Este viernes tendrás la oportunidad de disfrutar con La Joven Compañía en el Teatro Circo Murcia. Se trata de un proyecto profesional juvenil de teatro que tiene la misión extender el amor por este arte en toda la sociedad y con especial incidencia entre los jóvenes. La obra que se representarán será «La edad de la ira», un retrato realista y poético de la adolescencia, un canto a la diferencia y a la búsqueda de la identidad. Hemos hablado con José Luis Arellano, su director.
Vuestra compañía nació en 2012 pensada en crear oportunidades para los jóvenes profesionales, ¿cómo valoráis el trabajo conseguido en estos años?
En cinco años hemos hecho 12 montajes donde jóvenes se han subido a los escenarios públicos y también han trabajado en las diferentes áreas que hacen posible el teatro, han conseguido un bagaje importante para ellos como para el público que ha podido ver un nutrido grupo de jóvenes haciendo una labor fantástica.
¿En qué creéis que ha fallado el teatro en nuestro país para no haber logrado calar entre el público más joven?
No sé si ha fallado, pero desde la profesión no hemos conseguido contar historias que les identifique, aunque muchos temas sean universales. Pocas veces les hemos hablado a los jóvenes de tú a tú y al final el teatro es un espejo social que debe hacer esto.
¿Son los propios jóvenes la mejor opción para mostrar la realidad de los jóvenes de hoy en día?
Sí y no. Se puede hablar de los jóvenes desde muchas perspectivas, pero es cierto que la pulsión de las cosas que les pasa a los jóvenes las entendemos mejor a esa edad. Nosotros intentamos hacer teatro desde la verdad e intentamos que esas pulsiones procedan de una realidad interpretativa. No sé si es la mejor opción, pero los jóvenes son una de las grandes opciones para contar historias que tengan que ver con ellos.
¿Hay poca oferta para el público joven por su escaso interés o hay poco interés por la escasa oferta?
No creo que sea ninguna de las dos. Hay muchísimo interés, pero es un género complejo que hay que potenciarlo. No es diferente del teatro “adulto”, es teatro. Hay que promover que los autores escriban historias para jóvenes y que los jóvenes puedan contarlas. Nosotros hemos tenido mucho interés en hacer esto y los jóvenes no solo han venido a las funciones matinales sino que han repetido por las tardes y poco a poco forma parte de su acervo cultural.
¿No os parece que la adolescencia, una etapa donde todo se vive con una intensidad y emoción especial, está desaprovechada en el mundo de las artes?
Totalmente. Si entendemos que la adolescencia es el punto inicial para entender cómo funciona el mundo y el teatro es un espejo de este mundo, creo que nos perdemos el inicio de esta mirada si no hacemos historias que cuenten esto.
Teniendo en cuenta que más de 150.000 espectadores han disfrutado de vuestras obras, ¿sí que es posible una forma distinta de hacer teatro?
Es una forma de hacer teatro, no sé si distinta. Nosotros contamos historias y en ningún momento pensamos en rebajar porque vayan a verlo jóvenes. Hacemos teatro con jóvenes para todo un público en el que también se encuentran los jóvenes.
¿Qué podemos esperar de «La edad de la Ira»?
Es una función emocional donde reflexionamos junto al autor Nando López sobre ese momento inicial en el que un individuo tiene que decidir qué quiere ser en su vida.
Actualmente a los jóvenes se nos tacha con cientos de etiquetas, ¿pero crees que realmente hay un esfuerzo por entender la realidad que vivimos en nuestro día a día?
En general, a todos se nos tacha con etiquetas. Nadie nos libramos de esto y siempre habrá alguien que se esfuerce por entender tu realidad más allá de las etiquetas.
¿Qué es para vosotros lo más reconfortante tras una obra?
Trabajar con intérpretes jóvenes te hace recordar muchas de las cosas que te emocionaron de tus inicios. Esa primera verdad frágil que uno va perdiendo con el tiempo. Y ver estas emociones naturales en un público que en la mayor parte es su primera experiencia teatral es algo único.
La escenografía es uno de los pilares de vuestras representaciones, ¿en qué os basáis para crearlas?
Es uno de los pilares porque el espacio escénico forma parte de la forma de contar historias y nosotros comenzamos el trabajo con un dramaturgo, un director y una escenógrafa. Es cierto que después entra en juego la luz y el sonido, pero esa es la base fundamental.
¿Qué puede aportar el teatro que no pueda aportar el cine, la literatura o la música? ¿Qué crees que lo hace tan especial?
Aporta el directo, aunque la música también lo puede tener, una conexión inmediata sin cortapisa entre un intérprete y el público.
Teniendo en cuenta la cantidad de gente detrás de cada representación, ¿cómo de arriesgado es salir de gira por el país? ¿Hasta qué punto es viable económicamente?
Como para todas las compañías, es arriesgado porque con la crisis se perdieron muchas subvenciones y ayudas de los teatros y de los puntos de partida de las compañías que ayudaban a poder salir. En nuestro caso es muy complicado porque son montajes con un número elevado de intérpretes y el riesgo es grande, pero la satisfacción también lo es porque el público quiere y necesita sentir esa conexión con el teatro.
¿Con qué momento te quedas desde que nació La Joven Compañía?
Me quedo con muchos momentos. Quizá yo como director y con La Joven Compañía he querido cumplir algunos de mis sueños y uno de los momentos fundamentales fue cuando comenzamos y conectamos nuestro discurso con el mundo inglés haciendo ‘El señor de las moscas’. Creo que fue un momento emblemático porque entendimos que podíamos contar historias grandes para un público muy grande, aunque fuese muy joven.
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