Vega Cerezo nos cita en el jardín de la Pólvora. No sorprende pues aparece nombrado en muchas ocasiones en su último poemario Yo soy un país. Es para ella un lugar muy especial, donde ha jugado, ha pasado largos ratos, donde, incluso, ha dormido. Este jardín desde el que hablamos, forma parte, indudablemente de Ciudad Fragilidad, la ciudad que se recorre en los poemas, la ciudad en la que vive y sueña la poeta. Una ciudad inventada pero que tiene muchas cosas de Murcia: tiene ese deseo de la lluvia, tiene guiños hacia ciertos sitios que me gustan. No es Murcia pero sí es algo que aquí se respira, algo que, al menos yo, respiro.
Así, entre árboles, ruidos de patos y el sonido del agua del estanque, Vega habla con fluidez, como un río, con pasión, como un océano, con dulzura, como la lluvia. Vega es una de esas personas con ángel, con ángel de agua, es, irremediablemente, una sirena. Su primer poemario La sirena dormida se convirtió en algo tremendo para ella había tantísimas dudas… Hay algo que está en el primer libro, que se desvirga de alguna manera y que luego sigue estando pero no de la misma forma, no con esa vitalidad, esa efervescencia. Para mí fue muy insegura la época de su escritura, sobre todo la parte de la corrección, llegó un momento en el que dije “para, porque la vas a destrozar. Anda raro pero es que anda con aletas, no puede andar mejor, así que déjala, no le busques zapatos”. Tenía una imperfección que no se la podía quitar porque si se la quitaba, la hacía igual a todo y ella era distinta. Recuerdo un día que estaba en una librería y hablando con un librero, Alfonso, en Diego Marín, y con Pepe Belmonte, que estaba por ahí, crítico literario y amigo, acabé diciendo “ayer me acosté con una coma”. Pepe me mira y me dice “¡¿te has acostado con una coma?!” Y pensé “hostia Vega, tienes que parar, estás obsesionándote”. Si me rascaba, se me veían las escamas. Así que me di cuenta de que el mejor sitio para contar aquella historia era la poesía, porque el personaje fundamental era una sensación, no era una persona. Empecé a escribir La sirena dormida y aquello salió de las tripas, como si hubiera vomitado.
Con Yo soy un país, en cambio, ocurre todo lo contrario y probablemente por eso este poemario es como es: Creo que parte de este poemario se lo debo al cambio en el proceso creativo. Cuando terminé de escribir La sirena dormida solo tenía ganas de despegármela, de quitármela, de desprenderme de ella, que fuera libre, que saliera o que se quemara o lo que fuera, pero yo ya no podía seguir conviviendo más con el poemario, era tremendamente cansado. Entonces cuando empiezo a escribir los primeros poemas de Yo soy un país que fue en las últimas pruebas de corrección de La sirena dormida, empiezo a pensar en la historia que quiero contar de una manera muy casual: era una idea que yo tenía en la cabeza y en viaje a que hicimos Juan y yo por nuestro aniversario al Camino de Santiago, no tenía libro para leer en el trayecto en tren y le escribí a un amigo para que recomendara uno. Fue “Bilbao-New York-Bilbao”, de Kirmen Uribe. El autor cuenta una anécdota muy curiosa. El libro no cuenta una historia en realidad, él hace un viaje y mientras tanto va recomponiendo la historia familiar. En un momento determinado, dice que tiene una apuesta con los amigos acerca de cuál será la primera frase de la novela. Él está muy seguro de cuál será, pues está puesta durante mucho tiempo y la mantiene porque para él la primera frase es muy importante porque es como la trampa que te engancha. Durante las sucesivas correcciones que tiene la novela, llega un momento en el que no tiene más remedio que hacer un cambio en la frase, dejando como definitiva “Los peces y los árboles se parecen” perdiendo así la apuesta. Sin embargo, recupera contando la anécdota en el libro, la frase primera: “Las casas se mueren si nadie las habita y también las personas”. A mí esa frase me pareció maravillosa, de hecho, ya estaba La sirena dormida prácticamente para imprimirse y yo la incorporo en las citas iniciales.
