Estamos todo el día atados a cosas, y bajo la influencia de casi todo. El tiempo, el dinero, la sociedad, etc etc. Así que cuando alguien se sale por la tangente siempre se tiende a vilipendiarlo. Pero existe un grupo de músicos… “Una aldea poblada por irreductibles galos resiste todavía y siempre al invasor.” Una porción de lo alternativo se encuentra en la continua búsqueda de poner un sello diferenciador en su música. La cuarta jornada del festival Microsonidos de la Sala 12 & ½ pudo decir que colgó el cartel de entradas agotadas. La culpa la tienen unos exploradores llamados Perro, pero también los valencianos Cuello y los huertanicos Los Alambres.
En la puerta, mientras espero a entrar, hay tres mozuelos que se vanaglorian de haber visto muchas veces a Izal. De ir al San San y de ser los mayores fanáticos de Second de toda la vega del Segura. No saben la que les iba a caer encima cuando empiece esto. O igual no se han enterado de la película. Pero gracias a ellos funcionan algunos tinglados. Menos mal que no me puse a preguntarles.
Capítulo 1: Los Alambres y la afinación
Hace poco que los vi en El Congreso y los allí presentes comprobábamos que el rock’n’roll lo-fi murciano tiene unos embajadores con arrestos. El libre albedrío, los cambios de ritmo, el frenesí por momentos, y otros el coqueteo con los medios tiempos. “Pincel” es, según ellos –“Un cunnilingus musical”-. Yo no digo nada, eh.
Se me hace imposible no acordarme de los Almighty Defenders, el combo formado por los Black Lips y King Khan & The BBQ Show. Pero especialmente del deje garajero de los de Atlanta. “Si sabemos que os gusta muy desafinado”. Pero qué cojones, tienen su propio sonido.
En unos 25 minutos te enseñan lo que son. No hay ataduras. Cinco tipos que se dejan llevar, por las cadenciosas montañas de su afilado sonido que imita lo antiguo. Sin caer en los tópicos vintage de Hinds o Mac De Marco. La gente se pone a bailar cuando pisan el acelerador. “Si queréis mierda, pues tomad mierda”.
El final es “Mis Títulos Nobiliarios” en la que empiezan a viajar al kraut entre la batería y el bajo. Mientras que los guitarristas sobrevuelan el noise. Frotan los mástiles de sus Fender con sus amplis Fender. Como si quisieran sacarles un hijo.
Una atracción de feria de esas cortas, pero de las que te dejan bien suavecito. Con ganas de mas, vaya.
Capítulo 2: Cuello, los cogotes y el deporte de riesgo
Enseguida ya está el segundo cuarteto de la noche. Comandados con guitarra de hierro por el gran José Guerrero, que milita también en Betunizer y en Jupiter Lion, y que es uno de los músicos más prolíficos de Valencia. Van a disco por año. Presentan el «Trae Tu Cara» (BCore, 2015). Sin piedad ni descanso encadenan una canción tras otra hasta hacernos difícil el saber donde acaba una y empieza otra o bien son cambios de compás.
Van a degüello. A un lado Guerrero sacude su guitarra negra. Llevando el timón. Entrecierra los ojos y levanta las cejas para pegar alaridos profundos y prolongados. En medio está el bajista. También es guitarra en Tucán. Al cual se le marcan las venas del cuello. En el lado opuesto, el guitarrista acompaña y rellena los huecos que deja José. Achina los ojos de la velocidad. Ser acompañante de Guerrero es un deporte de riesgo. Me río yo del puenting. En la parte trasera está el batería, que sacude el brazo, aporreando tambores sin poder respirar, que luce panza, ya que esta como en su casa: en calzoncillos. Si pudiera haría coros, pero si lo hiciese le daría un sincope.
Las letras no tienen sentido ninguno. Ni falta que hace: “Destorníllame mosquetero débil cisne, canalízame, los deseos de servirte, asimilaré el dolor, de mi única ambición, canalízame, mosquetero débil, débil superior, ilumíname o muere”.
