Hacía 6 años que no iba a un Leyendas del rock. Por aquel entonces el genocidio heavy trataba de hacerse en un camping que años atrás se inundó y mató a gente. Pero che, al menos tenía playa y sombra. Y como usar zyklon B está cada vez más caro han optado por que el sol haga el trabajo en mitad de un descampado sin más sombra que la que pequeños cirros dejan momentáneamente. Ah y tres toldos que pusieron y que han fotografiado mil veces para que veamos que hay sombra. Sombra para dos personas y media.
Dentro hay césped. Los cadáveres de los asistentes pueden reposar sobre el único lugar blando de Villena. Pero claro, los conciertos empiezan a las 15.00 y terminan de madrugada. Tú, trabajador de prensa, no te vas a un hotel, te vas a la mierda de descampado y antes de las 09.00h el sol te está deshidratando dentro de la tienda de campaña. No has dormido, y si lo has hecho es sobre piedras, así que te metes un pollo de farlopa, o un café, y si no has pagado los abusivos 17€ para la piscina olímpica subsistes el resto del día privando o en la sección de congelados de un supermercado que ha inflado sus precios un 300%.
Al igual que el año pasado se puso en marcha una iniciativa de reciclaje en la que convierten a los propios asistentes en basureros. Por un puñado de vasos de plástico te regalan cerveza. Se cumplen dos cosas: ahorran en contratos, mantienen limpio el recinto y los borrachos tan contentos.
En las zonas de comida venden gigantescas salchichas argentinas y vasos con patatas inundados en salsa. Eso es seguramente lo único que pueda comer un vegetariano o un vegano que no haya traído comida de casa. Pero bueno, pueden recoger vasos de plástico y que les den cerveza vegetariana y si no, ¡que se vayan a besar zarzas!
JUEVES (7 agosto 2014. Día gratis)
Pocos festivales tienen un día gratis tan fuerte como el Leyendas del rock. De hecho pocos festivales o ninguno tienen un día gratis. Lo más esperado era el freak metal del Reno Renardo, la banda de Getxo que más cachondeo despierta entre los metaleros españoles de hoy en día. Comenzaron algo fríos obteniendo más aplausos de los monólogos del cantante que de sus propias canciones. A mitad del concierto sonaron canciones como Yonkis sobre ruedas, Hasta la polla, Tu hámster o El bardo bastardo que con su voz desidiosa y lamentable fueron coreadas por los fans y reídas por los simpáticos lugareños que habían acudido al particular evento que se desarrolla cerca de sus casas.
Un señor con mostacho vagaba entre la multitud de amantes de la oscuridad presuntamente perdido. Esperaba ver a Bertín Osborne como en la verbena de su pueblo pero se encontró con los Mojinos Escozios. Quizá no le hizo mucha gracia ver a una panda de mamarrachos semidesnudos eructando cual gorrinos en un espectáculo que empieza a oler a chamusquina. Cuando uno afronta un concierto de los Mojinos no sabe muy bien si el público que le acompaña asiste por fanatismo o por rutina, pues más de 2 y más de 10 habrán asistido por decimoquinta vez. No obstante su canción Eco, por el nombre que subraya, fue muy coreada y a pesar de la falta de inventiva consiguió lo necesario para un concierto de estas características, que la gente se divirtiera.
Pero para divertir no solo es necesario cantar como un borracho cosas de borracho. In Extremo con su particular folk alemán duro en sus formas, pero rico en melodías, movió a un público ávido de buena música. Y es que pudimos ver un grupo repleto de instrumentos folclóricos bien integrados y a un cantante que usaba la técnica del canto difónico como el que habla.
Por si pudiéramos creer que la cosa había mejorado y nos íbamos a ir a dormir con buen sabor de boca vino para demostrarnos que las cosas no son gratis si no provocan diarrea Mambo Kurt. Un tío sospechosamente parecido a Pit Bull que destroza a base de pollazos sobre su teclado clásicos del rock y del metal como si de un gitano con una cabra se tratara. Hasta el señor del mostacho se fue a su campo de labranza indignado y eso que el “arreglista” no paró de exclamar “I need gogo dancers on the stage”. Un músico totalmente fuera de lugar en este festival.
