No trabajes nunca. Escribir poemas no es un trabajo, es una carga.
Es Michel Houllebecq. Es Poesía, una recopilación de su trabajo en verso que vio la luz española el año pasado. La frase recuerda a Truman Capote, que una vez dijo: “Cuando Dios te da un don, también te da un látigo”. Capote fue el enfant-terrible de aquella generación que creó el Nuevo Periodismo. Houellebecq ha sido calificado en varias ocasiones como el enfant- terrible de la literatura europea de las últimas décadas. En ese sentido, el escritor de Saint-Pierre es un gran heredero de Rimbaud.
Capote. Rimbaud. Y en medio, Houellebecq. Esa es la sensación que provoca leer al galo. Capote y Rimbaud como representación de la literatura americana y la europea. Houellebecq escribe como si hubiera invitado a cenar a Bukowski y a Kafka. La cosa va bien. Pero llegan los postres y alguien comienza una discusión. Cinco minutos más tarde vuelan los cuchillos y Houellebecq se tapa la cara y va caminando a tientas por su salón para detener la pelea. Utiliza otros sentidos. Que lo consiga o no es lo de menos.
Seis novelas y un montón de ensayos, artículos y poemas. 55 años. Dicen que por edad no le corresponde la Generación X, pero quizá sea uno de sus mayores exponentes. También retrata a esos cuarentones ricos que no saben hacer con el resto de su vida, esa frivolidad burguesa, esa diferencia entre clases. Esos trabajos que te permiten comer pero que te roen por dentro. Lo que diferencia a Houellebecq de estos autores (Palahniuk, Easton Ellis, Eugenides) es su alma europea. Profundamente europea. A un estilo se claramente influido por la narrativa americana -frases cortas, concisas, cuchillas- Houellebecq aporta una amargura que quizá en esté en el ADN de un continente que ha sufrido dos guerras mundiales, un continente que quiso ser una unión y hoy es un supermercado. Un supermercado.
El supermercado es una de las metáforas más recurrentes en Houellebecq. En 2005 publicó una recopilación de artículos titulada El mundo como supermercado, y en cada novela aparece el supermercado. Personajes que dicen que su mayor felicidad en la vida es encontrar un Carrefour solitario para poder comprar. Personajes cuya definición de felicidad es poder poseer eternamente “los zapatos Parboot Marche, el combinado ordenador portátil-impresora Canon Libris y la parka Camel Legend”. Otro elemento común a la obra del francés es la decadencia del cuerpo y la visión de la muerte. Siempre hay padres que fueron jóvenes y fuertes y que mueren con arruga sobre arruga. En Las partículas elementales escribe:
Para el occidental contemporáneo, incluso cuando se encuentran bien, la idea de la muerte constituye una especie de ruido de fondo que invade el cerebro cuando se desdibujan los proyectos y los deseos. (…) En otras épocas el ruido de fondo lo constituía la espera del reino del Señor; hoy lo constituye la espera de la muerte. Así son las cosas.
Los protagonistas suelen ser personas con la vida resuelta, con talento, que jamás han conocido el amor. El amor solo aparece cuando no se esperaba, si es que aparece. En Las partículas elementales (1998), Plataforma (2001) y El mapa y el territorio (2010), el protagonista encuentra a un amor cuando no creía en nada. El resultado, como diría Nacho Vegas a través de Schopenhauer, fue como en los erizos.
La religión también aparece. Es el tema con el que más polémica ha causado Houellebecq. En Las partículas elementales escribe:
Sé que el Islam (la más estúpida, la más falsa y la más oscurantista de todas las religiones) parece estar ganando terreno; pero sólo se trata de un fenómeno superficial y transitorio: a largo plazo el Islam está condenado, más aún que el cristianismo.
Claro, fue tachado de conservador. Sin embargo, si algo rezuma su pluma es un espíritu crítico con el capitalismo. La alienación y el desarraigo del hombre postmoderno que retrata en Ampliación de campo de batalla –novela considerada como El extranjero de nuestro tiempo- o esa suerte de cuadro costumbrista que dibuja con personajes que respiran aliviados al entender que siempre habrá un par de zapatos caros para ellos. Cinismo, desesperación, sexo como forma de escapismo, violencia y cinismo. Fragmentos copiados y pegados de Wikipedia. Un perfil sociológico hijo del mejor Huxley.
Pero sobre todo, Michel Houellebecq es rock and roll. Su obra produce la misma sensación que la música de Joy Division. Hasta ha sacado discos. Dos hasta el momento: Au Coeur du Tricatel y Présence Humaine. No es Tom Waits, pero cuando juega a ser crooner transmite un caos que va por el mismo camino que su obra literaria.
Si queréis elegir por dónde empezar lo tenéis fácil. Por cualquier sitio. Cualquier obra suya es buena. Merecería la pena leer hasta su lista de la compra. Keith Richards dijo una vez que en el rock and roll, el rock (el golpe) es tan importante como el roll (el rasgueo). En ese caso, sus dos primeras novelas (Ampliación del campo de batalla y Las partículas elementales) serían el rock y las cuatro últimas (Lanzarote, Plataforma, La posibilidad de una isla y El mapa y el territorio) el roll. Sus dos primeras obras golpean. Te arrastran y te dejan tirado. Las siguientes te observan y te explican por qué estás (estamos) en el suelo.
3 Comments
«Su obra produce la misma sensación que la música de Joy Division.»
Nunca mejor dicho, la verdad.
¡Gracias!
En cierto sentido también resulta reconfortante. Cuando terminas alguna obra suya piensas: «Pues no estoy tan jodido.»
Qué buen artículo! Ian Curtis sería fan acérrimo de Houellebecq, por descontado.