¿Cómo es posible que esta cara que sonríe a borbotones haya escrito este libro? ¿Cómo puede ser? ¿Hay alguien ahí que me lo pueda explicar? No deja de sonreír ni siquiera aunque lo intente. Pareciera que hay un hilo invisible tirando de sus comisuras hasta conseguir su curvatura perfecta, la que consigue iluminar la estancia. Vuelvo a preguntarme cómo es posible que dentro de ella quepa tantísimo dolor, tantísimo sufrimiento. ¿Cómo puede caber Catábasis (Raspabook, 2015) en Annie Costello (1992)? Me atrevería a decir que la razón última es que Annie sufre en forma de poema. Fue poeta antes de escribir poesía. Y eso, lo mires por donde lo mires, es mágico. Por eso tenía algo de miedo a quedar con ella, por eso siempre postergaba la cita. El miedo paraliza, dicen. ¿Cómo le preguntas sobre su (tu) dolor sin caer en banalidades, sin herir o invadir? ¿Cómo? Pero entonces llegó ella, con su risa, su sonrisa y su mono azul de flores, me cogió la mano y se dejó caer sin rastro alguno de temor. Sabía a dónde había que ir, a dónde había que volver. A veces sólo hace falta confiar en que los malos tiempos pasarán, que descenderemos a los infiernos, sí, pero que después resucitaremos.
¿Qué hay y qué no hay de la Annie del presente en Catábasis?
¿Qué hay? Mucho, porque coincide con el principio de una etapa de mi vida que no ha terminado, pero he evolucionado y hay muchas cosas del libro con las que ya no me identifico: la sensación de vivir una inocencia casi feroz, una inocencia que no había perdido todavía -y que sigo sin perder en ocasiones- aunque ahora sea mucho más reflexiva, mucho más sensata. He perdido, sobre todo, la sensación de incertidumbre: el libro lo escribí en una etapa en la que no estaba bien, sentía muchas cosas que no sabía identificar y a las que no sabía combatir. Si lo escribiera ahora, probablemente lo escribiría desde otra perspectiva, más desde la experiencia que desde alguien que descubre algo por primera vez. El libro fue descubrir algo por primera vez, ahora soy capaz de mirar con otros ojos, a lo mejor más “sabios”, -aunque no me considero sabia-, ojos menos inocentes, menos asustados, menos viscerales.
La sensación que he tenido al terminar el libro era que se trataba de un poemario con un fondo totalmente adolescente escrito de una forma totalmente adulta
Has dado en el clavo, ¿qué no hay de mí ahora mismo respecto al libro? Que ya no soy una adolescente, tampoco sé si me considero adulta del todo. Sí que es cierto que cuando escribí este libro, sobre todo en los aspectos en los que hablo del amor, de la tristeza… era una persona muy adolescente. Soy muy entregada con la gente, muy entregada en el amor, no porque considere que no he aprendido de experiencias pasadas, sino porque considero que no hacerlo, en mi caso, no sería honesto. Sí que es cierto que en aquellos momentos era una persona que se dejaba llevar totalmente por los sentimientos que tenía, casi irreflexivamente y no sabía cómo ordenarlos y cómo reflexionar sobre ellos, lo único que hice fue escribirlos.
El libro es bastante desgarrador. Lo lees y se te hace un agujero en el estómago, sobre todo, en la segunda parte, Catábasis, la que da nombre al poemario. ¿Crees que el sufrimiento adolescente es comparable a cualquier sufrimiento en la edad adulta o que en la adolescencia se vive con una intensidad algo irreal?
