“Quién me diera una musa de fuego que os transporte al cielo más brillante de la imaginación; príncipes por actores, un reino por teatro, y reyes que contemplen esta escena pomposa.” Shakespeare hablaba así de las musas en Enrique V. Las musas, en la mitología griega, eran las diosas inspiradoras de los poetas, músicos o filósofos. Esa inspiración fue Grecia para Pedro Iturralde y su Suite Hellenique.
La XVI edición del Festival de Jazz de San Javier tenía un ganador de su premio claro. Por su veteranía y por la magia que crea al tocar su música,
fue el elegido para llevarse el galardón de este año gracias a una vida entera dedicada a la música. Casi al final del concierto, el director del festival, Alberto Nieto, y el Alcalde de San Javier, Juan Martínez Pastor, le hicieron entrega del premio de la XVI edición del Festival de Jazz de San Javier, destacando de él que es una leyenda viva del Jazz de este país. Y eso es algo que demostró durante todo el concierto, nos presentó unas composiciones muy cuidadas, muy elaboradas y estudiadas, lo que no quita que nos deleitase con una muy buena improvisación con el saxofón o el clarinete. Hasta ahora es el mejor Jazz escuchado en ese auditorio y sin duda demostró ser el padre de esa gran fusión, jazz-flamenco. Su gran técnica componiendo la demostró con una de sus obras más conocidas, Suite Hellenique, donde dividiéndola por partes, mezclo el jazz, el funk, la suite y la música de inspiración griega. Mariano Díaz (piano), fue quien acompañó aportando la suavidad al jazz de Pedro Iturralde, quien aportó la música de “inspiración andaluza”. Y es que todo en este hombre funciona bajo la inspiración, un hombre que va buscando musas por el mundo. Se llevó el aplauso más grande posible.
Si tuviese que describir de primeras a Judith Mateo diría de ella que es una mujer capaz de resucitar a los muertos con la energía que transmite y la vitalidad que recorre sus venas. Para empezar, su corsé rosa y medias de rejilla rotas no debía ser legal, pero es una rockera, se le consiente todo. Un escenario digno para una banda magnífica, de principio a fin. Judith sacó su violín y empezó a embelesarnos con su música mientras marcábamos el ritmo con las palmas. Fernando Ponce de León, con su gaita y flauta mágica, acompañó a Judith en las canciones dándole el toque celta a cada nota, demostrando que entre estos dos siempre hay una buena sincronización.
Pero el concierto no era todo de rosas, hubo desde el principio un mal planteamiento de este y diversos fallos técnicos, la mala ecualización de los instrumentos en varias canciones fue un factor importante. Si algo me sorprendió era el compañerismo de Judith, el hecho de que los integrantes de su banda pudiesen tocar alguna composición suya demostró lo gran persona que es, pero esto, fue su perdición. Canciones innecesarias como la del Gabriel Peso (pianista) o la del percusionista Joselín Vargas (que cantó una canción suya y toco una mezcla de un solo de cajón y Beat Box), fueron la causa de que mucha gente empezase a abandonar el concierto, cansados, a mitad de este. Y es que, en mi opinión, para hacer un buen concierto, este tiene que girar en torno a la invitada protagonista y no a los miembros de su banda, aunque pudimos escuchar una muy buena composición del brillante guitarrista David Pedragosa, Para Lucia, dedicada a su hija.
En general el concierto giró en torno a su último disco, Ashes, donde ya parece que el rock se sitúa junto al folk en sus melodías. Canciones como Raggle, The Rising Sun, Devil o The Devil Is Dead sonaron como mucha fuerza y pasión, dando Judith todo de sí misma, demostrando que puede animar a cualquier público, incluido el de un Festival acostumbrado a la calma y música lenta. Destacar la versión spanglish de Dustin in the Wind, mítica canción del grupo Kansas que Judith adaptó y que cantó Joselín Vargas con su muy acento andaluz. Fue sin duda una noche divertida, dinámica y mucho rock, que falta hacía en ese auditorio.
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