Cuando yo la leo, pienso, “ostras, este tío habla de esa historia que yo ya tengo en la cabeza”. Siempre he pensado que somos como casas y que venimos aquí y ocupamos la que nos toca, y eso no lo podemos cambiar. A quien le toca una casa alta, le toca alta, a quien le toca un pisito bajo, un pisito bajo y eso es lo que hay, lo puedes arreglar un poquito más, ponerle florecitas en el balcón pero tu casa es la que es y nosotros seríamos como una pequeña luz que está dentro de esas casas, conforme vamos viviendo, la casa se va llenando de gente, se va vaciando, las habitaciones de lo hijos se nos vacían, se nos llenan de visitas, se rompen cosas, las paredes hay que pintarlas… esa luz se va haciendo cada vez más potente. Esa es un poco la idea que tengo de nosotros, de lo que somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos.
Así que al leer esa frase de Kirmen Uribe, dije “tengo que contar esta historia”. Al país le pasa eso, que sí tiras de un hilo horizontal que recorra todo el poemario ves esa metáfora de las casas y la luz. Cuando empiezo con el país, no tengo la necesidad de llegar al papel, los poemas se van construyendo en la cabeza de una manera muy lenta, en algunos casos, pasan incluso meses. Por mi trabajo me paso muchas horas conduciendo y fantaseo con ellos, cuando pasan al papel, están super guapos, peinados y construidos, porque han pasado meses de convivencia conmigo, así que llegan prácticamente sin necesidad de corrección. Se desarrolla una intimidad de la que me cuesta desprenderme al publicar el libro. Este proceso creativo creo que es el que debe ser, el que me es válido a mí. De hecho ya no he vuelto a trabajar de otra manera. Ese proceso de convivencia interna cada vez se dilata más y es hasta perezoso llegar al papel. En lo que más tiempo tardé fue en ordenarlo, un año entero, en ver cómo intercalaba los poemas de ciudad fragilidad y por eso está dividido en dos partes porque en ese espacio de cuatro años tú evolucionas, no siempre ves la vida igual y hay veces que hablas del amor de forma un poco más superficial y otras con otra profundidad.
Hablamos entonces del Premio Mandarache, pues ella ha sido la escritora regional invitada a este maravilloso certamen que nace por amor a la lectura. Cuando Alberto me llamó para decirme que habían elegido Yo soy un país como libro y a mí como escritora regional invitada, me quedé alucinando. Fue una sorpresa inmensa, no me lo imaginaba. La experiencia es lo mejor que te puede pasar: estar en contacto con gente joven que está en una edad en la que todo lo viven con esa tremendidad. Creo que ese es el mejor campo para poder vivir la poesía. Cuando quieren, quieren a lo bestia, cuando odian, odian a lo bestia. No tienen un punto medio. Están en esa etapa de la vida de fatalismo absoluto hacia todo y poder experimentarlo para mí fue un regalazo. Cuando haces recitales o cuando estás con otra gente que también escribe es muy diferente. Esa frescura de poder compartirlo con alumnos es lo mejor con diferencia. No cambiaría eso por cualquier otro recital. Sin ninguna duda.
Los niños y la poesía, por tanto, sí combinan bien, El problema es que está mal enseñada. Está como estaba cuando yo estudiaba, que empezábamos por la parte más dura: Santa Teresa, San Juan de la Cruz… No entendías nada, no sabías qué le había pasado a esa gente, no tenía nada que ver contigo. Luego sí que encuentras a otros autores y los lees y puedes ver que lo que escriben te ha pasado a ti o que hablan de algo que tú has sentido. A partir de ahí, sí entiendes la poesía o por lo menos sí la sientes. No es tan importante entenderla como sentirla. Sentir ese relámpago que te recorre el cuerpo, ese chispazo, esa sensación de escalofrío. Eso es lo importante y no tanto entender qué quiere decir.