Te diría incluso que es más real el sufrimiento de un niño o un adolescente, porque el del adulto en cierto modo lo es porque ha aprendido a sufrir. Consideramos que una persona es adulta porque ha llegado a un estado de madurez que se produce por haberse enfrentado a ciertas situaciones y haber sobrevivido a ellas. El niño o el adolescente no ha llegado a ese punto y entonces experimentan el sufrimiento de forma muy cercana, muy desgarradora; lo viven con una inexperiencia que los hace incapaces de comprender qué es lo que están pasando, va a terminar en algún momento y no es para tanto. Cuando eres adulto y lo pasas mal sí puedes tener mucho sufrimiento pero una parte de ti sabe que lo que ocurre va a pasar tarde o temprano, sobre todo porque tienes ese pensamiento de “yo ya he pasado por cosas peores”. Un niño o un adolescente generalmente no piensa eso porque es muy joven y ha vivido menos. No se puede subestimar ese dolor y no se puede considerar que como es pequeño no sufre. Ese pensamiento ha sido el causante de que muchas personas arrastren sufrimientos de su infancia o su adolescencia que no han solucionado porque a lo mejor pidieron ayuda en ese momento y no se le prestó.
¿El poeta es un fingidor? ¿Annie es fingidora o transparente?
Creo que depende del poema y del poeta. También es cierto que no soy una persona que tiende a hablar de géneros, no sé si es porque estudio Arte y me gusta ver las cosas globalmente. Más que de géneros literarios, hablaría de expresión, en cualquiera de sus formas, incluso las que parten del fingimiento tienen algo de real. En mi caso lo tienen todo de real, de hecho, no empecé a escribir poesía porque leyera poesía o porque se escribiera poesía a mi alrededor, con ella pude contar lo que me pasaba. Como nació de una necesidad totalmente personal ya no la puedo concebir como algo ajeno a mí o como algo en lo que puedo fingir. Soy muy transparente en la vida y en lo que escribo, no puedo desembarazarme de mí misma.
Al leer el poemario imagino, sin duda, que eres tú. ¿Cómo afrontas que haya tantísimo de ti en un libro publicado?
Te voy a ser sincera sobre algo. Cuando publiqué el libro, Vega Cerezo, la chica que hizo la presentación, me decía siempre que cuando escribes algo y lo publicas, deja de pertenecerte. Y lo siento así. Vale, he escrito un libro, lleva mi nombre, pero no siento que sea un pedazo mío que está por ahí, es raro, pero no tengo esa sensación. Siempre pensé que publicar un libro me haría sentir diferente pero siento lo mismo que cuando escribo una entrada en mi blog. He pasado por Diego Marín y he visto mi libro y pienso hostias, pero para mí no es diferente, quizá porque llevo años publicando en Internet cosas personales. Que alguien me lea en papel no me supone ninguna diferencia, al contrario, es casi menos fuerte, porque un libro está en la librería y alguien lo comprará y lo leerá, pero lo que piensa tú no lo sabes. Sin embargo, cuando escribes en Internet, la gente tiene la opción de decirte lo que piensa de manera instantánea. Te expones mucho más en Internet a la hora de recibir un feedback que escribiendo en papel.
He recordado la controversia que se ha producido con el libro Madres arrepentidas de Orna Donath en el que se habla sobre el arrepentimiento de la maternidad en las mujeres. No me preguntes por qué pero he pensado que tu libro podría ser una especie de hijo para ti, ¿te has arrepentido de haberlo traído al mundo?
Honestamente no, pero sí que es cierto que al publicar el libro sentí que cerraba una etapa, era algo simbólico para mí. Era una adolescente, crecí y en el momento en el que publiqué el libro me sentí un poco otra persona, no en el sentido de he publicado un libro, sino por el hecho de haber sido lo suficientemente valiente como para poder hablar de lo que hablo. Es un tema del que yo no había hablado casi con nadie. Hay muchas personas de mi alrededor que me han dicho he entendido lo que te ha pasado leyendo tu libro. No me arrepiento de haberlo publicado ni tampoco de haberlo escrito porque ha sido la forma que he tenido de hablar de eso. No he tratado el tema con mi madre o con mis amigas, ni siquiera con mi pareja de entonces. Este libro es también una declaración de intenciones y mi forma de comunicarme, no con personas, sino conmigo misma. Ahora lo leo y soy capaz de entender muchas cosas de entonces y las personas que me conocen lo pueden entender también. Hay un vecino mío que lo compró, llamó a mi puerta y me dijo que tenía un hijo con este tipo de problemas y que gracias a haber leído mi libro era capaz de entenderlo mejor. Me chocó mucho y pensé que solo por este tipo de reacciones no me arrepentía de haberlo escrito. Creo que hay ciertas cosas o experiencias en la vida que entiendes mucho mejor cuando las ves escritas, en un cuadro o en una canción. Hay cosas que solo el arte es capaz de ordenar en tu cabeza, por lo menos en la mía. Para mí es casi terapéutico, sinceramente, creo que este libro me ha hecho más bien a mí que a nadie.
