Fotos: Diego Montana
«Algo se muere en el alma cuando un amigo se va«. O cuando lo hace un grupo tan querido por su público como Narco, para el caso. Y en un tan buen momento. Porque puede que los Narco nunca hayan estado hechos para el público generalista, algo que me ha demostrado el que durante diez años lleve intentando arrastrar a toda clase de colegas a sus directos y al final siempre acabe viniendo solo, pero si uno tiene algo dentro que le haga mirar con buenos ojos esta ecléctica mezcla de psicotralla metal-rap-electro sobre ser un jodido golfo cercano a la línea de la exclusión social, meterse droga y cagarse en prácticamente todo lo que no sea eso, es bastante difícil encontrarla en cualquier otra parte. Su público es fiel y no sólo ha agotado La Riviera sino que a estas alturas conseguir una entrada parece imposible, y ha hecho lo propio con la Garaje. Desde la propia sala ya han avisado en sus redes: nada de mamoneo fuera, por favor. Las entradas se agotaron hace tiempo y eso es todo, a tomar por culo. Lo de pillarse un litro en la puerta y «probarse» sobra. Que nadie vaya rayando al portero porque tuvo su oportunidad.
Lo de si Narco estaba en su mejor momento o no es más discutible, y de hecho se discute en la puerta, pero lo que es indiscutible es que estaban en un momento cojonudo. Su primera parada en la gira de Espichufrenia en esta misma sala lo dejó patente. Para algunos ‘Espichufrenia‘ es su mejor referencia, para otros no llega al nivel de ‘Alita de mosca‘ y para los soplapollas nostálgicos nunca habrá nada como ‘Chaparrón de Plomo‘, pero aquí están todos. Es difícil hacer una crónica sobre esta despedida sin hacer referencia al hecho que la provoca, y si me preguntáis a mí es una tremenda estupidez y por tanto ni me lo he planteado. Además, es lo que flota por todas partes en el ambiente. Fuera, en las barras, en la gente agolpada en el baño o ante el ropero, el nombre de Vikingo se repite sin cesar. La conclusión siempre es la misma: «Es una lástima pero si se lo merece se lo merece, joder, a tomar por culo hay que cortar lazos con ese tipo de peña«.
El inevitable «¿Y ahora qué?» también flota en el aire. Entre aquellos que ofrecen y entre aquellos que compran e incluso entre los que hacen un gesto con la mano para decir que no gracias. En teoría es el adiós. Si la banda se plantea un nuevo proyecto sin Vikingo pero de corte similar es algo que tendremos que esperar para averiguar. El Curro ha sacado hoy mismo un adelanto de su nueva otra movida, Califato 3/4, y ha asegurado por Twitter que tiene más cosas como SKLT SLKT, como S Curro hace tiempo habló de un parón que gracias a Dios no se llegó a permitir -al menos en estudio- y sinceramente del resto no sé demasiado.
¿Qué puedo contar de este concierto? Que es, probablemente, la última vez que veo en mi vida a mi grupo favorito. Que de los Narco ya solo me queda Spotify, los discos, las chapas, las pegatinas, un espejo de Versiones para no dormir creado precisamente para eso, recuerdos que condensar en un tatuaje. Que me he quedado sin entrada en La Rivera por subnormal, como otros tantos, y que no nos acreditan porque somos un medio murciano y qué pollas pintamos en un directo en Madrid. Que las luces se apagan, gritamos y ahí salen ellos, que nos gritamos unos a otros en la cara que nos suicidemos, que son ellos, que ando siempre en los enredos pero me suda los huevos. Que tiro la cerveza y me cae otra encima y empujo y me empujan y salto y me saltan encima y al cielo con él, al cielo con él. Y me abrazo a un desconocido y el hijoputa está sudando y me aparto y otro payo me coge por detrás como si me conociera y no entiendo por qué porque se está comiendo litros de sudor. Y alguien aprieta los dientes y yo separo al respetable para escupir dinero al suelo que no puedo más y me pido otra birra. Nos movemos a ratos como una masa y a otros como individuos desacompasados. No importa.
¿Qué puede uno contar de este concierto? Se tocaron las que se tenían que tocar. Si no estuvisteis probablemente ni estáis leyendo esto ni las conocéis ni os importa. Si estuvisteis ya sabéis cuáles eran, las que tenían que ser. Y el grupo lo hizo de diez, como siempre, y lo mejor del Chupa-Sangre es que no intentó sustituir a nadie. Llegó, lo dio todo, suplió las voces que había que suplir y cumplió su función para darnos a todos una despedida, porque esto iba por nosotros y por ellos. Que se echó de menos a Vikingo, claro que se echó de menos, nadie bajó a cantar Puta Policía entre nosotros y a llamarnos cabrones. Que todo acabó horas más tarde y ha sido la primera vez que escurro los calcetines de puro sudor. Que todos sabemos que después del Subidón Final viene una Bajona igual de fuerte, pero joder, la aguantamos porque merece la pena. Y que adiós, amigos, adiós, que cantaba alguien.
Pero con el regusto en la boca de que otro alguien rapeó una vez que «golfos son golfos también fuera de los bares» y arrieros somos. Aguante siempre. Narco vive.
2019.
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