Si has llegado aquí sin leer la primera parte, puedes pinchar aquí para empezar por el principio. Hechas las presentaciones, vamos con el resto de días del festival.
Ante el fallido intento de ocupar la Plaza del Trigo el día anterior, el viernes sí conseguimos llegar a la Calle Isilla, que hace de prolongación de la plaza. A las doce y cuarto ya eran innumerables las personas con pistolas de agua, o cuasi cañones antiaéreos, las que ocupaban cada rincón que Protección Civil permitía, ya que se guardaban zonas de evacuación y de aseos, lo cual se agradeció.
De los conciertos que vimos, cabe destacar la frescura de Dani y el pop-punk de Franvvi, que animaron la plaza del Trigo hasta que Javier Ajenjo, director del Sonorama, salió como cada día a reivindicar el vino de Ribera y la necesidad de un tren directo de Madrid a Burgos antes de presentar a Ladilla Rusa como grupo sorpresa. Lo cierto es que respetamos al grupo, pero lo hemos visto varias veces y no nos vuelve locos así que, tras gozarnos Macaulay Culkin en su apertura, nos fuimos a echar un ojo a la plaza de la Sal, que estaba a reventar, y a comer.
Ya en el recinto, caía más el sol que la temperatura cuando L.A. apareció sobre el escenario Heineken Silver. Fue la única visita a los escenarios pequeños de la jornada. Era la primera vez que los veíamos en directo que, sin excentricidades, estuvo muy bien ejecutado. Con un sonido definido, los de Luis Alberto consiguieron deshacer los corazones de cada uno de sus seguidores.
A las nueve y veinte, con los últimos rayos de sol, apareció en el escenario Aranda de Duero, uno de los nombres más esperados por mí. A Jorge Drexler y su maravillosa banda, que cuenta con figuras top como Alana Sinkëy o Campi Campón, productor suyo y de Vetusta Morla, le sientan mejor un cielo estrellado que un sol aún agonizando y no ir a contrarreloj. Sin embargo, Jorge tiene verdad para parar un tren. En la primera parte de la crónica hablaba de la honestidad de Xoel López. Pues con Jorge pasa algo parecido. Drexler no solo canta, también te cuenta. Y entiendes el por qué de la pila de grammys que ya no sabe ni dónde guardar. Canciones majestuosas con una forma de escribir única en lengua hispana. Y aunque el concierto supo a poco, aún tendríamos un poco más del bueno de Jorge durante la noche.
Sin tiempo para el descanso y bajo un manto oscuro iluminado por los focos que escapaban del recinto aparecieron los Viva Suecia dispuestos a dejarlo todo hecho un solar, con el que ahora no sabemos qué hacer. El crecimiento de la banda se ve sobre y bajo el escenario. Arriba ya suman seis con Esdras Boyajian de saxofonista y bajo el escenario aumentan el número de fieles con cada concierto. He visto a Viva Suecia en muchas ocasiones y sin duda es el concierto más multitudinario de todos. Lanzaron un repertorio en el que las canciones del nuevo disco ocuparon gran parte pero donde aún sobrevive con fuerza Los Años. Llevan un verano cerrando los conciertos con El Bien en grata compañía. Esa noche fueron las Ginebras las que se subieron y Magüi aportó sabor a una receta que ya parecía completa.
Nuestro plan continuaba con un adiós. Second se despedía del Sonorama veinte años después de su primera visita al festival. Antes de que entraran los pioneros del indie murciano, uno ya se daba cuenta de que algo especial estaba a punto de suceder. Fue el único concierto del recinto, al menos que nosotros viéramos, que Ajenjo presentó, a modo de despedida, con emotivas palabras sobre la importancia que había tenido la banda para el festival. Todo el concierto se vivió con ese sabor a final. Como si tu pareja con la que te imaginabas toda una vida te dice que se despide para siempre. Y ellos, arriba lo vivieron con la misma emoción, navegando entre la euforia contenida y una dulce melancolía sabiendo que esto se acaba. Second cargó el setlist de clásicos, culminado con un Rincón Exquisito que creó el coro grupal más sentido de todo el Sonorama. Un castillo de fuegos artificiales fue la guinda para inundar de emoción las miradas de los miles de fieles. Esos que saben que después de los tres días en Murcia con los que Second cierra su etapa (entradas agotadas), las luces se apagarán. Aunque siempre quede algo, algún rincón donde quizás tengan más suerte y les regalen otra vida.
