He estado en dos lugares peculiares esta tarde. El primero, un gallinero reconvertido a casa okupa que solo dispone de electricidad a la hora que prenden las farolas. El segundo, el club mejor diseñado de todos los que he visto en la región. A su lado, cualquier sala de música parece el gallinero que roba la luz de los contribuyentes. Y esto es digno de mencionar ya que crea una acústica tan buena que cualquier murmullo podría reventar este tinglao, ¿pero saben qué? Nadie habla. Han venido a escuchar. Por todo esto han logrado entrar en el ciclo de jazz que organiza 1906. Hablo de Jazzazza Jazz Club. Esta noche ameniza Ménilmontan Swing con un invitado de excepción: Gustav Lundgren «el renovador». Promete.
Django da nombre a la banda y un motivo para tocar. Todo aquí es Django. Claro está que ni Gustav es Django ni Raúl Márquez (violín) Stephane Grappelli, pero mucho se les parecen. Son músicos homenajeando este invento del swing gitano. Versionan y recogen el testigo. Ellos dicen que no tratan de hacer lo mismo, sino que interpretan esta música según la entienden. Son elegantes y generan un hilo musical preciosista que convence de la sinceridad de sus palabras. Pero vaya, con el intérprete hemos topado.
El jazz manouche requiere una técnica y atención superlativas. Tanto es así que sobre el escenario muchos músicos olvidan que son músicos, que su trabajo es transmitir lo que sienten y que la música por sí sola no es capaz de decir. El directo siempre debe ofrecer algo distinto. Estamos ante un Gustav Lundgren extremadamente técnico que pierde lo bello entre semicorcheas que no ven puerto. Las guitarras, también Fred PG, parecen clepsidras. Realizan trabajo de tempo faraónico, pero son tan robóticas que no entiendo esta costumbre autómata de levantarse a aplaudir al término de cada solo. Por su parte Raúl Márquez sí abandera la inventiva del swing. Gracias a él este espectáculo goza de garbo, al igual que los bajos de Gerardo Ramos marcan acertadamente la ruta a Francia que hacemos esta noche desde Algezares.
Tras el descanso volvemos a entrar. Esta segunda parte empieza mejor que la anterior. Un hombre mira a la pared. Mueve la cabeza con los ojos cerrados. Quizá él piense lo mismo, pero ni les dedica una mirada. Debería, pues a Fred PG le han dejado hacer un solo. Por primera vez en el concierto no parece estar mirando por la ventana de un manicomio. Tanto es así que yo por primera vez me arranco a aplaudir en la convención de los aplausos a los solos. He visto actitud en un solo que aunque tira mucho más al blues goza de un toque pasional. Entonces me pregunto si el hombre que mira a la pared es ciego.
El público está gozando de algo que no se ve en estas tierras. Música caravanera de principios de siglo interpretada con una técnica magistral. Gustav Lundgren me recuerda a Emmet Ray en Acordes Y Desacuerdos, pero sin la tristeza ni la decadencia del artista. En su seriedad reside un halo de soberbia que no comprendo. Es un genio, le sigo la pista de hace meses, pero hoy no veo su pasión, solo velocidad y la mecánica de algo que funciona en un estudio. ¿Dónde queda el espacio para la música? Es otra forma de entenderla que quizá no sirva para un público exigente que mama de esta cultura, y que a fin de cuentas no exige música erudita, sino arte. Gustav Lundgren es un grande en su proyecto personal Gustav Lundgren trio. Innova, fusiona y aporta muchas cosas al estilo sin olvidar el pasado, por eso es inconcebible como esta noche no hubo rastro de ellas.
Ménilmontant Swing es un grupo al que debes ver, ya sea por su trabajo y su iniciativa únicos en España. De haberse hecho en un salón de baile habría puesto a la gente a danzar. Por esto al final del concierto el público, que los disfrutó, se puso en pie para aplaudir, aunque para ser honestos ya parecía haberse cansado entre solo y solo (vi a una chica bostezar). Yo aplaudo a los solistas como bien indica el protocolo, que para mí fueron el dueño del club, su sonido, Raúl y Gerardo. Pero créanme, me hubiera gustado aplaudir a la banda en conjunto. Esa es mi costumbre.
Fotografías de Rafa Márquez
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