Los estallidos suceden de manera puntual, pero su impacto permanece mucho más allá de los dictámenes del tiempo y las tormentas. Es electricidad en calma. Es una red de nervio sobre el que hacen equilibrios un conjunto de seis músicos, palabra que conviene leer con mayúsculas subrayadas, que logran hacer que lo imposible parezca insultantemente sencillo.
No importa si lo has visto antes, si lo has soñado despierto, si el recuerdo permanece intacto en la memoria o si hace tiempo que no regresabas a este espacio privilegiado de canciones infinitas: Wilco siempre hacen de la hipnosis un disparo al corazón y de la belleza melódica una constante tanto en la práctica totalidad de su discografía como en sus incomparables directos. Y su cita del pasado jueves en la plaza de toros de Alicante no hizo más que reforzar esta idea.
Con un repertorio centrado, sobre todo en la primera mitad de la actuación, en su último trabajo, un maravilloso ‘Cruel country’ al que seguirá a finales del próximo septiembre el esperadísimo ‘Cousins’, el grupo liderado por Jeff Tweedy, uno de los mejores escritores de canciones que nos ha dado la música americana a lo largo de su historia, ofreció un espectáculo de primera categoría donde la proeza instrumental, el virtuosismo más inteligente y esa sensibilidad tan única como arrebatadora que marca su obra brillaron a plena luz de noche.
Así, además de joyas recientes que suenan ya a clásicos atemporales de la banda como ‘Falling apart (right now)’, ‘Hints’ o, sobre todo, las excelsas ‘Story to tell’ y ‘Bird without a tail / Base of my skull’, destacaron las apabullantes interpretaciones de algunas obras maestras de la talla de ‘Sunken treasure’; ‘Hummingbird’; la celebrada, no es para menos, ‘Jesus, etc.’; ‘I am trying to break your heart’, una de esas canciones que hay que escuchar para creer; ‘The late greats’; o esa infalible ‘Impossible Germany’ elevada hasta el infinito por la guitarra de un monumental Nels Cline cuyo solo de cerca de seis minutos nos dejó con la mandíbula desencaja y la ovación desatada.
En ese sentido, conviene citar a John Stirratt, Pat Sansone, Glenn Kotche y Mikael Jorgensen, figuras fundamentales para explicar tanto el sonido de Wilco, reconocible desde el primer segundo, como el potencial inabarcable de su puesta de largo en el escenario. Cada pieza suena en el lugar justo, durante el tiempo adecuado y con el músculo preciso. Una máquina perfecta que cautiva cuando araña, tremendo lo de ‘Random name generator’, ‘Box full of letters’, ‘A shot in the arm’ y el cierre con ‘Spiders (Kidsmoke)’, y conmueve cuando acaricia (‘If I ever was a child’, ‘Dawned on me’, ‘California stars’). Complicidad y química en permanente estado de ebullición.
Y todo ello, por si faltaba algo, con un sonido impoluto que permite escuchar cada detalle con una asombrosa claridad. Otro motivo más para ubicar este concierto en la excelencia, terreno en el que los Wilco llevan felizmente estacionados desde hace casi tres décadas. Visto lo visto en Alicante, ni una duda, queda gasolina, talento y fuerza para rato. Mientras tanto, nosotros seguimos con las maletas preparadas para continuar acompañándolos en su extraordinario viaje a través de los paisajes de la genialidad.
Fotografías por Axel Marcos para Alicante Goldest
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