Ismael Serrano vuelve a Murcia este miércoles 5 de agosto dentro de Murcia On (todavía quedan entradas), la programación especial que ha preparado la Plaza de Toros de Murcia para este verano. Continúa su gira acústica adaptándose así a las nuevas circunstancias de los directos, con un nuevo repertorio pero sin perder esa cercanía con el público que caracteriza sus conciertos. Hemos aprovechado para hablar con él sobre la dificil situación que atraviesa la música, sobre el confinamiento, sobre la cultura…
¿Cómo está siendo la vuelta a los escenarios?
Es una mezcla de sensaciones, nervios, emoción y contención. Es como una emoción contenida. Un concierto es una celebración, un encuentro donde la sensibilidad está a flor de piel y eso sobrevuela el ambiente. Estamos aprendiendo todos a hacer todo de nuevo, estamos aprendiendo a relacionarnos, a caminar por la calle y a ir a conciertos.
Lo que queda al final es la sensación de que la música sortea todos los obstáculos que nos pueda poner la prevención del contagio. Podemos intuir en la mirada lo que la mascarilla no nos deja ver. Hay que recalcar que los conciertos son sumamente seguros, a diferencia de otras actidades de ocio nocturno que tienen menos impedimentos.
Creo que “emoción contenida” es la mejor forma de definir lo que estamos viviendo este verano en los conciertos.
Hay una tensión inevitable entre el ansia por conectar y el trauma que hemos vivido. Yo creo que no somos conscientes del trauma colectivo que nos ha tocado vivir y que nos toca seguir viviendo. El surco en nuestra mente que está dejando esta experiencia va a determinar nuestra conducta en el futuro, nos va a dejar una señal en muchos aspectos y nos va a hacer valorar lo público, la necesidad de establecer vínculos unos con otros.
En una sociedad tan atomizada nos ha hecho descubrir al vecino, ha puesto de manifiesto la necesidad de esas relaciones y la desigual que existe; durante el confinamiento veíamos esas escenas de gente rica en su jardín con champán y a otros afindos en pisos sin ventanas a la calle. Todo eso va a dejar una marca, aún es pronto para verlo, se verá con más perspectiva.
Decías que la única certeza tras todo lo que está ocurriendo es que sólo saldremos de esta juntos pero, por desgracia, parece que somos una sociedad cada vez más dividida y radicalizada. ¿Crees que es así de verdad o es solo una imagen que a ciertos sectores les interesa vender?
Yo creo que sí hay una polarización de un cierto sector de la sociedad, lo que ocurre es que muchas veces creemos que Twitter es una expresión veráz de la realidad social y no es tan así. En Twitter participan los que están muy concienciados y los que están muy aburridos; luego está el resto de los mortales que participa cuando puede, se rodea de gente sana, crea comunidades afines y permanecen al margen de todo esto.
Es verdad que en momentos de crisis uno tiende a acorazarse y encasquillarse en sus propios prejuicios y principios, casi como un mecanismo de defensa. Esta forma de aferrarse ante una situación de descontrol y de caos te da una sensación de seguridad y de control, por eso se generan también delirios como las teorias de la conspiración.
Quizá en mitad de una pandemia no sea el momento más fácil para cuestionarse valores y principios.
Es un momento en el que el miedo lo atraviesa todo y el miedo nubla el juicio. El miedo es legítimo, a mi no me ha gustado nada eso de romantizar el encierro. Hay gente que hablaba de una oportunidad única para conocerse, escribir, componer… las pelotas, esto se hace cuando se puede, no es así.
Durante el encierro sí que has ofrecido en varias ocasiones directos para tus seguidores. ¿Era una forma de ayudar a los demás o de ayudarte a ti mismo?
Por ambas cosas, por eso mismo me subo al escenario. Fundalmente uno se sube al escenario para sentirse menos solo. De la misma forma yo necesitaba abrir una ventana al exterior y crear un lugar de encuentro con esa realidad que había quedado congelada.
De alguna manera la música nos conectaba, nos ayudaba a mantener la cordura; nos hacía entender que el sufrimiento y este confinamiento era transitorio y era algo que tenía fin. Esos directos eran abrir una ventana a esos sentimientos, emociones y cotidianidad que nos había sido hurtada, por así decirlo, y que en algún momento tendríamos que retomar.
Con las canciones nos sabemos acompañados, nos sabemos más fuertes ante la adversidad, tienes esa sensación de control de la que hablaba antes. Salir a aplaudir a los sanitarios no era solo un acto de solidaridad con los que se estaban jugando la vida, también era una forma de mirarnos los unos a los otros y sentirnos acompañados.
La música en directo atraviesa el momento más difícil que yo recuerdo, ¿crees que las instituciones y autoridades están reaccionando a la altura de la situación?
No, porque esto merece un plan ambicioso y a largo plazo más allá de acciones de apoyo puntuales como se están produciendo, que se agradecen muchísimo y está muy bien que se hagan como la habilitación de espacios para la cultura y hacer programaciones plurales. Estas acciones podrían sembrar un precedente para cuando no haya pandemia, se está demostrando que hay otro tipo de público y cultura más allá de los grandes festivales que también merece la pena ser atendida. Hace falta un plan más ambicioso porque esto va para largo.
Yo creo que nunca se prioriza la cultura. A la habitual falta de prestigio que se le atribuye a la cultura socialmente en nuestro país, se suma una desidia por parte de las instituciones que no son conscientes de la contribución que hace tanto al estado del ánimo de la sociedad como a la economía, al PIB y a los numerosos puestos de trabajo que genera. En el caso de la música los conductores, técnicos, hostelería, músicos, producción… gente que se siente abandonada. Y además hay que tener en cuenta que en el sector de la música abunda la precariedad y el desamparo resepecto a los derechos laborales.
