Me encanta burlar las expectativas de ese público que busca al artista decadente. ¿Sabes lo que decía Frank Sinatra? Que si fuera cierta la décima parte de las cosas que se contaban sobre él, habría terminado en un zoológico. Lo mismo en mi caso. Tengo 65 años y todavía puedo romper barreras sónicas (Lou Reed)
Todo empezó con Julian Casablancas. Aunque ahora grita como una nenaza, un día fue un perro sarnoso que no paraba de ladrar. Fue en 2001. Su banda sacó un disco titulado Is this it. Todos conocemos la historia. Los adolescentes no parábamos de saltar y de gritar. Pensábamos: Joder, igual era esto lo que sentía aquella gente que escuchó a los Ramones en el CBGB. El caso es que no leímos un solo texto sobre ese Julian Casablancas en el que no se mencionara a un tal Lou Reed.
Lou Reed. Lo buscabas en Google imágenes y te salía un abuelo con el pelo rizado y unas gafas de profesor de secundaria. Y decían que ese tío era lo más salvaje que había visto el rock. Lo descartamos. Volvimos con Casablancas y volvieron las referencias a Lou Reed. Investigamos un poco y encontramos que el tipo había formado parte de una banda llamada The Velvet Underground y que Andy Warhol les había diseñado esa portada. ESA portada. Entonces escuchamos el disco y todo cambió. Volvimos a escribir Lou Reed en Google imágenes –esta vez añadiendo la palabra Young– y entonces sí. Podía ser que ese tipo fuera lo más salvaje que había visto el rock. Cuero y gafas de sol y ojeras y mala hostia. Con los años descubrimos que ese Lou Reed fue el único que –desde otro ángulo- se mantuvo al nivel intelectual de Dylan, un millón de pasos por delante del mundo hippy.
Y ese Lou Reed se nos fue metiendo adentro. Muchos sábados gritando y pidiendo sus canciones en cualquier sitio, por mucho reggaetón que sonase. Muchas vueltas a casa en las que dejamos de cantar Last night para cantar Vicious.
Luego nos dimos cuenta de que no escribía canciones de amor que dijeran: eh, nena, te quiero 1,2,3,4; de que cuando encadenaba sus mayores éxitos comerciales (Transformer y Berlin) se le ocurrió grabar un monstruo llamado Metal machine music, calificado mil veces como el peor álbum de la Historia. Pues bien, a principios de los 80, unos melenudos de su misma Nueva York se convirtieron en artistas de culto con esos mismos patrones. Sonic Youth bebió de ahí, y el resultado tenía sentido.
Ese tipo lloró a Warhol, cantó a Poe cuando unos aviones suicidas bañaron en sangre el cielo de su ciudad y, a sus 69 años, grabó con Metallica un disco insufrible llamado Lulu. Sí, la cagó. Pero es el único que una vez superados los 60 ha arriesgado y no se ha sentado en su hamaca con una acústica. Fue andrógino como los Stones, poeta como Dylan, melódico como los Beatles y capullo como nadie. O eso dicen quienes le han entrevistado.
Estuvo allí. Estuvo en aquella Nueva York. O quizá él fuera aquella Nueva York. Muchas veces decimos David Bowie y deberíamos decir Lou Reed. Durante unos meses hice un experimento: leer Poeta en Nueva York de Lorca mientras escuchaba a la Velvet o Transformer. Tuve que dejar de hacerlo porque bajaba a la calle y esperaba encontrar a jóvenes poetas estudiando reglas de verso y a damas poniendo los ojos en blanco. Y qué va.
Tengo 21 años pero he estado en la Nueva York de 1970. Lo sigo haciendo cada vez que escucho Sweet Jane. La letra es poesía, sí. Pero el secreto son esos uuuh y esos oooh que Lou se marca. Esas vocales alargadas significan ser joven en una ciudad en ebullición. Es un artista cayendo en la cuenta de que su obra trascenderá su ser.
Ese tipo murió ayer a los 71 años. Descanse en paz.
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