Estáis tan cerca y sabéis tan poco es un poema que trata sobre ese tema. En él hablas de que sufres un vacío y dices “no lo sabéis porque todavía no he aprendido a gritarlo”. Me pregunto si habrías preferido, hoy por hoy, haber podido gritarlo o te quedas con haberlo escrito y tener estos poemas?
Es curioso porque hace poco leí el cuarto libro de la saga Millenium, -que tú dirás vaya horror– y en un capítulo se hablaba del autismo y de que hay ciertos niños autistas, Savants, que son los que desarrollan un talento especial en pintura, matemáticas… El padre reflexionaba acerca de ello y no sabía si preferiría que su hijo no estuviera enfermo pero fuera mediocre o conservarlo tal y como era y que tuviera un talento espectacular. No es una cuestión de talento, pero muchas veces me he preguntado si preferiría haber sabido decir las cosas en su momento y no haber tenido que dar lugar al episodio que desencadenó este libro o que todo ocurriera como ocurrió. Puede que ahora fuera más feliz pero si supiera gritar ciertas cosas que siento o que me suceden, si fuera capaz de afrontar las cosas como las afronta la gente corriente, quizá no escribiría. A veces pienso que daría lo que fuera por no tener que escribir y poder simplemente afrontar las cosas, pero imaginarme sin escribir sería imaginarme siendo totalmente diferente como persona. Me estás planteando entre ser una persona u otra y te aseguro que muchas veces elegiría ser otra persona.
¿Cómo puede una persona tan alegre haber escrito algo tan sumamente triste? ¿Es una vía de escape para poder tener esa cara sonriente?
Vía de escape no, porque lo cierto es que la vida real se me escapa por todas partes. No puedo decir que esté siempre feliz o siempre alegre porque no es así, lo que ocurre es que en la escritura encuentro cierta paz. Poner algo en palabras es el primer paso que doy para asumirlo, enfrentarlo y vencerlo. Siempre pienso que la cabeza es como una olla exprés y cuando tienes demasiadas cosas dentro a determinada presión puede que explote y es mejor que explote sobre un papel que sobre tu madre.
¿Alguna vez te ha pasado que no pudieras ni siquiera escapar por ahí?
Claro, a menudo, demasiado a menudo (risas). Existe el mito de que una persona cuando está deprimida, escribe su mejor obra y en cierto modo sí y en cierto modo no, porque hay estados de la vida en los que te resulta imposible siquiera desahogarte artísticamente, estás totalmente paralizado. Eso se nota mucho en el libro, pues hay ciertos poemas que son muy breves porque ni siquiera era capaz de verbalizar las cosas de de forma más larga o compleja. Sí que creo que cuando pasa el tiempo y dejas atrás el fondo del pozo, aunque sigas conservando cierta tristeza, eres capaz de escribir. Pero hay ciertos estados en los que uno no es capaz de escribir aunque sea su vía de escape, aunque sea su vocación, hay momentos en los que tocas fondo, en los que ni siquiera eres capaz de eso.
No quiero preguntarte directamente pero…
Puedes hacerlo, no pasa nada.
Es que, madre mía, la parte de Catábasis es muy dura y hasta da cierto pudor incluso leerla…
Ya te digo, mi madre tiene el libro sin abrir.
