«Argonauta, peripecias modernas entre los océanos y el cambio climático» es el título del primer libro del cartagenero Pablo Rodríguez Ros. Es Doctor en Ciencias del Mar y lleva desde los diecinueve años investigando en oceanografía y cambio climático. Ha participado en expediciones científicas en el océano Atlántico, Pacífico, Índico y Antártico, y también ha realizado estancias de investigación en instituciones científicas de Reino Unido, Canadá, Suiza y Estados Unidos. En su tiempo libre, divulga los múltiples papeles que juega el océano en nuestro planeta y en la lucha contra el cambio climático.
En el libro narra desde su experiencia personal y de una forma cercana el alcance del impacto del cambio climático en los distintos océanos del planeta a través de sus trabajos y expediciones realizados en los últimos diez años. «Argonauta, peripecias modernas entre los océanos y el cambio climático» se nos ofrece como aliciente para la lucha contra el cambio climático, el mayor reto contemporáneo para la humanidad. Además los beneficios del autor irán destinados a proyectos de recuperación del Mar Menor (Región de Murcia) coordinados por la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE)
¿Cómo ha sido ver tus últimos diez años reunidos en “Argonauta”? ¿Qué te llevó a querer hacerlo?
Evitando caer en la típica cantinela “romanticona”, la verdad es que ver 10 años de dedicación a los océanos y el cambio climático condensados en un libro, en primera instancia, me produce una cierta sensación de satisfacción y, porque no decirlo, también de alivio. Y precisamente eso es lo que me llevo a escribir el libro: el querer narrar los periplos de un camino que yo he seguido, en muchas ocasiones con giros azarosos de la vida ajenos a la socorrida meritocracia, y que nunca he contado publicamente. Focalizando mucho en que aunque uno podría pensar que en algunas ramas de la ciencia todo es muy “épico”, la realidad contemporánea nos dicha que no lo es tanto.
Me apetecía transmitir esto mirando hacia atrás, pues me encuentro en un momento de encrucijada personal y profesional en el que me apetecía, por una vez, pararme y disfrutar de lo aprendido y lo vivido, que viene a ser lo mismo (de hecho, el primer capítulo del libro coge su frase de un meme que refleja eso mismo: “Os preguntaréis cómo he (hemos) llegado hasta aquí”). Sin embargo, posiblemente tanto en la vida como en la ciencia, no existe un “fin”, sino que tras una puerta encuentras otras tantas. Y ya cada uno va decidiendo cuál de ellas cruzar. Haciendo mías las palabras de la niña viral: “pero bueno, es mejor jugártela cruzando puertas que morirse”. En conclusión, este libro es mi transcurrir a través de esas muchas puertas, muchas veces de manera poco glamurosa por no decir cutre, y eligiendo bien pero también mal.
En “Argonauta” has querido unir tus investigaciones con tu experiencia personal, ¿crees que es más fácil que la gente lo entienda así que solo con datos?
Creo que hay tantos públicos como personas hay en el mundo. Y, efectivamente, sabemos que incluso con los datos en la mano, hay muchas personas a las que es imposible convencer. Esto ha sido así durante toda la historia moderna, lo es y, en mayor o menor medida, lo seguirá siendo. Mi intención con el libro es llegar a gente que está interesada en géneros ajenos a la divulgación científica. Por ello, aunque en el libro sí que explico muchas cosas de ciencia y medio ambiente, lo hago todo hilándolo con la narrativa personal que pone el énfasis en las vivencias.
En este libro no encontrarás nada que puedas encontrar a golpe de click en la Wikpedia. Tampoco cosas que haya contado alguien antes. Esto se debe a que basicamente es mi historia y la de la gente que me acompañaba y que me ha enseñado tanto todos estos años. El valor añadido de este libro que creo que consigue que la gente entienda muchos procesos y fenómenos naturales, y se conciencie de algunos retos ambientales, es que es una vivencia real en la que el lector me acompaña y va aprendiendo progresivamente.
¿Cuándo comenzaste tu camino en la Facultad de Biología de la UMU alguna vez imaginaste que te llevaría a tantos lugares?
Nunca había imaginado algo así. Y, honestamente, tampoco era mi amibición. Ya antes de entrar en la carrera tenía dudas y mis tres elecciones, en ese orden, fueron: Ciencias Ambientales, Medicina y Ciencias del Deporte. Me decidí por Ciencias Ambientales, donde compartí aula con el flamante director de C’mon Murcia, y a lo largo de la carrera fui deciendo qué me interesaba. De hecho, así lo cuento en el libro, ya que empieza precisamente con mis dos años como alumno colaborador en el Departamento de Ecología e Hidrología echando una mano en dos proyectos en el Mar Menor. Después, aunque no lo cuento en el libro, hice mi Proyecto Fin de Carrera acerca de las sequías en la Península Ibérica y Baleares. ¿Hay algo más opuesto a estudiar los océanos que estudiar la sequía? Lo dudo, pero mi elección fue saltar de nuevo hacia las ciencias del mar. El resto está en el libro, haber podido trabajar Mar del Norte, Atlántico, Antártico, etc; y en multitud de países.