Apenas medio minuto después Vetusta Morla hacía acto de presencia. Y qué presencia. Tienen a día de hoy el que para mí es el mejor directo de todo el circuito. Una puesta en escena sencilla pero un Pucho capitaneando una banda que arrolla. Si su sonido fuera materia, sería mármol blanco del Taj Mahal. Su reinado es indiscutible gracias a sus canciones, presencia y trayectoria, siendo el único grupo de la escena alternativa capaz de llenar un estadio como el Wanda Metropolitano. Son siempre reivindicativos de los derechos humanos y la preservación del medio ambiente, lo que se agradece en medio de una escena en ocasiones demasiada naif. Vetusta Morla sabe que se ha ganado a su público a lo largo de los años y que con cada disco han ido sumando nuevos, así que quisieron contentar a todos haciendo un repaso completo y equilibrado, y lo consiguieron. Vetusta Morla es otra banda aficionada a invitar a otros artistas a compartir una canción durante los conciertos de este verano. Ya han pasado este verano Nina de Morgan, David Ruiz de La MODA o Gabriel Montes de Sexy Zebras. En esta ocasión, fue Jorge Drexler, que volvió para interpretar Finisterre en su versión más especial. Y el final, ay. Cuarteles de Invierno sonó a redención. La vida en ocasiones es una mierda, pero cuando sales del pozo y te encuentras en un festival como el Sonorama cantando a pleno pulmón «fue tan largo el duelo que al final / casi lo confundo con mi hogar», experimentas algo muy parecido a renacer. Y detrás de los cuarteles, llegaron Los Días Raros. El mejor directo contiene la mejor canción en estudio y especialmente en directo de todo el panorama. Una canción perfecta que comienza en la simplicidad de un LA repetido en el teclado de Juanma Latorre y que concluye con EL apoteosis. Que aún nos queden muchos vicios por perfeccionar en Los Días Raros. Muchos.
Se estaba poniendo la noche intensa con tanta emoción pero llegó Sidonie y La Pegatina a desdramatizar y cambiarle el color a la noche. Los vimos tras la gran concentración de gente porque disfrutar de la amistad a veces no entiende de distancias cortas con el escenario. Marc Ros se lanzó al público en Un Día de Mierda como siempre y reivindicó sin mucho éxito los pogos en el pop. Y La Pegatina hizo del festival la mejor fiesta, que es la verbena de pueblo. Dos horas de ironía, baile, confeti y diversión que sentó genial en el público.
El último concierto de banda de la noche vino de la mano de Carolina Durante. Estos cuatro chavales entraron y no dejaron de maltratar, en el buen sentido, sus instrumentos hasta que se fueron. Diego, el cantante, acostumbra a hablar poco en los escenarios y decirlo todo con sus canciones. Los madrileños no son para todo el mundo pero su rock sarcástico convence y mucho a los que disfrutan a altas revoluciones. Si de León Benavente decía que sonaba como un cañón, los carolinos son una bomba de metralla, y es que dos discos y algún single suelto han conseguido acumular un repertorio explosivo que apunta a todos lados.
Estábamos para irnos, pero había más riberita tontorrón que sueño, así que nos quedamos a ver a INNMIR. La dj y cantante cerraba la noche en el escenario principal y no pude arrepentirme menos de quedarme. Apareció ante un público escaso comparado con el resto de propuestas del escenario principal, pero con el suficiente para cumplir y por mucho lo que se espera de una sesión en este escenario. INNMIR puso patas arriba el Sonorama a base de electrónica y unos visuales totalmente hipnóticos. Demostró que está preparada para grandes retos y hacerse un hueco en los grandes carteles españoles. Fue una pasada poder terminar de fundirnos para volver agotados pero satisfechos al camping.