¿Qué pasaría si, por ejemplo, cualquier persona o yo misma te preguntara explícitamente sobre todo lo que has escrito? Sí, has volcado aquí tu intimidad, la has publicado y por tanto ya no pertenece al plano de lo privado pero cómo te enfrentarías a tener que hablar de ello? ¿Te sentirías incómoda o invadida?
No, porque lo veo de un modo político. Hay cosas sobre las que la gente no habla y no me refiero solo a los trastornos mentales, hay muchas cosas sobre las que la gente no habla porque tiene miedo y creo que las personas a las que nos cuesta menos hablar de eso, hacemos mejor hablando de ello que callándonos. Obviamente, habrá personas que no querrán hablar y yo lo respeto, pero en mi caso no me molesta hablar, incluso con desconocidos, porque creo que así estoy haciendo algo bien, hablar de un problema que no solo me afecta a mí sino que afecta a mucha gente. Si se hablara más de ese tipo de problemas, si la gente entendiera qué suponen, quizá cuando sucediera a su alrededor se sabría cómo actuar o se podría desarrollar más empatía hacia los demás. La mayor parte de los problemas de incomunicación o de soledad que sienten las personas vienen de que no son capaces de entender a los otros. Así que no, no me molestaría que me preguntaran sobre ello. Quizá hay ciertas experiencias relacionadas con otras personas de las que no hablaría por respeto, pero si me preguntas sobre cómo llevo vivir entre depresiones constantes o cómo lidio con ciertas cosas, no lo entendería como una agresión hacia mi intimidad, sólo como curiosidad y yo nunca puedo estar en contra de la curiosidad porque soy la persona más curiosa del mundo.
Aquí tengo un montón de poemas señalados relacionados con todo lo que hemos estado hablando, Muerte: Volumen I, II, III; Cinco psiquiatras… Me parece que realmente sí es un acto social escribir esto porque, como muy bien dices aquí, entre el 5 y el 10% de la población sufrirá depresión en algún momento y es algo que quizá no se termina aún de aceptar…
Se acepta, pero en la intimidad y no se tiene conciencia real de lo que supone tener una depresión. La gente no es consciente de que una depresión, sobre todo una depresión como estado recurrente que puede incapacitarte a la hora de llevar una vida normal. Hay muchas personas que dejan de ir a clase, que dejan trabajos, carreras e incluso a su propia familia. Mucha gente piensa que simplemente son personas que tienen un problema que no son capaces de resolver, pero no es capaz de entender que puede incapacitarte físicamente, que no es debilidad en absoluto, que es una lucha constante que no solo te afecta anímicamente sino también físicamente, que estás siempre cansado, siempre durmiendo, que eres incapaz de realizar movimientos demasiado rápidos… Es una cosa mucho más compleja y más alejada del se encuentra mal. No es que se niegue la depresión sino que no se entiende de entrada lo que es una depresión de verdad. Estar deprimido implica no poder llevar una vida normal. Aquí es donde entra el tema de que estamos viviendo en un mundo en el que no se permite que tengas ciertos problemas. Por así decirlo, estamos en una sociedad que exige que las personas sean productivas, que cumplan con determinados horarios y objetivos y las personas que por salud física o mental no son capaces de llevar ese ritmo o de adaptarse a él, primero porque tienen una enfermedad, y segundo porque su enfermedad les hace pensar que no son aptos para esa vida, están siendo apartados también. No se trata sólo de combatirlo con medicinas, de crear una etiqueta para estas personas, se trata de luchar porque el mundo no dé lugar a la proliferación de ciertos problemas como el paro o los desahucios, de crear un lugar en la sociedad y en el sistema de trabajo en el que estas personas puedan tener una vida normal sin sentir que no son aptas para ello. Sí pueden trabajar y sí son aptas pero no para el ritmo de trabajo que se exige, por eso creo que es importante hablar de todas estas cosas porque no considero que tengamos un problema, considero que quizá se nos dice que tenemos un problema porque no podemos afrontar el ritmo de vida que se nos está pidiendo.
