Si eres un avezado fan de H.P. Lovecraft que ha leído, no ya únicamente toda la obra del escritor de Providence, si no casi todo lo habido y por haber con relación a los Mitos (difícil, por otra parte) y esperabas que en esta novela gráfica dividida en cuatro partes Alan Moore rindiera pleitesía a su sombra…es que no has tratado mucho con la obra de Moore. Me gustaría incidir una vez más, por si alguien no ha terminado de cogerlo: si eres un fan histérico que se va a encolerizar ante cualquier cosa que no sea una alabanza hacia el creador de los Primigenios, nunca leas este cómic. Enserio. Moore (de boca de sus personajes) acusa a Lovecraft de ser un reprimido sexual, un racista y poco menos que un enfermo. Puede que no le falten razones, puede que sí, no entremos a valorar eso.
Moore coge la obra de Lovecraft y la saca totalmente de su contexto histórico, la sirve en un local de estética punk frecuentada por criminales adictos a la anfetamina, lo salpica con referencias al DMT y, sobre todo, la sexualiza hasta un punto casi vomitivo. Es como coger los Mitos y darles la vuelta de dentro hacia fuera. Siguen siendo lo mismo pero a la vez todo lo contrario. Desde Dagón a Nyarlathotep pasando por referencias más o menos suaves a las obras, y a la figura, del aclamado y consagrado padre del terror cósmico, la pluma de Moore se atreve a cuestionar desde otro prisma lo que otros sólo han osado adaptar con un mínimo filtro interpretativo. Creo que la definición más acertada la ofreció el blog Terrores hace unos años al afirmar que «podría verse este cómic como el negativo de la obra de Lovecraft».
Spoilers a partir de aquí. Como contra cabría destacar que igual en cierto momento esto mismo que es tan novedoso y rompedor se le va de las manos, y casi un volumen entero (de los cuatro que ocupa la obra) dedicado a mostrar explícitamente las múltiples violaciones del que parece el Dagón lovecraftiano a la protagonista…bueno, a mí personalmente me sobró un poco. Siempre he creído que lo mejor de Lovecraft era que insinuaba las cosas, lo cual era mucho más poderoso que mostrarlas. Pero eso tiene sentido de nuevo con la definición de esta obra como un negativo de la otra.
También cabría destacar que se nota muchísimo que en realidad los 4 capítulos no forman parte de la misma obra, y que al principio ‘The Coutyard‘ iba a ser una historia autoconclusiva que por razones económicas (o eso afirman en el prólogo) se extendió. Otro estilo, otros personajes, otra vuelta de tuerca al concepto.
En resumen es novedoso y rompedor con los Mitos, y si, insisto una vez más, no eres un histérico fan de los mismos, una lectura a disfrutar. Por supuesto el dibujo de Jacen Burrows es exquisito, pero un simple vistazo a la portada es suficiente para intuir eso.
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