No los llamaban magos por nada. Dotados de un genio imposible surgido en el momento preciso de la historia, los Beatles situaron su música en una de esas órbitas mayores de la historia, su música no tardó en convertirse en un icono, burlándose del tiempo y demás modas pasajeras. Para muchas bandas amantes de su música surgió con rapidez una difícil línea (a veces inalcanzable) entre conseguir un cover sin alma o una versión cargada de emoción y lágrimas.
Nowhere Band tiene ese reto cuando sale cada noche al escenario, la última vez en la Sala Rojas de Murcia: quedarse como una copia de algo mayor e imposible o renacer, resurgir de unos orígenes trillados (¿quién no ha escuchado alguna canción de los Beatles?) para devolver al espectador una mirada limpia, aguda, definitivamente cercana a los clásicos de los de Liverpool. Y vaya si lo consiguen.
Eran las once de la noche y la platea observó cinco sombras vestidas con ropa de un tiempo pasado, abstracciones envueltas en un halo definitivamente poderoso, adueñándose del aire que respirábamos los espectadores. La presencia imponía: Jaime Mata como John Lennon, Óscar Mata como George Harrison, Hermes Alcaraz como Ringo, Juan Pedro Beltrán como Paul y Eduardo Sánchez como un reencarnado Billie Preston. Las luces se concentraron en un círculo encarnado sobre el escenario. De repente,, un chasquido, un silbido de las voces de Paul y John. Había sucedido: volvíamos a The Cavern con un abrir y cerrar los ojos.
Decir que Nowhere Band están a la altura o que les augura un futuro brillante es caer en lo obvio. Sin embargo, no fue su calidad musical o su impresionante repertorio (30 canciones, 3 bises imposibles, eternos, mágicos) lo que más llamó la atención: aquellos chicos de Cartagena y Murcia compartían la misma perenne pasión por las notas y los compases que los que hace cincuenta años empezaron su andadura riendo, haciendo bromas, en definitiva, compartiendo su arte y devoción ante una platea en-lo-que-ci-da con el Hey Jude más poderoso que jamás se haya escuchado.
Nowhere Band se comportó como si no fueran conscientes del poder que transmitían, de la felicidad que daban a un público definitivamente eufórico. Con la seguridad de saberse privilegiados dueños de un genio imposible. Como el cuarteto de Liverpool.
Jose Manuel Sala Diaz
No Comments