¿Crees que una de las razones es el contexto en el que estamos viviendo? En el poema Por mí y por todos mis compañeros hablas sobre tu generación, sobre el problema de la depresión y el paro. ¿Crees que el mundo en el que vivimos nos está conduciendo a este sufrimiento?
Toda etapa de crisis económica se convierte en una etapa de crisis tanto social como de valores. En el poema, equiparo la depresión al problema del paro porque para mí es muy parecido tener una depresión a estar parado, en ambos casos te sientes desamparado: Cuando estás deprimido sientes que necesitas un tipo de atención, un cierto amor, algo que te falta; y cuando estás parado, -lo sé por amigos míos que han estado años y años sin trabajo- sientes que necesitas algo, que necesitas hacer algo, realizar un trabajo que no se te da. Esa sensación de desesperanza, que puede sentir cualquier joven, no tiene por qué ser una desesperanza desgarradora o una tristeza o una depresión, sino simplemente una sensación de falta de expectativas, de no poder hacer planes de aquí a tres años. La gente de mi generación trabaja sin saber si va a tener una casa o va a poder formar una familia. El paro y, en cierto modo, la desesperanza que están viviendo las personas de nuestra edad, se asemeja un poco a la desesperanza que sufren determinadas personas depresivas. Son cosas totalmente diferentes pero sí que se nos está abocando a la desesperanza. No tengas expectativas de futuro, coge lo que hay porque es mejor que nada que es lo que probablemente tengas… Se están forjando unas premisas y no ya no solo en el ámbito del trabajo, sino en los valores. No estamos en una sociedad que promueva la entrega voluntaria, de entrega al otro, que es quizá lo que en algunas familias cristianas hemos aprendido, sino que estamos en una sociedad que promueve el individualismo, la competitividad, que promueve que te busques la vida porque nadie te va a ayudar a hacerlo. Lo peor es que se ha visto eso como independencia, pero se está enseñando desde el lado competitivo. Me gustaría vivir en un mundo que se rigiera por otro tipo de mentalidad. No sólo te duele tu situación personal sino que te duele el mundo que estás viendo.
¿Piensas que la generación millenial está en cierto modo condenada a la infelicidad?
Todas las generaciones del mundo se han adaptado a lo que tienen, la felicidad no es un concepto universal. En determinadas épocas y sociedades significa cosas diferentes: no es lo mismo ser feliz en Occidente que ser feliz en el África Subsahariana. Mucha gente dice que no puedes ser infeliz porque hay gente que no tiene de comer. La felicidad es muy relativa y depende mucho de dónde creces. No puedes culparme a mí por ser infeliz aquí porque otros son felices allí. Así que no creo que esta generación esté condenada a la infelicidad, se adaptarán al mundo que tengan y dentro de ese mundo crearán un concepto, quizá no nuevo del todo pero sí variante, de lo que se considera felicidad. La generación de nuestros padres generalmente encontraba la felicidad en la estabilidad de un trabajo, de un hogar y de una familia. En cambio ahora lo que se promueve o lo que está imperante es el espíritu aventurero de salir, de conocer cosas… Yo tengo amigas que tienen veintidós años que van a ser madres y mucha gente dice qué desastre, se está amargando la vida y es porque ya han entendido la felicidad de otro modo.