VIERNES (8 agosto 2014)
Es hora de trabajar. ¡Ah no! Que son las 09.00 de la mañana y nos acostamos hace dos. Tras 8 horas de agonía tratando de sobrevivir escuchamos los gritos de una mujer a la que están sorbiendo la sangre a través del cuello. Sabemos que Moonspell ha empezado así que nos arrastramos hasta el recinto de conciertos. Hay una luna preciosa pero les hacen tocar a las 16.40 de la tarde y claro, no es su culpa, pero el espectáculo se desmerece. La batería está más comprimida que una lata de atún. El resto suena. Y ya saben, a falta de sonido buenos son gestos, pero ni eso. Los mismos una y otra vez. Se movieron únicamente cuando animaban al público con una canción del folk más típico. Un grupo fuerte que pudo dar más y que no martirizó a los asistentes, pero no les dio toda su sangre.
Y después de los látigos, tridentes y pena eterna de Hell llegaron los enviados de Dios, Stryper. Ataviados el cantante con unos pantalones muy horteras y el bajista su instrumento, de crucifijos y colores amarillo chillón y negro, se disponían a lanzar sus temas en defensa de Jesucristo y la Santísima Trinidad. Curioso cuanto menos es que coincida un grupo cristiano con otros paganos y satánicos en el cartel, incluso en el mismo día, como también lo es que los asistentes a un concierto de Stryper pueden tranquilamente estar viendo a Behemoth sacrificar una cabra para que fructifiquen las cosechas. Pero no solo se quedaban en una loa del niño Jesús, estos señores también reivindican los 80, tocando además de temas propios, versiones que sonaron solo regular, como “Breaking the Law”, “Shut it out loud” o “Ain’t talkin’ ‘bout love”, hasta acabar con el muy coreado “To hell with the Devil”. Nosotros esperábamos ver como lanzaban biblias al público. Una decepción…
El escenario Jesús de la rosa echa aguas durante todo el festival. La primera gran catástrofe vino con Annihilator, un sonido paupérrimo saturado a cada golpe de bombo se cargó las primeras canciones de esta banda, el que fue el primero de los grandes conciertos del festival. Con Annihilator se vio por primera vez salvajismo en las hordas de fans que ya tenían ganas de darse unas buenas tundas. Abanderados por su guitarrista Jeff Waters repartieron trash metal a diestro y siniestro. Un concierto sólido en el que se vieron los primeros circle pit.
Uno de los grupos más esperados era Arch Enemy, y no solo por el furor que levanta esta banda sino por ver el tinte cromático de su nueva cantante. Nada que ver, o eso dicen muchos de sus seguidores. No está en ella esa actitud brutal, pero sí en la voz que, aunque no alcanza a la de Angela Gossow, tiene sus matices. Más estridente, más femenina, menos inhumana. Esto en una banda en la que reina el caos es una rémora. Un concierto potente y nada más. En esta banda hay un orden en el caos. En Villena solo hubo corrección y conformismo. Alissa White-Gluz lo intentó. No está a la altura, no mueve, pero seguro que lo hará. Por lo pronto nosotros nos fuimos a descansar de tanto gutural.
Caía el sol. Grupos que necesitan de las sombras para tocar a gusto no pudieron hacerlo. Desvirtuaron su espectáculo, pero que se jodan, también hay que saber adaptarlo a condiciones lumínicas extremas. Eso sí, no puedes dejar morir bajo el sol al cabeza de cartel, que además de ser el que más caché tiene también es el que más cercano a la muerte está. W.A.S.P. demostró en la primera mitad de concierto que siguen exactamente iguales. Que la voz de yonkarra gritando en un pub irlandés no se la quitan ni con un serrucho. No le hizo falta mucha parafernalia, tan solo encontrar el sonido añejo y sacar la garra sureña, sucia y distorsionada que siguen teniendo para ofrecer un concierto mítico de parte de una banda de culto. Pero están viejunos. ¿Qué se le va a hacer? En un concierto de una hora hicieron un descanso y ya en los camerinos debieron confundir la coca con el opio porque se tornó lento y en ocasiones aburrido. Haciendo la media obtenemos un buen concierto aunque nos dejaron a medias. Lástima que del polvo solo recordemos lo poco que faltó para llegar al orgasmo.
