El pasado 7 de agosto se cumplieron 30 años del estreno de la película Masters del Universo, basada en la famosa línea de juguetes de Mattel (dueños de la muñeca Barbie o Hot Wheels, entre otras propiedades) protagonizados por He-Man, una especie de bárbaro pulp con tintes de Flash Gordon y pasado de anabolizantes que lucha contra las fuerzas del mal, encarnadas en Skeletor. Una cinta que venía precedida de unas ventas enormes de muñecos y de una serie animada que era todo un éxito y que, además, fue de las primeras en adaptar un juguete a la gran pantalla. Una película que resultó ser un fracaso artístico, crítico y de taquilla. Una compañía al borde de la bancarrota, unos directivos usureros, recortes presupuestarios y parones en el rodaje fueron algunas de las catastróficas desdichas que dieron como resultado un filme tan tosco e imperfecto y a la vez tan enérgico que acaba dando la vuelta y se convierte en todo un placer de culto muy disfrutable. Porque calidad y entretenimiento no tienen por qué ir de la mano.
Nadie sabe a ciencia cierta cómo se hace una mala película, pero elementos como licenciar tu marca a empresas de segunda, que tu actor protagonista no hable bien el idioma y por contrato tenga tres oportunidades de decir bien sus líneas antes de ser doblado o tener problemas presupuestarios desde el día uno produciendo parones de rodaje no podían augurar nada bueno. Pero comencemos por el principio.
Justo en el centro de las galaxias, entre la luz y las tinieblas, se alza El Castillo de Grayskull en el planeta Eternia. Durante innumerables siglos, la Hechicera de Grayskull ha mantenido este universo en armonía. Pero los ejércitos de la oscuridad nunca descansan en su ambición eterna de conquistar Grayskull. Porque aquellos que controlen Grayskull tendrán el poder. El poder de un ser supremo, el poder de un ser todopoderoso, el poder de convertirse en Masters del Universo.
La empresa de juguetes Mattel (tras rechazar la licencia que le ofrecía George Lucas de los juguetes de La guerra de las galaxias) necesitaba una línea de juguetes que hiciera frente a los famosos Gi-Joe de Hasbro. Sin querer repetir el error que cometieron con Lucas, y pendiente de estreno la adaptación cinematográfica de Conan el bárbaro (1982), Mattel se lanzó a diseñar una serie de muñecos basados en la famosa película protagonizada por Arnold Schwarzenegger, que acabó resultando más adulta y sexualizada de lo esperado y se alejó totalmente del público infantil. Rompiendo el contrato con Conan Properties, pero lejos de parar en su empeño, los ejecutivos de Mattel rediseñaron los muñecos que ya tenían fabricados para Conan (incluyendo teñir el pelo del protagonista de castaño a rubio) y crearon una línea totalmente original, dando origen así a He-Man y los Masters del Universo.
La venta de muñecos fue todo un éxito, generando beneficios sustanciosos a Mattel, así que pronto se vendió la propiedad intelectual a otros medios, entre ellos una serie de cómics publicados por DC y una serie animada de la mano de la barata Filmation, productora cuya característica más reseñable era la reutilización abusiva de la animación y la rotoscopia, independientemente de la serie o el personaje, dando lugar a una apariencia cutre y repetitiva. Sin embargo, pese a que los estándares de producción no fuesen los más adecuados, sí es cierto que los guiones estaban más elaborados y la serie consiguió ser todo un éxito durante el tiempo que se emitió entre 1983 y 1985. Siendo ya una marca consolidada, con unas ventas de juguetes enormes y unas audiencias estratosféricas, He-Man y los Masters del Universo estaba lista para dar el salto a la gran pantalla y convertirse en todo un éxito. Pero a veces, las cosas no son tan fáciles.
