que consideran necesario y son conscientes de las dificultades para sacarlo adelante. El Lemon Pop es algo así como la vuelta al cole de los melónamos murcianos, como el pistoletazo de salida a la nueva temporada de música y conciertos. Y como toda vuelta al cole los reencuentros entre viejos amigos y la alegría de volver a verse y compartir algo que consideran especial queda por encima de lo demás. Hasta yo me dejé llevar por ese ambiente y llegué a odiar a Buzzcocks por un rato (sin conocer más de dos canciones del grupo) dejando mi objetividad en el Fofó junto a los charcos.
Puede que si no has acompañado el festival a lo largo de todos estos años, como es mi caso, no lo sientas como esa gente que bajo la lluvia buscaba como echar una mano. O como aquellos que aún sabiendo que las cosas podían haberse hecho mejor estaban ahí animando y felicitando. Igual en unos años somos nosotros, los «novatos» de este festival, los que estamos ahí arrimando el hombro. O quizá nunca lleguemos a sentirnos parte de la familia del Lemon y no entendamos por qué es tan especial para tanta gente. Quién sabe, el tiempo dirá. Por el momento solo sé que el año que viene volveré.
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