Soy un maldito fan de UFO, y mi ayudante Rafa lo es de los Scorpions, pero ambos sabemos que Michael Schenker lo es solo de sus grandes éxitos. Un tío que se lía a hostias con el grupo al que va y decide montarse su propia banda en la que el requisito de admisión es que ninguna polla sea más grande que la suya ya dice bastante. Y claro, si lo medimos todo por penes la calidad musical desaparece. Lleva una banda de mediocres tocando grandes canciones en las que solo Schenker da la talla. Estuvieron más sosos de la cuenta, tímidos diría yo. Pero la voz del cantante no es culpa de la timidez. No tiene voz ni la va a tener y deberían buscarse a otro porque no llega a nada. El guitarra que acompaña suena más sucio que un parto de gremlins. Bajista y batería correctos, en su sitio. Pero aquí estamos, viendo como Schenker alarga sus solos. Es cierto que ha mejorado bastante, pero a veces se pasa de la raya. El público abraza las versiones de Scorpions, pero pasa de las de UFO. Os podéis imaginar qué clase de gente ha ido a verlos. Para ellos es un grupo de versiones y fin de la historia. Para colmo algún loco le dio un micrófono al baterista para que gritara “¡¡Here I am!!” en repetidas ocasiones con más voluntad que grados de inteligencia. Un momento extraño, preludio de Rock Bottom en el que Schenker nos mantuvo en vilo como 3 veces más de las necesarias con su mítico solo de guitarra. Un concierto de sombras y prepotencia.
Conforme terminó Schenker el cielo se nubló y se tiñó de sangre. La noche más cerrada del año se ocultaba del regreso de satán a la tierra. Behemoth iba a salir al escenario y no sabíamos si a través de una brecha ígnea abierta en el suelo o cambiando de forma cabría a humana. Los cristianos que bailaban a ritmo de Stryper huyeron, o se quedaron, no sé, igual no entienden sus letras y les gustan las cazas de cristianos. Por lo pronto Behemoth ha reunido a la plana más brutal de todo el festival y una banda que hace blackned no se anda con tonterías, o hace arder tu alma pecaminosa o nada. Sin que nos demos cuenta salen al escenario entre una masa de humo ingente. Parecen exhalaciones, sombras en la oscuridad que a lo largo del concierto van dejando el escenario y volviendo sin que seamos capaces de verlos. La propuesta no puede ser más contundente. Fuego para empezar, el inicio del ritual, corpse paint, túnicas y un sonido infernal. Tocan Christian to the lions; tres o cuatro iglesias deben de haber empezado a arder y nadie es tan rápido como para huir del doble pedal y los redobles de Inferno (batería). El ambiente no es festivo, es crudo. Nergal y su tropa se plantan en el escenario con una sobriedad mayestática. A penas se mueven y ahí es donde reside su maestría. Humo, luces, fuego. Sale un gigante cubierto de sangre a reventar los timbales de Inferno. Orion va a partir el mástil de su bajo. A pesar de estar en el escenario Jesús de la rosa el concierto está sonando bestialmente bien. Punto a favor para estos machos cabríos que tras desaparecer vuelven con cornamentas y una luz cenital que les cubre las caras. Behemoth se sienta At the left hand ov God, y nosotros directamente nos arrodillamos. Los amantes del black metal llevan 40 años vagando por el desierto buscando un espectáculo como este y ellos les han dado justo lo que querían. Behemoth subió a la tierra como Dios bajó para coronarse en el que fue sin lugar a dudas el mejor concierto del festival. Lo siento por los cristianos, Villena es feudo de Pazuzu.
