Chaouen, la famosa ciudad marroquí de color azul, es el lugar que vio nacer a Mohamed Soulimane, un músico que en 2005 decidió fundar la Orquestra Árab de Barcelona, una formación compuesta por artistas tanto árabes como catalanes cuyo objetivo es difundir un mensaje de paz y tolerancia. Su peculiar mezcla de ritmos árabes con otro tipo de estilos como el jazz, así como la utilización de diferentes idiomas en sus conciertos lo han llevado a visitar un total de 42 países, desde EEUU, pasando por México, Venezuela, Líbano o Turquía. Esta vez se ha dejado caer por Murcia capital con motivo del festival Murcia Tres Culturas.
Dice Soulimane que, a pesar de no ser una persona rica “en pasta”, es alguien rico en experiencias que ha vivido gracias a los viajes. ¿La culpable? Su gran pasión: la música. Este ingeniero electrónico dejó su carrera profesional por el violín y en el año 93, durante un viaje a través de Europa por carretera, visitó la Ciudad Condal por primera vez. ¿Qué pasó después? “Fui a visitar por una semana a unos amigos que tenía viviendo en Barcelona. Esa semana se convirtió en 24 años”.
¿En qué momento se os pasó por la cabeza fundar una orquesta árabe en Barcelona?
Llevo viviendo más de 24 años en Barcelona, cuando llegué y comencé a participar en otras formaciones musicales diferentes a ésta me di cuenta de la realidad de esta ciudad. Se trata de un lugar al que quieren convertir en cosmopolita, sin embargo, veo que todavía le faltan muchos detalles para que esta ciudad llegue a ser un París, un Berlín o un Londres. Por ese motivo vi necesario montar algo que nos representara a los árabes y, al mismo tiempo, que nos mostrase como personas que viven una realidad entre dos culturas: la de nacimiento y la de acogida, a la que después de tantos años ya has hecho tuya. Nuestro grupo es la imagen de lo que se ve en la calle hoy en día.
¿De qué países son los estilos que fusionáis en vuestras canciones?
Yo nací en una ciudad del norte de Marruecos que ha sido hogar de acogida para los musulmanes expulsados del Al-Ándalus, quienes trajeron con ellos muchísima música andalusí. Además, he crecido en un sitio donde se escuchaba mucho de todo y, estando cerca de Ceuta, Tánger y Tetuán, también me siento vinculado con la música típicamente árabe, la jeblia –de las montañas del norte de Marruecos-, la gnawa –música de trance importada por los esclavos del África subsahariana-, la andalusí y con el flamenco, por supuesto. Como soy un enamorado de este patrimonio tan rico lo tengo siempre muy presente. Aunque también hacemos un gesto a la música mediterránea y al jazz, de hecho, tengo la suerte de ser amigo de Omar Sosa, quien siempre ha colaborado en nuestros discos. Hemos llegado incluso a colaborar con Noa y con los valencianos Al Tall y Miquel Gil.
La música implica el verbo “abrir”, y eso significa abrirte a lo conocido y en otras ocasiones a lo desconocido para poder entenderlo. Si no te abres, no conoces. Y eso es lo que hacemos nosotros, estamos abiertos a todo. También hay que decir que hacer música como la nuestra es muy parecido a cocinar… Es verdad que no puedes hacer un cous-cous de pescado y que hay cosas muy particulares que si las mezclas no encajan, la lengua lo rechaza. Pues con la música pasa igual, cuando pones cosas que no encajan, lo oídos la rechazan.
Está claro que la fusión es infinita… Entonces, ¿qué idiomas usáis para hacer llegar vuestro mensaje?
Básicamente cantamos en árabe clásico, pero también lo hacemos en darija – dialecto del árabe del Magreb-, castellano, catalán e inglés. La música es un lenguaje universal y queremos llegar más allá. Por supuesto, hemos adaptado estos idiomas a ritmos y melodías árabes, cosa que no ha sido fácil, pero de la que hemos aprendido muchísimo. En nuestro grupo hay tanto árabes como catalanes, creemos en un dios diferente y venimos de una raza diferente por eso queremos que nuestra música sea también diferente, aunque con dos mensajes muy claros: amor y respeto.
¿Qué tan extraño es para el público español el tipo de música que hacéis?