El sábado comenzó con más ganas que fuerza. Nos habría gustado ir a ver a Carmesí, Anabel Lee y el grupo sorpresa que luego sabríamos que era Shinova. El cansancio y la mala calidad del descanso en el camping iban haciendo mella así que optamos por un cachi de croquetas y pollo asado en las sombras naturales a la orilla del Río Duero.
Ya a media tarde, entramos con un Alizzz recién empezado. A estas alturas, mucha gente te habrá hablado de su directo; y si no, igual deberías cambiar de gente. Alizzz tiene una banda que suena a la perfección y ese rollazo entre tío sensible y chulazo. Más que suficiente. Eso sí, las ocho de la tarde parecía demasiado temprano para un nos ha vuelto a amanecer. Aún así, lo más lógico es que termine por conquistar las mejores horas de los festivales porque es de lo mejor y más novedoso que hay en la escena actual.
Antes de la noche llegó otro de los conciertos, como El Drogas, más orientado a los veteranos. Aunque Wilco no sea un grupo para las grandes multitudes festivaleras, se agradeció su vertiente country que sentó de maravilla al anochecer. Jeff Tweedy cantaba con solemnidad mientras Nels Cline entraba en modo dios acaparando la mayoría de miradas durante los temas más rockeros haciendo mil virguerías con la guitarra y su ampli. Y pude borrar uno de mis must del festival: escuchar Jesus, Etc. en directo.
Se hizo de noche y llegó uno de los conciertos más únicos del festival. El rapero argentino Trueno sería carne de escenario principal en la gran mayoría de festivales de España y Latinoamérica, pero aquí estaba en el escenario pequeño. Fue una oportunidad única de ver a una estrella mundial del rap de cerca. Desarrolló un show perfectamente medido para no permitir ni un segundo de despiste. Entró en patinete eléctrico al escenario y salió casi en volandas por el público. Hubo tiempo para el rap más hardcore, ritmos metaleros y obviamente para el reggaetón. Y ante la duda, sonó Mamichula para complacernos aunque obviamente la voz de Nicki Nicole estuviera lanzada. No parece que vayamos a poder escucharla con los dos juntos en directo nunca más.
Amaral había comenzado ya el concierto, pero yo tenía una cuenta pendiente con mi yo adolescente que se rapaba la cabeza, se vestía de pantalón ancho y camiseta temática de baloncesto. Tote King es de los raperos de la ya vieja escuela que sigue a un altísimo nivel. A diferencia de otros, Tote se ha vuelto más crudo en su rapeo y su sonido. Da la sensación de que cuanto mayor es, más harto está de la vida, y es que las experiencias vitales moldean y transforman nuestra manera de ver y sentir. El mayor de los hermanos de Alcántara desplegó tablas sobre el escenario, recordó su primer disco Música Para Enfermos y lanzó Ni de Ellos ni de Ellas previa advertencia: «a mí ya no me gusta una mierda pero a vosotros os flipa». Tote King sigue con razones para mantener su reinado en la música rap.
Finalmente, llegué a Amaral. Es lo que tiene tener un concierto de dos horas. El concierto más multitudinario de todo el festival. Amaral fue desapareciendo progresivamente de las radios y medios más comerciales cuando empezó a publicar canciones reivindicativas como Revolución o Ratonera. Y ha sobrevivido a ese ostracismo para seguir dominando la escena sin necesidad de volver al mainstream con un disco precioso que es Salto al Color. Eva es la presidenta de la república pop en España, y la avalan los veinticinco años llenos de canciones que forman parte de nuestra historia personal y colectiva. Si tienes la oportunidad, no olvides de abrazar a tus amigos y cantarles Marta, Sebas, Guille y los demás mientras suena en directo. Es algo que todo el mundo debería hacer al menos una vez en la vida.