¿De dónde viene tu amor por el mar? ¿Y por la investigación?
Remontandome lo más atrás posible, el mar me empezó a interesar por el mero hecho de nacer y crecer en Cartagena y porque en mi familia existe una afición desmedida por la pesca, que alcanza su máxima expresión en mi padre. Recuerdo muchos días de madrugones para pescar en zonas colindantes al puerto de Cartagena, como el Faro de Navidad (Faro Rojo), cuando yo tenía muy pocos años. Pescar nunca me gustó mucho, no tengo la paciencia necesaria. Pero los peces sí que me interesaban, y así iba aprendiendome sus nombres, sus funciones en el ecosistema, etc.
Por otro lado, también desde muy pequeño veía el BIO Hespérides en el Puerto de Cartagena y mi abuelo materno, que era marino de la Armada Española, me contaba a los sitios tan lejanos que iba ese barco, que yo no podía ni imaginar. A su vez, mi familia paterna trabaja en los astilleros de Navantia en Cartagena desde hace cuatro generaciones y, de hecho, algunos de mis familiares estuvieron involucrados en la construcción del BIO Hespérides.
Puede decirse, en conclusión, que a mí la investigación no me interesaba, me gustaba la exploración pero tarde tiempo en darme cuenta que las expediciones del siglo XXI son científicas. Si no son científicas son meros viajes, que para Instagram están muy bien pero aportan poco al conocimiento de la humanidad. Cuando era pequeño me comentaron que para irse en el Hespérides había que ser militar, médico o científico. Como las dos primeras no me interesaban y la tercera no sabía muy bien lo que era, perdí mi interés en ese buque hasta que en la adolescencia fui madurando mis ideas y decidí que, tal vez, en un futuro, podría embrcarme en dicho buque como científico.
¿Y qué crees que tiene el mar y el océano para fascinar y aterrar al mismo tiempo?
Es un medio que no es el nuestro y, por eso mismo, tiene todo lo necesario para matarte. Es, a fin de cuentas, otro mundo y por eso fascina y aterra, porque nos es en cierto modo ajeno y muchos de los seres que lo habitan aún son desconocidos. Su extensión es desmesurada. En el libro plasmo esto cuando hablo de las regiones de calmas ecuatoriales del océano Atlántico tropical, donde he tenido la oportunidad participar en dos expediciones oceanográficas. Es una masa azul inmensa, sin viento, con calor, sin otros barcos. Es un desierto azul, aunque en el libro vemos que no lo es tanto y que hay mucha vida interesante. De hecho, creo que han sido las dos únicas experiencias que he tenido en mi vida en las que me he sentido muy lejos de todo.
Tu vida siempre ha estado cerca del Mar Menor, ¿te duele ver hasta dónde ha llegado su situación?
Me duele pero canalizo dicho dolor en ideas y propuestas. No me quiero centrar en aspectos técnicos porque diría lo mismo que llevan repitiendo los científicos expertos en el Mar Menor desde hace décadas. Muchos creemos firmemente que podemos aportar mucho a problemas de este tipo, no solo desde un punto de vista técnico, ya que ya hay muchos expertos en el Mar Menor, sino tendiendo puentes entre la sociedad, la ciencia y las instituciones políticas.
La situación en la nos encontramos ahora mismo es clave, incluso histórica, porque no se está decidiendo simplemente recuperar el Mar Menor, sino qué Mar Menor queremos recuperar. ¿Queremos un Mar Menor que tenga aguas transparentes pero no conserve su biodiversidad y ecosistemas únicos? ¿Queremos un lugar meramente de recreo vacacional? ¿Queremos que se convierta en un ejemplo mudial de la conservación y atraiga a miles de turistas interesados en contemplar sus especies únicas de aves migratorias, caballitos de mar, etc? Esto es lo que ahora mismo está en juego.
El Mar Menor en cierto modo está “roto” pero se puede “montar” de varias maneras diferentes. En la mano de los ciudadanos está elegir cómo y de echar una mano. En mi caso, he tenido la oportunidad de tratar este tema desde esta óptica con algunos representantes de la clase política, ya que es esencial que exista un consenso político amplio para poder abordar este asunto y, eventualmente, llegar a un lugar donde todos, el Mar Menor el primero, salgamos ganando.
A juzgar por tus peripecias parece que no te ha ido mal dedicándote a la ciencia, ¿pero cuál es la realidad de intentar dedicarse a la investigación en nuestro país?
Es un camino duro, como así lo es en el resto de países. La diferencia es que en nuestro país se invierte menos en ciencia que en los países europeos de nuestro entorno, así como adolece de problemas estructurales que tienen que ver con la endogamia o el nepotismo.
Por otro lado, no existe una carrera científica real. Una vez que uno acaba el doctorado se ve abocado a irse al extranjero muchos más años de los necesarios. Y hago énfasis en esto: irse al extranjero es un plus interesante, no poder volver a tu país tras más de un lustro fuera es un problema. Y dicho problema no lo es solo para el investigador, sino también para el propio país, pues está perdiendo un talento muy valioso.