SÁBADO (9 agosto 2014)
Una de las actuaciones más esperadas de este Leyendas del Rock era sin duda la de los suizos Eluveitie, quienes ya regaron la edición pasada con su mezcla de folk y death metal procedente de la antigua Helvetia los oídos de un público que les aclama. Tras un inicio desastroso, culpable de ello el lamentable sonido que se venía dando en casi todos los conciertos del escenario “Jesús de la Rosa”, la banda intentó mostrar en una calurosa tarde parte de los nuevos temas de su álbum “Origins”, que viene a ofrecer básicamente más de lo mismo: canciones más duras en las que tienen menos protagonismo gaitas, violines y demás instrumentos propios del folk helvético, y otras en los que estos y la voz de la cantante Anna Murphy dejan en segundo plano las distorsiones, constituyendo temas que, por mucho en que se empeñen en adornarlos, son más propios del pop que otra cosa. El problema del concierto residió en que Eluveitie dio buena cuenta de esos temas y dejó más de lado los más cañeros, lo que supuso un concierto descompensado, con una banda que no parecía muy resuelta en directo (¿demasiados componentes?) y, en definitiva, un concierto que podría haber lucido más a la noche, no con el sol ajusticiando la mirada de los presentes.
Para remarcar las diferencias entre unos músicos y otros llegaron los jovencísimos H.E.A.T. con su hard rock sueco que sigue sonando al hard rock típico, pero con un aire bastante más fresco. Este grupo sueco formado en 2007 puede que para los puretas no sea la panacea contra las entradas carísimas y las muertes de las bandas más míticas de este estilo, pero tienen algo sobre el escenario, una actitud de un par de narices y eso no es algo que haya que desdeñar después de ver a grandes nombres en este festival. Pertenecen a ese nicho que todo festival deja para cubrir los deseos de otros oídos y dar descanso. Es cierto que escuchando temas como A shot a redemption uno ve claramente las intenciones. Explotar un estribillo bailongo y con gancho hasta la saciedad, un riff manido y un largo etcétera de tópico, pero qué bien lo hacen en directo. Buen concierto, maduro y enérgico. Habrá que seguirles la pista.
“¡Reivindico mi derecho a parir!” Miren, lo de Loretta es absurdo, pero un puesto de comida vegetariana o vegana no habría estado mal. Y más teniendo una banda en cartel como Heaven Shall Burn. Veganos de nacimiento y de muerte. Y con ellos muchos de sus seguidores. Marcus Bischoff entra al escenario con una seguridad que abruma. Con tan solo dos gestos, y solo dos, inició la mayor olla del festival. Mueve al público a su antojo y viste como un puñetero camarero. No es un icono físico, es una autoridad introspectiva que trasciende al público. Con un sonido bastante bueno pudieron reventar el festival a base de death metalcore, eso sí, sin los malditos grititos de niña. Una diferenciación muy buena para los amantes del metalcore que odian los estribillos poperos. No obstante, a pesar de la masacre que se hizo en el público este grupo bebe demasiado de la música indomable y dejan de lado las buenas composiciones, tanto que los riffs de guitarra se hacen reiterativos y las melodías vocales monótonas a más no poder. Gajes del estilo.
La mal llamada objetividad, que consiste en aparcar a un lado los sentimientos hacia una música u otra y centrarse meramente en si lo que estás viendo responde o no a los cánones de lo bueno, queda fuera de lugar al hablar de un concierto de Hammerfall. ¿Qué metalero que se precie, o que lo fuera en su juventud, no era un acérrimo agitador de su melena con las coreadísimas canciones de esta formación? Renegade, Heeding the call o Hearts on fire pertenecen a esa casta de inolvidables himnos. Sin embargo, el concierto de la banda sueca sonó bastante a precario, a quien no es capaz de reciclarse y a duras penas se mantiene en pie. Un cantante que no llega a lo que se le oye en estudio ni de lejos (el entusiasmado público le salvó los muebles en más de un estribillo) y un batería que cambia su escasa pericia en el manejo del doble bombo por unas dotes malabares con las baquetas cuya ejecución le hacía perderse más de una vez. Se ve que en los ensayos lo dejan en la puerta del Mercadona para sacar unas monedas con sus pericias circenses. El espectáculo fue, en sí, un intento de conectar con el público bastante conseguido, algo que hace pensar si la gente se conforma con cualquier cosa, porque este fue de los conciertos más aburridos del Leyendas del Rock.
