Antonio Fernández Jiménez (1992, Bullas, Murcia) ha ganado el Creajoven de literatura en su edición de 2014 y lo ha hecho con un relato cuyo aroma te lleva sin atajos a la barra de un bar castizo de pueblo; un relato que no se deja leer, sino escuchar, pues “Echar la mañana” no es sino la voz de un viejo camarero que te cuenta entre el susurro y el grito las historias que nadie más tiene tiempo. El relato se nos presenta entonces como una suerte de entrevista velada, pues no encontramos a nadie preguntando, pero nos damos de bruces con el testimonio de Eloy, el camarero que cuenta y cuenta sin que nadie le interrumpa. Aún estaba bajo los efectos de la lectura cuando editaba esta entrevista y no pude evitar dejarme llevar por el suave discurrir de una entrevista sin preguntas, de un monólogo aparente, así que pensé que podía «plagiar» (con toda la distancia del mundo) a este autor y eliminar de esta conversación lo superficial de unas intervenciones guía que sólo consiguen interrumpir la lectura de lo verdaderamente importante: lo que alguien, quienquiera que sea, desee contarnos. Aquí tienes, pues, a Antonio Fernández, echemos la mañana con él (o la tarde).
El relato puede que nazca de la experiencia periodística que tuve en el pueblo. La verdad es que es una experiencia maravillosa la de hablar con gente mayor que te dice “es que no tengo nada que contar”, porque escuchar eso significa pensar “enciendo la grabadora y cojo el lápiz porque seguro que me van a contar grandes historias”. Entrevisté una vez a un camarero de un bar clásico y me inspiró un montonazo, me contó tantísimas cosas de la época de la posguerra ahí en el pueblo, de sus problemas familiares… y además lo contaba con una ironía, con una ilusión… me contaba cosas tristes y trágicas pero con una risa y una ironía… es curioso. Esto fue lo que me inspiró un poco a escribir el relato que ya es ficción porque lógicamente el hombre al que escribo no tiene nada que ver con el camarero que conocí.
Siempre hay una lectura que te impulsa a escribir. Siempre hay un libro o un relato que te da pistas de por dónde puede ir tu voz. Conseguir la voz en un relato es complicado y cuando das con la clave te emocionas y se nota porque empiezas a escribir muy fluido. Leí un cuento de Miguel Delibes que se llama “El amor propio de Juanito Osuna” o algo así y ese fue el que me dio la clave, porque estaba escrito en la persona en la que está escrito el relato. Eso fue un poco el arranque de todo.
Eso significa que la angustia, entre comillas, que tuve yo, se puede traspasar a la gente que lo lee. Es verdad que fue un momento extraordinario, porque si siempre fuera así que quieres escribir, así de directo, pues sería genial porque siempre escribirías cosas relativamente buenas o que se quedan bien escritas. Ya te digo que fue después de haber leído este cuento de Delibes cuando yo me acostaba y tenía el rumor de una voz, un tío viejo que me contaba cosas de él, y claro se me mezclaba tanto la voz del camarero y la voz del personaje de Delibes y surgía otra cosa, otra persona. Esto va a sonar un poco flipado pero es que realmente fue así, fue casi mágico. De esto que a veces estás durmiendo o dices voy a descansar un poco y te pones a descansar y claro, cuando ya estás en la duermevela es cuando empiezan a surgir cosas. Y yo tenía a un tío ahí que me contaba historias, ideas, frases, cosas que le habían pasado. Me levantaba de noche, de la siesta, y me ponía a escribir porque salía fluido. Me dio remo el tío. Y cuando puse punto y final pues desapareció. Y ya no me ha vuelto a pasar. Yo tenía un poco de miedo porque odio el costumbrismo facilón, este que es demasiado vulgar, rancio…Tenía miedo por eso, a que sonara rancio, anticuado…
Puede que esta gente me inspire mucho más que la gente que veo por la calle cuando voy por la ciudad. Hay cosas que a la gente le gusta mucho escribir como el tema del amor, del sexo, del enamoramiento… porque son cosas fundamentales de la vida. He intentado escribir sobre ello, incluso desde la perspectiva de un joven como yo, pero siempre se me va al pueblo, siempre se me va a una voz que pertenece a algún viejo, siempre hay este ambiente del relato. Imagino que será por lo que he vivido de pequeño.
Será por la sencillez de las cosas porque, a veces, es en ellas donde está la heroicidad; esto es muy tópico y muy típico, pero bueno será así. La gente que aparentemente no tiene nada que contar, la que no ha hecho grandes hazañas, es con la que te sientas tranquilamente y con la que te sorprendes porque no te esperas que te vaya a contar tantas cosas. Y luego pues en los pueblos hay muchas leyendas, muchas cosas que aunque estemos en el 2014 a mí me sorprenden mucho cuando vuelvo al pueblo y voy a ver a mis abuelos, o a este mismo bar y me siento en la barra y escucho a gente que todavía cuenta ese tipo de historias. Y que se las creen. Como la historia de las brujas Eugenias, tres hermanas brujas que se decía que vivían en una casa del pueblo y que la gente evitaba pasar por allí cuando volvían del campo por miedo a encontrárselas ¿Eso pasó de verdad o es una leyenda? Hay quien dice que las vio, hay quien dice que las vio de reojo… los pueblos están llenos de historias así.
