El silencio es atronador pero si no lo escuchas, si aún no lo entiendes, no te preocupes.
Aquí todo es verde.
La superficie del Cahulawassee contiene soles dorados que estallan en burbujas con cada golpe de remo. Las normas del río son antiguas pero sencillas, escritas a mano en el cieno oscuro, entre troncos lacerados en savia: “El hombre no puede bañarse dos veces en el mismo río porque ni el agua ni el hombre son ya iguales”. Las palabras no desaparecen al pronunciarse sino que permanecen en el aire, esperando que alguien las recoja y les dé un nuevo uso. Pero tú todo esto aún no lo entiendes.
Así que sigues remando. Es 1972. Estás pasando un fin de semana con tus tres mejores amigos. Es la oportunidad (la última oportunidad) de remontar el Cahulawassee a canoa antes de que la presa inunde el valle. Una vez llegues a lo alto del verde tomarás unas cervezas sudadas en hielo, te reirás de bromas que no tienen gracia. Te comparecerás.
El río brama en los rápidos, furioso, pero tú aún no sabes nada. Tus amigos llorarán cuando las flechas y los gritos rasguen el aire. Pero no te preocupes.
Cuando vuelvas a casa y la culpa no te deje dormir, en la noche más oscura recuerda al chico del banjo que conocisteis en la gasolinera. Piensa en su cuerpo deforme arrastrado por el agua que dejaste atrás. ¿Recuerdas su cabeza inclinada en el porche? ¿Sus ojos cerrados mirándote más allá del río?
Hola.
Aquí todo es verde.
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