Les conté lo que me pasó con Benedetti. A mí me pasó que con quince o dieciséis años que alguien me enseñó algo de Benedetti y cuando lo leí dije “joder, este tío habla de algo que me ha pasado a mí, este tío habla de mí”. A partir de ahí, me enganché a la poesía. Benedetti, Ángel González, luego Pizarnik… Para mí fueron estos, el primero, Benedetti, que es un autor que con dieciséis años te tiene que destrozar, no puede haber otra opción más que esa, te tiene que enganchar. Les puse ese autor como ejemplo, porque fue el que a mí me hizo entender la poesía. Él quería decirle a alguien que no le valía la manera en la que estaba “No te quedes inmóvil al borde del camino/no congeles el júbilo”. Quería decirle algo a alguien que yo también quería decirle a otro alguien pero no sabía con qué palabras. Cuando leí aquel poema, dije “ostras, esto es lo que yo quiero decir a esta persona y es así como se lo quiero decir”. Es lo que sujetaba a aquel hombre y a mí que estaba allí con quince años. Solo nos sujetó el poema.
Pero Vega Cerezo piensa que los chicos no están tan lejos de la poesía como pueden creer, si escuchan música rap, de hecho, viven en el país de la poesía. Fue su hija Rocío la que un día le dijo: “Mamá, tienes que escuchar esto”. Empezó a grabarme cosas, yo me las fui poniendo en el coche y la verdad es que me encantó. Yo alucinaba conforme iba escuchando. Creo que son lo que en mis tiempos fueron los cantautores, esa gente como Antonio vega, Joan Manuel Serrat, Juan Perro… esa gente que tenía una intención en las letras y una elaboración muy potente que, en la música actual la encuentro perdidísima. Entonces había una exquisitez en las letra, una denuncia muy potente y eso es lo que yo encuentro ahora en la música rap, esa denuncia hacia las cosas. Si hay que buscar un grupo que realmente esté llevando la voz de la calle hacia arriba y con una elaboración para quitarse el sombrero para mí es la música rap y la verdad es que las letras por separado, en algunos casos, no están tan lejos de la poesía: son verdaderos poemas, tienen ritmo. Es muy buen camino para llegar a la poesía, siempre se lo digo a los chavales
La situación de la poesía en Murcia también se convierte en tema central en una conversación de más de dos horas que pasan volando como los pájaros que pían a nuestro alrededor. Hay una frase que dice “siempre hay poetas leyéndose” no leyendo, sino leyéndose y eso es algo que no me gusta demasiado de la comunicación de la poesía, es la parte que llevo peor. La frase es de un tío que me gusta mucho, se llama Billy Collins, un poeta americano vivo, muy amante del jazz que utiliza muchísimo la ironía, la utiliza genialísimamente en la poesía. En una entrevista le preguntan por cómo está la salud de la poesía en Norteamérica y dice “bueno, yo considero que está bien porque se hacen muchos recitales y además en lugares que no son los que siempre han sido. Se hacen en cafés, en almacenes, en sitios muy fuera de lo común, pero siempre tengo la sensación de que se toca siempre el violín en salas donde todo el mundo lleva un violín en las rodillas”. Yo veía el chiste de Forges total. Y dije, es verdad, es que ocurre. A veces, leemos poesía en sitios donde solo hay poetas. No podemos conformarnos con leernos poesía unos a otros, con ese círculo tan fagocitante. Hay que sacar a la poesía de ciertos círculos y si hay que matar a algún poeta pues se le mata (Risas). En Murcia la salud es buena, hay mucho talento y cada vez se hacen más cosas culturalmente hablando. La gente no precisa de que haya una estructura creada para montar círculos de actividad creativa, que eso me parece importante, es decir, que el propio pueblo tome un poco las riendas y que no dependa de la administración para montar un club de lectura o hacer recitales, de hecho, hay un montón de cosas, desde el Colectivo Iletrados, fanzines… esto me parece que es lo que debe ser, pero sí que entiendo que la administración debería favorecer el soportar estos proyectos, porque no se puede pensar que esto lo tienen que soportar siempre los mismos hombros, si no se convertirán en grupos muy fagocitantes, muy exclusivos.
