Michel Houellebecq tiene una apariencia desgarbada. Su pelo parece estar bailando al son de sus ideas y su cara invita a la observación minuciosa más que al acercamiento arbitrario. Quizá lo desaguisado de su presencia se deba más a una fidelidad dedicada al personaje en el que se ha ido convirtiendo. Quizá solo sea fidelidad a sí mismo. El pasado lunes en Molina de Segura, dentro del ciclo Escritores en su tinta desarrollado en la Biblioteca Salvador García Aguilar tuvimos la ocasión de averiguarlo.
Probablemente, todos los que asistieron –que fueron muchos, pues la gente en Murcia sabe lo que es literatura- conocían de primera mano quién era el autor de libros como Las partículas elementales, Plataforma o El mapa y el territorio pero puede que no lo supieran en absoluto. Puede incluso que alguno de los allí presentes hubiera acabado allí de forma casual, sin tener apenas conocimiento de quién era aquel hombre que escribe en francés historias que te arrancan la piel casi de cuajo. La cuestión es que, por unas cosas y por otras, la presentación de uno de los novelistas más importantes del momento y del panorama internacional, quedó casi vacía de significado. Con toda la tela que había para cortar podíamos haber acabado todos vestidos y, si nos descuidamos salimos de allí en paños menores.
Dejando atrás este –supongamos- contratiempo, deberíamos centrarnos en lo verdaderamente importante. Las palabras del señor Houellebecq. Me gustaría poder estar segura de todo lo que dijo, porque a pesar de que todo apuntaba a que no sería un gran conversador, el autor acabó sorprendiendo con una facilidad de palabra de la que no pudimos disfrutar del todo aquellos que no entendíamos bien el idioma galo. Otro –supongamos de nuevo- contratiempo, impidió que la traducción de sus intervenciones no fuera del todo adecuada. El lost in translation en su máximo esplendor. A pesar de ello, reflexiones como si los demás creen que soy polémico es su problema; con Céline había un contexto diferente, con guerra y por eso no creo que pueda ser su sustituto; Soy mucho más que anti-algo, Estoy en contra de la Unión Europea y El hedonismo no ganará a la religión en las sociedades postindustriales avanzadas, llegaron a nuestros oídos a través de las cuestiones que los asistentes creyeron oportuno proponerle a Houellebecq.
Sus novelas, catalogadas “de tesis” están sustentadas en una historia pero –dice, lo primero son siempre los personajes, la historia es, simplemente una posibilidad-. Opina Houellebecq que el pesimismo es la única manera de afrontar la vida, pero no solo la actual, sino la que viene dándose desde la Revolución Francesa. Antes de ella las cosas no podían cambiar, por lo que no existía ni el optimismo ni el pesimismo. Aún así, Michel Houellebecq reconoce que se considera mucho menos pesimista que los escritores románticos. Todo un alivio para sus lectores. Le resulta muy difícil advertir qué escritores han influido en su obra, pues lleva años y años leyendo y las influencias acaban diluyéndose en la inmensidad. Como consejo para futuros escritores afirma que lo mejor es despertarse y no hablar con nadie sin parar apenas de escribir para no perder el hilo; y que además, para ser escritor no basta únicamente con ser un desgraciado. Para escribir, en fin, apenas se tiene que vivir.
Huellebecq, novelista poeta, ensayista y hasta cantautor, ganador de varios premios y famoso por alguna que otra afirmación controvertida, es ante todo, un escritor brillante cuya pluma personalísima no deja indiferente a nadie. Una mirada pesimista, unas historias redondas, una ironía que descoloca y el dominio absoluto del estilo, la voz y el tono lo convierten en un autor al que no es posible perderse. En Murcia, tuvimos la gran suerte de poder ver sus ojos, sus manos de cerca, de ver cómo abría nuestros libros y los marcaba con su firma. Pudimos decirle Merci beaocoup y recibir su peculiar sonrisa. Fue una oportunidad casi única, eso es innegable. Pero la mejor oportunidad, sin lugar a dudas, es la que se te brinda cuando estás a solas con él y con su literatura en tu regazo, cuando no hay nada, absolutamente nada que pueda salir mal.
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[…] evento así que depende de lo que llames vivir. Me parece que es un pensamiento adolescente y a mí Huellebecq me gusta y me interesa. Sí que es verdad que con veinte años, en lugar de irte de cañas con los […]