Aquí, a medida que vas bajando hacia el sur eres menos extraño, muy al contrario que en el norte. Recuerdo que cuando empezamos a tocar en pueblos de la Cataluña profunda la gente nos miraba como “animalitos exóticos de no sé dónde que hacen música” y, claro, si encima de esto vienen fenómenos como el terrorismo, que es el lado problemático de la inmigración, pues la gente no lo sabe diferenciar. Por eso hacemos una labor que no se basa ni en defender ni en atacar, sino en decir: “Oye, somos así, no queremos molestar a nadie ni queremos follones, sólo queremos hacer música y que la gente baile y que luego cada uno llegue a la conclusión que quiera”. Somos ocho músicos: hay 4 marroquíes y 4 catalanes. Vivimos y llevamos más de 11 años juntos, hemos visitado más de 42 países y nunca hemos tenido ningún problema de convivencia cultural, sino discusiones puramente artísticas.
¿Qué significa para vosotros trabajar en el festival Murcia Tres Culturas?
He tenido la suerte de estar aquí dos o tres veces con otras formaciones y cuando monté la Orquesta Árabe volver era uno de mis deseos. Lo he intenté muchísimas veces hasta que lo dejé y cuando desistí me llamaron.
Su objetivo cuadra justo con lo que nosotros queremos: Enseñar que es fácil convivir gracias a una noción simple como es el respeto. Ahora parece que buscar el amor es un privilegio y es la cosa más normal que hay en el mundo: amar. Tú amas a la persona, no amas lo demás. Y si realmente amas a alguien, lo tienes que aceptar como es y lo bueno de esto es saber que estás amando a alguien diferente a ti. Eso es en lo que creemos nosotros y lo que significan la cruz, la estrella de David y la media luna. Son tres culturas que han vivido aquí y que ojalá algún día lo vuelvan a hacer.
¿Consideras que todavía hay mucho que hacer para derrumbar los prejuicios dañinos hacia una cultura tan lejana y cercana a su vez como es la árabe?
Es muy importante abrirse a nuevas amistades, tener la oportunidad de viajar. Dice un proverbio marroquí que “el que ha viajado es mucho mejor que el que ha vivido mucho”. Cuando viajas ves, por ejemplo: Al ir a Sudamérica de gira me dijeron eso de: “lleva cuidado en Colombia que te van a meter cocaína”. Sin embargo, allí conocí gente encantadora, gente que hasta me emocionó y me hizo llorar. Tengo la imagen todavía de una persona que iba en silla de ruedas, sin pies, casi desnuda, sin taparse, que tenía dos plátanos y, al pasar por su lado, me quedé mirándolo y me dio uno de ellos.
Con los tiempos que corren, ¿resulta ahora más difícil que antes el que la gente pueda captar vuestro mensaje?
Es difícil, pero yo me quedo con que, cuando empezamos, teníamos un número determinado de seguidores y ahora tenemos muchísimos más y no sólo en Barcelona, sino en todo el mundo. El otro día recibí un mensaje de Japón, que al principio pensaba que era un virus informático, pero me dio mucha curiosidad porque estaba acompañado de fotos y por eso decidí abrirlas: Era una chica que se había hecho fotos con nuestro disco. El mensaje llega.
Lo más importante es que el pesimismo existe, pero lo enfrento creando yo mismo mi propio optimismo y creyendo en que lo malo se puede cambiar.
Vuestro último disco se llama “Libertad” y que fue lanzado en 2011, justo en el año del comienzo de la Primavera Árabe. ¿Casualidad?
¡No es casualidad! De hecho la portada de este disco la hicimos con banderas de los países en donde se ha llevado a cabo la revolución. La Primavera Árabe ha sido un ejemplo en el mundo con el mensaje de que, si se quiere, se puede. Es decir, levantar a presidentes como Gadafi y Mubarak de esos gobiernos era misión imposible, pero la gente salió a la calle y lo consiguió.
¿Hay algún disco próximo a la vista?
Lo estamos componiendo muy poco a poco. No tenemos fechas porque no queremos sacarlo con prisas, pero será del estilo de la línea anterior. Además, seguramente trataremos algún que otro tema sobre los refugiados. Creo que es lo poco que podemos ofrecer con alguna aportación a nivel de ventas de discos, etc. Nosotros con los discos no pretendemos ganar dinero, porque sabemos cómo están las cosas con las discográficas, pero consideramos que es más importante que el mensaje y la música lleguen a la gente. Por ese motivo nos gusta tocar en directo, hemos llegado a vender hasta 250 CDS en un concierto y eso es una respuesta para nosotros de que la música que hacemos gusta.
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