Amaral no había terminado cuando Arde Bogotá ya acumulaba cientos de fans delante del escenario contiguo. Se cocía en el ambiente que algo gordo estaba por suceder. Arrancaron los de Cartagena con la parte instrumental de Los Perros, se hizo el silencio, salió Antonio y dijo eso de «soltad a los perros porque me he escapado». Habrá que esperar nueve meses para comprobar sus efectos. A Los Perros le siguió Abajo, que en la anterior gira servía para cerrar la actuación. Toda una declaración de intenciones. El contrapunto fue La Salvación, el momento probablemente más emocionante de los cinco días: Antonio introduce los primeros y últimos versos de la Elegía a Ramón Sijé para completar la suya propia. Hay vídeos en las redes para poder volver a ese momento una y otra vez. De Arde Bogotá ya no se habla en futuro, sino en presente. Ellos mismos confesaron que era el concierto más multitudinario de su corta pero meteórica carrera. Viendo cómo crecen, creo que aún van a repetir esa misma confesión en numerosas ocasiones en el futuro.
Con toda Aranda en llamas comenzaba Ojete Calor. Nos quedamos como en Sidonie, en ese espacio final donde sigue habiendo ambiente pero ya encuentras huecos para bailar. Aníbal y Carlos tienen un show perfectamente medido. Cada palabra y cada paso está ensayado para dejar que la comedia se abra paso. Es probable que Ojete Calor tuviera una visita de la SGAE porque medio repertorio fue cantando canciones que no eran suyas. Aún así, y aunque no soy especialmente fan, hay que admitir que Agapimú en directo siempre conecta con algo parecido a la felicidad.
La última banda de la noche acompañaba a Walls. Tenía curiosidad por cómo se desenvolvía el murciano en formato festival. Hay que confesar que no lo recordaré como uno de los conciertos más emocionantes, aunque los grupos de chavales opinaban justo lo contrario a nuestro alrededor. Walls cuenta con una buena base de fans que cantaban todas las canciones y que enloquecieron cuando salió Marc Seguí para colaborar en Haciendo Na. Cantó gran parte de Los Niños del Parque, que es de lo mejor que ha salido en los últimos años en el pop urbano. El murciano es muy joven, el camino en la música es largo. Walls tiene buenas canciones y capacida sobre el escenario para aspirar a cotas altas.
La noche terminó en el escenario Dancehall con la sesión de David Van Bylen. El dj de los djs de España. Has escuchado sus remixes sin saber que eran suyos. Los ponen otros porque sus mezclas están hechas con muy buen gusto y sus sesiones se convierten en una retahíla de canciones conocidas por todos. Hizo que el espacio por momentos se quedara pequeño y tuvo enganchado al público de principio a fin, a las cinco de la mañana.
El domingo se respiraba a fin de fiesta. A pesar de que no había grandes cabezas de cartel, teníamos motivos para querer aguantar la noche. Por el día, nos habría gustado ir a ver a Renee en el escenario de La Sal o a Rococó en el Trigo, pero el cansancio era cada vez mayor, el autobús gratuito al pueblo no pasaba y la casi media hora andando se antojaba una odisea. Una pena no haber estado en el Trigo para haber disfrutado de Melifluo homenajeando a Supersubmarina con Antonio de Arde Bogotá o un concierto completo de Amaral.
El festival sabía que el domingo era un aterrizaje apacible de vuelta a la realidad. Como con el primer día, volvieron a dejar vacíos los escenarios principales y llevarlo todo a los pequeños. Y por no faltar a la tradición, llegamos más tarde de la cuenta. Nos perdimos a The Parrots pero llegamos a Rodrigo Cuevas. Teníamos ganas después de las buenas referencias que teníamos del concierto en La Mar de Músicas. Rodrigo dio su concierto bastante temprano pero que compensó con mucho desparpajo y ganas de hacer disfrutar. Mantuvo mucho la interacción con el público, que tenía ganas de divertirse y encontraba en el artista asturiano la opción perfecta. Rodrigo Cuevas se suma a la corriente cada vez más presente de unir la música folclórica con la electrónica, que cada vez cuenta con más seguidores.