Háblame un poco de la diferencia que has encontrado escribiendo poesía ahora que estás escribiendo una novela
Lo noto mucho, porque en la poesía no siento la presión de que nadie va a leerme. Nace de necesidades totalmente diferentes. Cuando me siento a escribir un poema tengo una necesidad muy espontánea en la que no me planteo qué estoy escribiendo o por qué utilizo una palabra y no otra. Para mí, la poesía siempre ha sido un género muy libre. En cambio, ahora que estoy escribiendo una novela -bueno, escribiendo, voy a ratos porque me cuesta mucho librarme de mí misma-, sí que encuentro más limitaciones; tengo que estar siguiendo un hilo argumental, la pauta de determinados personajes que tienen una personalidad concreta que no es la tuya… Requiere un ejercicio mental de salir de ti y de tener una visión objetiva de lo que estás escribiendo, necesitas una visión más científica que en la poesía, que es algo para mí como la inocencia absoluta, un niño que se sienta a pintar con las manos y no le importa el resultado. La poesía me nació como algo espontáneo desde el principio y no es algo a lo que preste demasiada atención cuando escribo, escribo sin censura, en la novela sí que paso un filtro. La novela es un cortar, pegar y estar borrando todo el tiempo y la poesía es un escribo lo que me sale y dentro de un año si lo junto con algo, lo reviso. Para mí, la poesía es el único campo de mi vida en el que no soy exigente, escribo lo que siento, no me exijo determinada calidad ni determinado grado de satisfacción conmigo misma. Soy una persona muy exigente con todo y la poesía me salva un poco de esa exigencia, es mi vía de escape.
¿Qué te parece el panorama poético murciano?
Pues Murcia me gusta especialmente por un tema: su mezcolanza. Tú vas a un recital y puedes encontrar perfectamente a gente de nuestra edad y a gente mayor y eso me interesa porque no se hace una segregación de lo que es poesía joven y poesía madura. Me gusta que haya un ambiente cultural y, en este caso, literario que permite que personas con diferente experiencia y con diferente forma de escribir o de entender la poesía puedan coincidir en ciertos aspectos. Cuando recité en Zalacaín, ver que había mucha gente mayor a la que le gustó lo que hice, me reafirmó en la idea de que lo escrito por un joven no deja de tener vigencia, igual que lo escrito por una persona de setenta años no deja de tenerla para alguien más joven, hay ciertas cosas universales. Soy una persona que rehúye un poco de la etiqueta de joven porque, cuando te llaman poeta joven piensas en qué serás cuando ya no seas joven. A veces me pregunto si hay que escribir cosas de determinada calidad para que no te llamen joven. ¿En qué se basa la gente para llamar a alguien poeta joven?
¿Y la catalogación de poeta femenina o de escritora femenina? ¿Cómo te llevas con ella?
Considero que lo femenino está presente en el arte como un imaginario, al igual que existe el imaginario punk o el imaginario romántico. Así que una persona puede escribir sobre el imaginario femenino tanto como puede escribir sobre cualquier otro. Lo femenino es un nicho en el que se incluyen ciertas experiencias que se han asociado tradicionalmente a la mujer, como la maternidad o la no maternidad, la experiencia corporal, el hecho de ser presa de un cuerpo… A menudo se ha visto mucho en la poesía femenina porque las mujeres en cierto modo y tradicionalmente hemos sentido nuestra experiencia mucho más ligada a nuestro cuerpo. Sí que creo que existe lo femenino y que es natural que una mujer poeta añada ese tipo de cosas a su imaginario en tanto que es mujer y no creo que deba evitarse, pero tampoco hay que encerrar la poesía escrita por mujeres en lo exclusivamente femenino porque se están silenciando partes de su trabajo también muy importantes. A veces sí que echo de menos que se hable de poetas mujeres y de sus obras no centrándose exclusivamente en lo que las distingue de los hombres. Sí, ser mujer condiciona y crea diferencias con los hombres en la sociedad, pero una mujer es capaz de escribir más allá de eso. Hay que valorar a una mujer por la obra que hace tanto en el imaginario femenino como fuera de él. Creo que se habla mucho así por moda y porque sí que es cierto que ha resultado transgresor que se escriba sobre determinadas cosas como el aborto, la menstruación, el sexo… en determinadas épocas en las que si una mujer escribía sobre eso era escandaloso; en ese sentido sí que lo valoro mucho porque resultó subversivo en su momento y lo sigue resultando a menudo, pero no creo que haya que limitar lo femenino exclusivamente a eso; una mujer es mujer por escribir sobre eso, pero también lo es por muchísimas más cosas, por luchar por una sociedad mejor y por escribir millones de cosas que no sólo tienen que ver con estos temas.
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