No necesitó decir otra cosa para que toda la sala pasase de la máxima inactividad que proponía un concierto sin teloneros a la euforia. El Chojin no destaca por un estilo muy movido, pero desde la primera canción mantiene decenas de brazos en alto y más cuellos en movimiento. Los 40 años que suma a sus espaldas se reflejan en las tablas y la garra de El Chojin, que no necesita un corista para enfrentarse a las más de 500 personas que se reunían en Sala REM.
El de Torrejón de Ardoz lanzó tema tras tema con tranquilidad máxima, calzándose la gorra plana cuándo tocaba ponerse rapero. Hubo tiempo para monólogos seudoespontáneos, chistes fáciles y guiños a la cultura Hip Hop. Todo perfectamente encadenado para cuajar en los oídos del respetable. Muchos de los que acudieron al concierto se consideran verdaderos fans del artista, y esa complicidad fue más que evidente durante todo el concierto. Siempre recalculando ruta, El Chojin mantiene la elegancia, sobriedad y esencia de ser el estandarte público del rap educado y educador para las generaciones actuales, aunque incluye pequeñas dosis de sonidos algo más actuales.
Todo el mundo disfrutó en Sala REM. La estética Hip Hop de la mitad del público rematada por gorras se alternaba con un homogéneo público dónde había una parte significativa que venía buscando al Chojin más filosófico y literato. También le encontraron, obvio. El Chojin sabe quién y qué espera la gente de él, y, gustosamente, lo da. Una persona que se autodescribe como un bohemio atormentado que es capaz de enfrentarse a una sala llena tras otra, sin más voces que le sustentaran que la de su propio Dj, y el público. Repitieron silaba por silaba los temas de uno de los decanos del rap nacional para insuflarle la chispa que todo artista necesita en la tarima.
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