Seguimos con Siloé, que abría su concierto ya entrada la noche. Podríamos decir que el pucelano jugaba prácticamente en casa, pero no está tan claro después de haber escuchado decenas de cánticos por parte de muchos jóvenes en contra de Valladolid y sus habitantes. Siloé está en ese medio camino entre grupo que ya no es emergente y que aún no está consolidado. Llevan ya recorrido y empiezan a tener canciones para hacerse sitio. Y aunque no todos los que disfrutaban de su estilo más acústico han continuado en su etapa de pop de sintetizadores, lo cierto es que ha llegado a un público más amplio y le está funcionando bien. Destacamos el momento en el que cantó Todos los Besos, probablemente su canción más exitosa de la nueva etapa, y La Verdad, la canción que los puso en el mapa.
La noche comenzaba su etapa final, pero teníamos una cita obligatoria. En el escenario Dancehall estaban dos personas que nos han hecho disfrutar mil y una noches en distintas plazas de Murcia. Kutxu, el que para mí es el mejor dj de Murcia, junto a Lillo formaban REM DJ’s. Son un combo maravilloso y verlos sobre el escenario haciendo bailar a un recinto lleno supuso una mezcla de gozo y orgullo. Ellos son camaleónicos y se adaptan a la perfección al estilo de música que requiera la noche. Es raro que no estén en cada festival que se realiza en nuestro país. Quizás algún día podamos decir algo como «yo los viví cuando pinchaban en Revolver».
Tras unos cuantos y generosos bailes, volvimos al Heineken Silver para ver a Kitai. Decir que fue el mejor concierto de todo el festival quizás es demasiado, pero sin duda sí dieron el mayor show. Sonaron potentísimos, que para el escenario en el que estaban fue meritorio, y fue el único concierto donde los pogos estuvieron presentes en absolutamente todas las canciones. Kitai quiere ser nuestra puta banda de rock y durante cincuenta minutos expusieron motivos suficientes para aceptar la proposición. Riviera Maya y Lydia Bosch rompieron el escenario, Cocodrilo sostuvo el único momento (tremendamente) emocional recordando al padre de Alexander, el cantante, y Deivhook, el batería que recuerdo colgado de una viga de Revolver la primera vez que los vi en directo, puso una batería sobre el público para hacer un solo sostenido por las manos de los fans que tenía debajo. Queridos Kitai, yo también me siento bien con vosotros.
La noche terminó viendo durante un rato a Peces Raros. Ellos venían de Argentina y nosotros por recomendación personal. Nunca los había oído conscientemente, porque Cicuta de Trueno es en realidad suya. Desplegaron más sintetizadores de los que pude contar y sobre un ambiente totalmente oscuro salpicado por luces rojas soltaron electrónica de alto calibre. Lamentablemente tuvieron poco público para la que podrían haber montado en cualquiera de los anteriores días. Sin embargo son un grupo a tener en cuenta para futuras oportunidades.
Así terminamos el Sonorama. Reventados pero felices. Habiendo disfrutado de más música en directo que nunca. De los cientos de calimochos y de la cantidad de gente que vimos a la que queremos. Deseando que en 2024 tengamos otra excusa para volver a Aranda de Duero, y que esta, por supuesto, sea la música.
Para la memoria: la cantidad de grupos, Xoel López, el buen sonido en todos los escenarios, la organización en el recinto, el ambiente intergeneracional y el escenario Charco.
Propuestas de mejora: el sobreaforo y la falta de organización y facilidades en el camping. Que los que solo quieren jugar con las pistolas de agua y pasan de la música tengan una alternativa a ocupar una ya masificada plaza del Trigo.
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