Lo del habla popular es complicado, hay todo un camino que alabo y admiro, Miguel Delibes, por ejemplo, ya sé que es muy conocido pero yo lo conocí hace unos tres años más profundamente y me obsesioné y aún sigo obsesionado. Creo que era un gran rescatador de palabras y de esos diálogos del habla popular. Pero es muy difícil de hacer y si no lo sabes hacer bien se puede convertir en rancio, para que un diálogo suene bien literariamente hablando hay que darle muchas vueltas. Miguel Delibes tampoco escribía como hablaba la gente, sí se inspiraba pero luego él le daba forma literaria. Eso siempre me ha llamado mucho la atención. El otro día, por ejemplo, cuando llegué al pueblo, escuché una expresión que nunca había escuchado “te voy a dar un palo que te voy a ensobinar”, qué barbaridad, son palabras que si no las apuntas desaparecen. Yo no sé si será importante recuperarlas o no pero cuando las escucho me da sentimiento.
Quizá buscaba un poco de fresco. Era verano cuando lo escribí y a mí me interesaba poner cosas de montes, me gusta poner cosas del fresco sobre todo para darme fresco a mí mismo. El tema de la prosa hay quien puede pensar que es explotar y todo tiene cabida. Yo creo que la mejor prosa se consigue con la técnica de la poesía, sintetizando. Aprovecho y cito a Jaime Campmany, al que le dediqué el Trabajo Final de Carrrera que decía unas cosas preciosas, esto sirve para el periodismo también, “el verso te obliga a la síntesis”, decía. Leer mucha poesía te obliga a escribir sintetizando. Lo que tú dices de buscar, ya sé que es una tontería pero a veces inconscientemente voy buscando rincones, espacios que he vivido ya, sobre todo, de pequeño, en el campo; momentos en los que estaba con mi abuelo que eran tremendos. Por ejemplo, a las dos de la mañana estábamos los dos en una marquesina en el campo y de repente mi abuelo decía “vamos a ver el cine” y no había ninguna pantalla: el cine era encender un foco y ver cómo de repente todos los bichos iban ahí; para mi abuelo el cine era eso. Quizá, cuando yo me pongo a escribir, voy buscando un poco eso, tratar de recuperar esas imágenes, esas escenas, que no son iguales a cuando las viví. La literatura es ingrata, te frustra muchas veces, cuando crees que has logrado describir una imagen como aquella y te das cuenta de que nunca vas a saborear lo que ya no se puede saborear.
No encontré nada de eso. De hecho, el relato está lleno de calor, creo que es verano. Iba buscando el frío y me encuentro con el calor. Qué barbaridad. Encontré muchas sorpresas.
Me da mucha vergüenza decir estas cosas porque yo no soy nadie. Escribo desde siempre. Tengo un diario que empecé a escribir hace muchísimo. Soy consciente de empezar con dieciséis años y no he dejado de escribir ni un día. Al principio era porque escribía todo el mundo, como una evasión, quizá tu realidad te guste poco y dices “voy a escribir que parece que esto me relaja, me evade, me saca de mi realidad”. Pero luego ya cuando empezó a mezclarse con el periodismo, que ya era una cosa más seria, bueno si no seria, sí que se basaba en la realidad, empecé a juntar dos cosas que al principio son contrarias pero que pueden tener mucha relación. Al principio escribía para salirme un poco de mi entorno y cuando empecé periodismo, que eso sí que no sé por qué lo hice, me di cuenta de que la escritura era la base de todo, ya vayas a escribir de la realidad, de la ficción, la escritura es fundamental y ahí fue cuando empecé a tomármela en serio. Hay días que escribo poco y otros que escribo mucho más. No hay otra cosa que me guste más, es curioso.
Leo siempre más. Bueno, no lo sé. Esto es un pecado. Leer leo todos los días y escribir, todos los días pero no con la misma intensidad. A veces te apetece pero el ambiente no te acompaña. Luego también entra en juego cuando tienes que escribir artículos para un periódico que es una forma de ejercitarte. He tenido la suerte de estar colaborando con un periódico, El Noroeste, que me ha dado muchísimo. Escribo crónicas de las fiestas del pueblo, entrevistas a personajes y también de meteorología, que es preciosa.
No puedo tener influencias si no soy nadie. Te diré tres autores, que dirás, “hostia qué conservador”, hubo un escritor que me cambió la forma de ver la literatura, la forma de escribir, de leer, de analizar y de comprobar cuándo uno escribe bien y cuándo mal: Francisco Umbral. Y fue Antonio Pérez Abril quien me lo recomendó, me dijo léete “Las Ninfas” que yo creo que te va a gustar, yo tenía 19 años, ese es el momento en el que empezó a gustarme la literatura española porque nunca me había interesado demasiado, me parecía rancia. Leí “Niebla” de Unamuno, me deslumbré y dije “literatura española, por favor”. “Las Ninfas” es un libro impresionante, no tengo más adjetivos. Me cambió totalmente. Y no he parado de leerlo hasta ahora. Y Umbral me llevó a Cela, porque lo nombraba mucho y descubrí entonces a un gran autor. También por Umbral llegué a Delibes. Umbral ha sido mi maestro, el que me ha dicho léete a este, léete al otro… también a González Ruano, a Gómez de la Serna, Valle-Inclán… Delibes fue también fundamental por la sencillez. Esto no lo pongas porque es un poco infantiloide, pero creo que leía a Delibes para buscar a mi abuelo, porque en Delibes yo escuchaba siempre hablar a gente mayor, y yo buscaba volver a escuchar a mi abuelo, aunque suene sentimentaloide.
Alguien me dijo hace poco “Tú qué eres ¿periodista?”, y dije “sí” y contestó: “Estás loco. Pero, ¿además estás haciendo un máster de periodismo cultural?, tú estás fatal de la cabeza”.
Hombre, claro. Hay que estar loco para hacer estas cosas.
3 Comments
Un tío apasionado en busca de sus raíces.
Buena entrevista 😉
[…] Antonio Fernández Jiménez, periodista y ganador del certamen de relato Creajoven 2014 […]
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