Hace poco le comentaba a un amigo que, habiendo perdido la fe en la humanidad y sobre todo en los políticos, abandonaba oficialmente mi postura pacifista ante las injusticias, porque está visto que de otra manera a la gente no se le escucha. Algunas veces parece que las cosas caen por su propio peso, que es cierto aquello de que el tiempo pone todo en su lugar, que el sistema funciona… Y otras veces está Ayotzinapa.
El pasado 26 de diciembre se cumplían tres meses de la desaparición de 43 estudiantes de una escuela normalista en Iguala (México) de manos del narco. Este escalofriante crimen es solo una pequeña parte del todo con el que no os quiero aburrir ahora, en internet hay suficiente información como para que vuestra sangre suba de temperatura, si tenéis un mínimo de empatía.
Sobre este tema se filmó una película mexicana llamada El Infierno, donde se trata el cártel y sus entresijos de una manera tan increíble que acabas por aceptar con naturalidad todos los sobornos, abusos y crímenes que en ella se suceden. Su director, Luis Estrada, lleva muchos años apostando por la crítica de su propio país a través de la gran pantalla.
En 2014 nos trae La Dictadura Perfecta, donde esta vez el punto de mira se sitúa en los medios de comunicación y, sobre todo, en la estrecha relación de estos con el gobierno. Con ella llega a la antesala de los Premios Goya de 2015 como una de las quince candidatas a la mejor película iberoamericana.
Lo que me gusta de Luis Estrada no es lo original de sus temas, harto socorridos en el cine, sino su osada manera de tratarlos y, por supuesto, su inevitable contexto. Parece que tras esa máscara de humor descarado uno puede decir lo que se le antoje, que detrás de la pantalla puedes protegerte con la excusa de la ficción, pero cuando te trasladas a la realidad mexicana hay que tener agallas para filmar una película como las de este director.
Y me preguntaba si realmente no me habré equivocado con mi nueva postura antipacifista. Lo atractivo de lo violento es que te hace conseguir resultados visibles a corto plazo; lo pacífico, por el contrario, es lento y desesperante, pero al menos no te dejas tantas vidas en el camino. Como sea, da gusto recordar que el cine también sirve para denunciar lo que odiamos de la realidad y que directores como Estrada aún apuestan por ello.
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