¿Y por qué hoy en día la “ciencia”, así como concepto, se sigue viendo como algo tan ajeno a nuestro día a día?
Creo que esto cada vez es menos así. Un ejemplo, por suerte y por desgracia, es que gracias a la pandemia muchos investigadores y médicos están dando pasos adelante y la sociedad los va conociendo, los sienten un poco más cercanos. Siempre han estado ahí pero parece que sigue sin suscitar interés el dar cobertura a los científicos y a la ciencia en los medios tradicionales. Este libro también es un intento de que la gente vea que somos personas normales, muy normales, y que lo raro es que la investigación científica se parezca a Big Bang Theory.
Es inevitable que tu paso por la Antártida sea una de las cosas que más llamen la atención de tu libro, un lugar que prácticamente nadie de los que nos lee verá con sus propios ojos, ¿cómo te sentiste allí?
Te sientes un privilegiado. Siempre lo diré. A la Antártida se puede ir como turista desembolsando una cantidad de dinero que puede rondar los 10.000€ entre viajes, hoteles y demás. Yo me siento un privilegiado porque a mí me han pagado por trabajar allí. Lo cual considero que es una diferencia importante a destacar. Que te paguen por hacer algo que está al alcance de tan pocos es ser un privilegiado. Allí te sientes un poco raro, como siempre que estás muy lejos de tu lugar de origen. Es otro mundo, aunque esto suene a cliché. Todo es muy distinto: el aire está más limpio, el agua más fría y la vegetación practicamente no existe. Es un mundo blanco salpicado de formas de vida curiosas como son los pingüinos.
¿Si tuvieras que quedarte con solo un lugar de todos lo que has visitado cuál sería y por qué?
Me quedaría con las calmas ecuatoriales. Con navegar con el buque de investigación “cortando” ese agua totalmente calma mientras los peces voladores se escapan a ambos lados del buque. La Antártida o la Polinesia Francesa, que son protagonistas también en el libro, son lugares fascinantes. Pero yo me quedo con la soledad de esa inmensa “balsa de aceite”.
¿Qué ha sido lo más duro de este trabajo de estos diez años? ¿Y lo más reconfortante?
Lo más duro ha sido estar lejos demasiado tiempo de amigos, pareja y familia. Lo más reconfortante es saber que no te lo echan en cara y valoran lo que has hecho.
Tendemos a pensar que hay ir lejos para descubrir lugares increíbles, ¿cuáles son tus favoritos de la Región?
Una de las cosas que cuento en el libro es que a nivel científico las cosas más fascinantes están a nuestro alrededor y no nos damos cuenta. No hace falta cruzarse medio globo terráqueo para echarte cuatro fotos, lo cual es bastante poco sostenible pero ese es otro tema. Mis lugares favoritos de la Región son Cabo de Palos, donde veraneo desde los 7 años, y todos los montes que rodean Cartagena, los cuales he subido y bajado más veces de lo que mis rodillas necesitan.
¿Crees que en la Región de Murcia se valora nuestro patrimonio medioambiental o es una asignatura aún pendiente para las instituciones?
Creo que la gente sí que valora nuestro patrimonio. Sin embargo, desde la política muchas veces no se le da la importancia que requiere. De hecho, el medio ambiente es siempre la última coletilla del nombre de la consejería competente de dicha materia, y recordemos que las comunidades autonómas tienen mucho, muchísimo, que decir en temas ambientales pues tienen casi todas las competencias, tal y como lo establece la Constitución Española. Algunos, aparte de mentarla mucho, nos la hemos leído.
¿Y crees que la gente realmente conoce lo que nos rodea?
Creo que sí y que es un tema que va a más gracias a las generaciones más jóvenes. Por suerte, este estrato poblacional, aunque pequeño respecto a otras generaciones, está cada vez más concienciada acerca de comprender y proteger aquello que les rodea.
¿Cómo crees que se puede concienciar a la gente de que el cambio climático es real y, tarde o temprano, puede acabar afectando a su día a día?
Hablándoles de los problemas que va a ocasionar el cambio climático en su realidad, es decir, aquellos imapactos que van a sufrirse directamente en la Región de Murcia. Yo destacaría uno: el aumento de la frecuencia e intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos. Pensemos en un futuro en el que haya más DANAs y/o sequías y estas sean más intensas. Esto la verdad es que no hay que imaginárselo porque ya está pasando, ya estamos en el futuro. Yo a la gente le diría que si piensan que es economicamente caro adaptarse a las condiciones que impone el cambio climático, no se imaginan lo que supone no hacerlo.
Los beneficios del libro irán destinados a colaborar con ANSE, ¿por qué tomaste esta decisión? ¿Por qué ANSE?
Creo que ANSE es un ejemplo a seguir como entidad que protege y cuida el medio ambiente. Además, creo que suple funciones que deberían de realizar los ayuntamientos y comunidades autónomas. Es decir, si no fuera por ANSE el medio ambiente de esta Región sería peor, esto es un hecho, y creo que eso merece ser reconocido y premiado, aunque económicamente esto supondrá una pequeña contribución.
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