¿Y tu directo se ha visto afectado de alguna forma? ¿Has tenido que reducir el equipo que te acompaña?
Llevaba desde hace un tiempo con una gira en acústico porque había editado un disco recopilatorio, “Todavía”, y decidí volver un poco a la guitarra. Estaba grabando un nuevo disco y pensaba volver con toda la banda el año que viene. He prolongado mi formato acústico para el que sigo contando con los mismos profesionales con los que estaba contando.
¿El show ha cambiado respecto a los que venías haciendo en teatros?
He cambiado un poco el formato, todos esos profesionales me siguen acompañado pero estamos simplificándolo ya que los espacios al aire libre no permiten hacerlo como antes.
Se habla mucho de las medidas a tomar para realizar un concierto, pero se olvidan un poco los esfuerzos que también tienen que llevar a cabo los artistas como rebajar el caché, modificar su show o contar con menos personal. ¿Se está olvidando que los artistas también están poniendo de su parte para que se puedan llevar a cabo?
Totalmente, creo que ni se menciona lo que hay detrás de un concierto. En este país no se tiene en consideración el trabajo que hay detrás de un concierto. Hablamos de la música pero imagina en una obra de teatro donde el elenco es mucho mayor, además en un negocio donde los márgenes no son tan grandes como la gente piensa.
No se es consciente de lo que hay detrás del profesional de la cultura, sobre todo porque son trabajos muy inestables, muy precarios, siempre se está en la cuerda floja y cuando se mueve un poco la cuerda se va todo al carajo.
¿Y por qué crees que en España no se valora la cultura?
Pues no lo sé, quizá sean tantos años de dictadura en los que el profesional de la cultura era un tipo sospechoso, cuando no era una caradura y un vividor. Se tenía ese concepto reaccionario de la cultura, no sé si viene de tantos años de eso o viene de antes.
En lugares como Francia hay políticas culturales que asumen con orgullo todos los partidos políticos de todo el espectro, izquierda y derecha, como un emblema de su patrimonio e identidad del que están orgullosos. Aquí no, aquí tenemos un complejo que nos cuesta. Tiene que ver igual que somos un país especialmente sectario en algunos aspectos como lo político, estamos tan llenos de prejuicios que somos incapaces de escuchar lo que tiene que decir el otro.
Nos falta esa mirada plural por parte de los programadores, por parte de la izquierda y la derecha, hay que hacer una programación para los que te han votado y para los que no, donde quepan todas las miradas y atendiendo a las propuestas artísticas y no tanto a lo que piensan los artistas. Y esto es aplicable a todos los colores, de esta falta de compromiso son culpables todos.
Si hablamos de la imagen que se tiene del artista, se me viene a la cabeza que tú te has convertido en la imagen por excelencia del cantautor. ¿Te sientes cómodo con ello?
Ocurre un poco lo mismo de lo que hablábamos. El cantautor es una figura muy prestigiada en todas partes menos en España. En Francia, Inglaterra, Estados Unidos… los cantautores son gente con un peso y una admiración por parte de todos. Aquí hay un estigma y se ve como alguien solemne, triste y demás.
Yo lo reivindico con orgullo porque los cantautores han escrito gran parte de las mejores y más hermosas canciones que se han hecho en español. Serrat, Silvio, Sabina, Aute, Pedro Guerra, Rozalén… son autores de canciones que pasarán a la historia. Lo reivindico a pesar de todos esos prejuicios que existen, de los cuales los propios cantautores participan.
Y lo reivindicas siempre con humor. Te he visto varias veces en directo y siempre me ha sorprendido el contraste entre tus canciones y tu forma de relacionarte con el público. ¿En qué parte hay más de ti mismo?
Me gustan las dos partes y me gusta transitar entre ellas. Lo que me gusta es construir relatos, el concierto en si mismo es un relato, es una pequeña obra de teatro en la que tienes que contar algo.
Hay músicos en los que el relato tiene que ver sobre esa estrella casi divina como la que se presentan en el escenario. Y está muy bien, hay artistas que yo también miro fascinado y adoro casi como un devoto.
Pero también me gusta la otra parte del trovador que cuenta historias, de la complicidad, de la cotidianidad compartida. Me parece divertido reírte de uno mismo porque es una forma de salvar el prejuicio ajeno y el propio, reírte de ti mismo te permite reírte también de otras cosas. Me parece injtusto esos comediantes que se rien de todo pero que hacen poco ejercicio de autocritica, se toman a broma el trabajo de todos pero el suyo es intocable. Cuando te ríes lo haces de tus debilidades, tus clichés y tus lugares comunes, eso te ayuda a mejorar y es saludable.
En el humor no me gusta ese ejercicio de bullyng, cuando te estás riendo de alguien de manera casi cruel, la crueldad en el humor no me gusta. El humor no debe tener límites pero hay chistes que son muy malos, yo tengo derecho a decir que hay humor que es una mierda como la gente tiene derecho a decir que las canciones son infumables.
¿La música siempre se abre camino?
Sí, siempre, de una manera u otra. Y nos ayuda a hacer el camino, a mantenernos erguidos y en movimiento. Incluso cuando cantamos al desamor y la tristeza, nos ayuda a conectarnos con los demás y con las esperanzas colectivas, nos acompaña en el duelo, lo hace más llevadero y nos ayuda a levantar la mirada sabiendo que saldremos de esta.
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