No esperaba mucho de Volbeat, pero me cerró la boca. Esta banda ha consumido demasiados narcóticos y el cantante se ha tragado al cantante de Metallica porque le salen unos dejes que es para meterle dos hostias y más con ese efecto digital que se pone en la voz. Pero qué más da. La fusión Metallica-Offspring no está mal. Arriesgada, un poco llana, pero Dios mío, qué ejecución en directo. El mejor sonido del festival. Relleno, compacto y excelso de técnica. Aunque realmente la mayor parte del público es bastante dura, el cartel de este año así lo ha querido, y se vio más movimiento en los temas más cañeros. Hicieron una reinterpretación de Johnny Cash y su Ring Of Fire que quedó bastante mediocre. Luego sacaron a la palestra al icónico Elvis, y otra mediocridad. De rockanrolla nada, de country algo más, pero con sus distorsiones, sino no. Cierto y verdad es que en sus temas más comerciales hay paralelismos exagerados, y si te los tocan uno tras otro pues los ves claramente. Finalizando el concierto pegaron un buen bajón. El estilo “surfer” para un rato está bien. Para dos cansa.
Los holandeses Delain, banda que debe sus orígenes a la conocidísima Within Tempation (fue fundado por su antiguo teclista Martijn Westerholt) y que practica una música similar a estos, o séase, un suave metal sinfónico, dio un buen concierto en el diminuto escenario Mark Reale-Riot. Aunque comenzaron con la intrépida Go away que sonó solo regular por los habituales problemas de sonido que han achacado al festival, el concierto fue a más, con una dulce Charlotte Wessels que fue mejorando con cada canción y un soberbio Timo Sommers a la guitarra, un jovencísimo diamante con un futuro que será a todas luces formidable. Los teclados poderosos del anteriormente mencionado Martijn Westerholt hicieron el resto, dejando una actuación tan disfrutable como cantable, pues, como suele ocurrir en este tipo de grupos, se busca tanto la conexión con el público que a veces abunda el estribillo machacón más propio del pop que de esto. Si no, escuchen We are the others, la canción con la que cerraron el concierto, y sabrán a lo que me refiero.
Me decía un amigo que Unisonic se parece más a Helloween que los Helloween actuales al Helloween viejo. Yo en principio no veo ningún problema en eso, las bandas evolucionan. Unisonic se ha quedado con ese sonido power metal algo más actualizado. Aunque para entender este concierto es esencial hablar de Lord Varys (Michael Kiske). Este eunuco tejedor de conspiraciones mueve a sus pajaritos para que le cuenten lo mejor de los estilos. Es un eunuco cabrón, sí. Es un eunuco con los gritos más agudos de todo el power metal. El día que se dio cuenta de que debía ser cantante de una banda “power” fue cuando el incandescente hierro atravesó su escroto y gritó: I want Out!. Y aquí lo tenemos, sin testículos que valgan, pero con una voz que no se ha roto con el paso del tiempo. Sonaron bien, correcto, en orden, sin traiciones de palacio.
Y bueno, ya nos despedimos porque nuestros cuerpos no aguantaron el azote de los días. Vimos tres canciones del tributo a Banzai, porque no me jodan, un grupo en el que queda un solo miembro es más un tributo que una banda original.
Buenas noches, buena suerte. Puede que nos veamos en el próximo Leyendas o puede que aprecie mi vida y me quede en casa, a resguardo del sol, a ducharme en mi bañera. No tendré oleadas de metaleros sudorosos, los echaré de menos, me gusta rozarme con metaleros sudorosos sin camiseta en las ollas de los conciertos, pero también me gusta secarme a la sombra. A Sufriendo y Gozando hay que añadirle dos o diez sufriendos más.
¡Hasta el próximo gentuza!
Texto: Javier Arnedo. Anotaciones, ayuda y partes del texto a cargo de Rafael Belchí
Fotografías: Oficiales de la página de Leyendas del rock
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