También hay tiempo para hablar de lo que esta sirena hace en su tiempo libre. No titubea, habla de surf y no sorprende, está hecha de agua. Es algo que me había encantado desde siempre y un día Juan me regaló un curso de surf en Santander, Rocío tenía vacaciones y nos fuimos las dos a hacerlo. En aquel momento yo iba con aparato corrector en los dientes y, claro, cuando llego allí y me encuentro a todo niñas jovencísimas todas con su bikini, con su neopreno atado a la cintura y yo con mi aparato, quince años mayor que cualquiera de ellas dije “ no sé si esto va a ser lo mío”, pero disfruté mucho nos encantó el deporte, la adrenalina cuando te tumbas en la tabla y miras la ola y la ves que viene y empiezas a remar, la fuerza con la que la ola te chupa y te escupe cuando vas ya tumbado en la tabla para ponerte de pie, esa décima de segundo es brutal, no te puedes ni imaginar la velocidad ni por asomo. También le gusta correr por la huerta escuchando música, leer, por supuesto y sobre todo, pasar tiempo con los que quiere en el país que ha creado, en el país que es ella misma.
Y con la generosidad que la caracteriza, nos regala anécdotas preciosas como estas: El otro día, el Instituto Mediterráneo, cuando terminó el encuentro me dio un palo enorme. Muchas veces se acercan chavales a decirte que escriben y yo siempre les animo a que no dejen nada en el cajón, que no sean gilipollas, que sí, que da mucho pudor pero que lo enseñen, que tienen profesores o quien sea que pueden aportarles algo y yo siempre me ofrezco. Bueno, pues se acerca una chavala y no hablaba y digo “dime”, “es que quería decirte otra cosa”, y la pobre no se arrancaba y miraba para abajo y ya me dice “pues que yo tenía las cosas guardadas en el cajón y es verdad que he pensado como lo has dicho antes que se pueden reír de ti, que estás escribiendo de cosas tuyas… pero me he animado a compartirlo cuando leí tu libro de Yo soy un país y quería darte las gracias” y, joder, me quedé… Eso me causa muchísimo pudor. Pero luego también es verdad que yo lloré amargamente sin que el señor Benedetti lo supiera, hasta que lo conocí. Fue una cosa totalmente rocambolesca. Yo estaba repasando una estantería en el Corte Inglés de Alicante y estaba allí hojeando libros y yo que no he sido groupi nunca, me acerqué con toda mi vergüenza y le digo “¿es usted Benedetti?” “Sí, sí ¿y vos?” “Yo, yo no”. Y claro se quedaría como diciendo qué gilipollez más grande (Risas).
Nuestro encuentro termina no por falta de temas sobre los que hablar, no por falta de ganas. El tiempo, el maldito tiempo que nos hace siempre pillar atajos como los que hemos tenido que coger aquí para enseñaros el país de Vega. El tiempo y el espacio son insuficientes para recorrer su país por entero. Menos mal que existen los libros que lo esconden todo mientras no tenemos ni tiempo ni espacio para disfrutar. Leed La sirena dormida. Leed Yo soy un país. Leed y si no leéis, nadad, como ella dice. La poesía o el mar. Tú eliges.
Fotografías por Santiago Ros.
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[…] Vega Cerezo, poeta. Yo soy un país (Raspabook, 2013) es su poemario más reciente […]