Esa noche fue imposible regocijarse en la pena, ni encerrarse uno con sus demonios cuando la desgarradísima y cautivadora voz de Antonio Arco (esa mágica mezcla entre Robe y una especie de Benito Kamelas cantaor), te habla de lo que hace la ovejita, que hace beeeh, por si no lo sabíais. Le gusta a Arco cuando bala la ovejita, y le gusta cuando le responde el corderito, y también ella. Fíjate, sin más, también le gusta ella.
Allí, rodeado de tanta gente, ahogándome en mi propio sudor pero respirando un poquito mejor que nunca, pude llenar mis pulmones con optimismo por primera vez en meses de asqueroso agobio. El puchero del hortelano se disuelve y me entero en ese momento, así que era una bienvenida y una despedida al mismo tiempo, pero aunque Arco insista en que son un aperitivo para el plato fuerte, todos sabemos que no es cierto. Su canción más triste es posiblemente mi himno más alegre, y eso es algo muy triste.
Admito que esa noche asistí al mar de Cartagena motivado por los locos que conforman La pegatina, pero mentiría si no admitiese que el mejor momento fue cuando El puchero nos regaló “Tú eres eso”, una canción simplemente brillante, arrebatadora. Metáforas, supongo, simples; Letras, supongo, muy simples; Melodías flamencas, tampoco muy complejas. Pero oye, te reto a ti a ver la vida con esos colores, a afrontarla con esa alegría, a ver de una puta vez que en el fondo no necesitas más cosas que esa cosa, que «eso». Y de la melancólica alegría a la desatada desvergüenza de los maestros, sin respiro.
La pegatina es pura energía. Es electricidad, es drogarse sin drogas (y por el olor juraría que con drogas, también), emborracharse sin alcohol. Bailar, sin espacio entre esas estrechas gradas, pero bailar por la cuenta que te trae. De hecho Adrià Salas lo dejó muy claro desde el principio, parando la música de golpe, “quien no vaya a mover el culo ya puede irse”. Afortunadamente, con La pegatina mover el culo sale solo. Fue un espectáculo absurdamente divertido, con esas cositas tontas que tanto nos gustan, sacándose el rabo con cañones lanzando papelinas en las que se podía leer La pegatina, una por una sobre tu cara. Y aun así la humildad era un denominador común, en ambos grupos y todo el tiempo. “Nos gusta ver al público por encima de los músicos. Todos los conciertos deberían ser así”.
Balones de fútbol, trampolines, calvos no planeados, saltos, ridículos bailes. Nada es especialmente gracioso, pero ellos son capaces de transmitir una energía tan positiva que resulta hilarante. Creo que la clave de La pegatina es que se lo pasan mejor que el público, y eso se acaba notando. No es un trabajo estar ahí, no es una obligación, es un placer. Y cuando lo dicen lo crees al ciento por ciento.
Pero como decía al comenzar a escribir esta crónica, lo importante de la noche es la lección que me llevo a casa. La vida es muy corta, lo típico vamos. Y sé perfectamente que tardaré demasiado tiempo en llevarlo a la práctica, pero he empezado a andar y llevaré como ejemplo a personas como las que despidieron la cara más bonita de Cartagena, y como himno canciones como “Hay días”. O puede que el lunes me suene el despertador y me cague en toda mi estirpe. Pero intentarlo lo intentaré, prometido.
Ayer, viendo la playa de frente, escuchando la música a mis espaldas y sintiendo el magnetismo a mi lado, estuve pensando en . No complicar más lo que es ya de por si complicado. Cómo decirte esto, cómo evitar malentendidos. Qué complicado todo. Pero para La Pegatina y El Puchero del Hortelano no, para ellos lo complicado es complicarse. Pues tal vez tengan razón oye, tal vez sea tan simple como decir “me gustas tú”. O en inglés, i lof sou mach. Lo grité bien fuerte, lo bailé como un descosido y lo salté también. Me gustas tú, y también el deseo que llevas ahí debajo. Y quien prefiera no entender, que no entienda y punto.
Es bonito ese sentimiento de echar de menos algo que casi no conozco. Me ocurre con El Puchero del Hortelano, que pone fin a una carrera de casi 20 años. He llegado tarde, pero he llegado, y toca celebrarlo con un castillo de fuegos artificiales que cierra un mar de músicas que nos costará olvidar.
Fotos de May Carrión:
Galería de El Puchero, aquí.
Galería de La Pegatina, aquí.
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