Se me hace imposible no acordarme de los Metz, que con su sonido burro son capaces de bloquearte el cerebelo. Algo similar pasa cuando ves a Cuello en directo. Empiezas a dar cabezazos con violencia. Y parece que te vas a marear, pero una voz te dice, acho, –“como te disloques el gaznate no te vas a poder ni limpiar el trasero, asique mejor ponte a saltar”-. Y a criar agujetas para el domingo. Pero en realidad la búsqueda de hacer algo diferente a Betunizer, más pop, le ha llevado a José a hacer un punk que abraza melodías.
¿Alguna vez habéis visto un combate de algo, de cualquier arte marcial y veis la cara moviéndose lentamente? Pues esa melodía que suena mientras ves esos mofletes vibrar a cámara lenta, y ese cogote gira, es Cuello.
Capítulo 3: Perro. Navajear. Martillo. Pogos en pavimento deslizantes
La paradoja de la 12&Medio consiste en que si te acercas se escuchan más los amplis que las voces y que si te pones centrado no ves a los músicos tocar, así que es delante donde nos ponemos para ver bien. Para tomar buena nota.
Con la sala rebosante y cogiendo temperatura, empezaba a subir el calorcito. El cambio no es extenso, pero aguadamos con ganas. Y entre una densa humareda aparecen. Los hijos del krautpop huertano y tropical juegan en casa. Pelear de local siempre es gratificante. Ante los colegas sacan el extra. Y esto vale para ellos y para el resto de grupos del mundo, eh.
Las cuerdas que sobran de la Teleca y del Ripper, zambrean los mástiles como la vara al olivo. Adrián y Fabre canturrean a coro, como los pájaros cantores de Viena. El primero a veces tiene ataques epilépticos y el segundo le imita riéndose. Mientras tanto, por detrás, Aarón y Fran, con cuatro baquetas, montan la tercera guerra mundial. Si pudieran tener seis brazos cada uno y seis baterías montarían más jolgorio del que ya consiguen.
Imposible no saltar con la agitada “Azul Mayoría Absoluta”, la representante del navajerismo. Da gusto ver que el personal se sabe las recientes. Da mucho gusto ver lo que molan las nuevas en directo. Básicamente porque llevo mes y medio escuchando el “Estudias, Navajas” (Miel de Moscas, 2015). Hacia la una de la noche estaba el suelo impracticable. Cualquier árbitro habría declarado el partido de alto resbalón. En una carrera de coches se habría cancelado a la segunda vuelta. La gente tira las cervezas al suelo. La gente tira los vasos al suelo. Deberían hacer un carnet por puntos para que la gente sepa terminarse lo que se pide. No está el tema para desperdiciar las consumiciones. Acabo de poner en change.org una petición para que pongan lija antideslizante o algo asi, para evitar caídas.
En “Marlotina” se monta un buen pifostio, y nos vamos al centro a meter gresca. Una alineación formada por Karpin, Hasselbaink (Jaselvain) y Finidi. Un teclado hipnotizante y muchos brincos. Son como un martillo. Y con un buen mazazo terminan magreándose con el punk y casi el metal. La inédita “Martillo” siempre me coge por sorpresa por muchas veces que la escuche en directo. Me vengo arriba y en el centro de la gente que se está moviendo pego un salto. El primero y el último de esa canción, ya que aterrizo sobre el codo y la cadera. Los pies lo último. Por los pelos no me pisan. Me levanto como un resorte y me refugio en un lado. Bien está lo que bien acaba.
¿Epilogo? Bah, esto no es sino el comienzo de una serie de grandes conciertos que están dando estos tres grupos y que veremos en esta gran sala. Y es que en la emancipación de las ataduras musicales, encontrareis el camino. No sé a quién le decían: – Tu que prefieres, ¿libertad o libertinaje?- A lo que siempre se responde, libertinaje, claro, siendo ambos conceptos casi lo mismo. Siendo cualquiera de ellos, el mejor de los carriles para hacer algo con fuerza.
No Comments