La encargada de llevar tal empresa a buen puerto no fue otra que la Cannon Films, una productora presidida por Menahem Golan y Yoram Globus, cuyo recorrido daría para una entrada aparte y que se caracterizaba por producir cintas con un presupuesto muy limitado, imitando en cierto modo los sistemas de producción de Roger Corman. ¿Para qué rodar una película con un presupuesto medio si puedo rodar dos de presupuesto pequeño? Obviamente, este sistema de producción de “todo vale” daba como resultado títulos de serie B de los que algunos terminaban por reportar ciertos beneficios y que, obviamente, acabó siendo insostenible con el tiempo. Las deudas, irregularidades financieras y la compra de bonos basura acabaron llevando a la compañía a la bancarrota. Pero antes de eso, nos dejó títulos de dudosa calidad pero emblemáticos de los ochenta: Yo soy la justicia (1982), Desaparecido en combate (1984) y Superman IV (1987), por citar sólo algunos de ellos.
De hecho, el estrepitoso fracaso de Superman IV hizo que la compañía recortase el presupuesto de su próxima película, que no era otra que Masters del Universo y éste pasó de 40 millones de dólares a 15,5 millones (que acabaron convirtiéndose en 22 durante la producción). Para ello, hubo que reajustar la historia del primer borrador que transcurría por completo en el planeta Eternia y traer toda la acción a la Tierra, perdiendo así todo el halo épico que podría tener una historia de bárbaros, hechiceros, espadas, esqueletos y batallas. Al tomar ésta decisión, hubo que prescindir de elementos y personajes que habían hecho famosa a la serie de televisión y a la línea de muñecos, como el “duende volador” Orko o el tigre de batalla de He-Man. Y para más catástrofe, la película decidió obviar la mitología planteada por la serie de dibujos y ceñirse a los orígenes de los personajes en los albores de su nacimiento como juguetes y que casi nadie conocía. Con lo cual teníamos una película que perdía todo su sentido de la épica al pasar de un planeta misterioso con mil posibilidades a la Tierra y unos personajes que diferían ligeramente de los que todo el mundo conocía. Una película que eliminaba piezas de la mitología que habían hecho famoso al producto y un presupuesto ajustado. Con semejante panorama, no es difícil explicarse el por qué del fracaso de la cinta.
Una vez asumidos esos detalles, el siguiente paso era elegir un protagonista. Un actor que diera vida a He-Man. La idea inicial fue Sylvester Stallone, pero salió corriendo al ver semejante panorama. Así que se recurrió a una marca blanca. Más que blanca, a una marca del bazar de la esquina: Dolph Lundgren. Actor sueco que únicamente era conocido por haber dado vida a Ivan Drago en Rocky IV y que apenas hablaba inglés. Y como en Cannon todo valía, Lundgren firmó un contrato que le concedía tres oportunidades de doblarse en condiciones al inglés antes de ser sustituido por la voz de otro actor. A la tercera, consiguió que se entendiesen sus frases y no tuvo que ser doblado, pero su pronunciación no era muy buena y así tenemos a un He-Man que habla raro y con un marcado acento. Tras tener al protagonista, lo siguiente era contratar a un director, y para ello dieron con Gary Goddard, que había dirigido varios espectáculos en los estudios Universal (entre ellos el de Conan) y aquí es donde hubo un poco de sensatez en todo el proceso.
Pese a ser un desconocido y tener que lidiar con una producción que era un caos y con unos ejecutivos que rozaban la locura, Goddard, junto al diseñador de producción Bill Stout, consiguieron convencer a la Cannon de que les dejase, al menos, construir el set del Castillo de Grayskull y utilizar desiertos como exteriores de Eternia, para situar geográficamente el comienzo y el final de la cinta y que la historia tuviera cierta progresión dramática y no se limitase a seguir el esquema de pez fuera del agua o humanoide en la Tierra. De hecho, son los segmentos que transcurren en Eternia los más destacables y memorables.
Aún faltaba una pieza clave, el malvado de la función. El implacable e inquietante Skeletor. Dicen que una película vale lo que vale su villano. Si es así, Masters del Universo es una gran película, porque su villano es excelente. El encargado de dar vida a este ser de oscuridad fue el gran Frank Langella (en el que él mismo admite ser uno de los personajes favoritos de los que ha interpretado en su larga trayectoria) y su composición del personaje, unida al siniestro maquillaje de Skeletor es lo más alabado de la película. De hecho, consiguió dotar de profundidad y presencia a un villano que en manos de otro actor hubiera sido un circo, pero Langella, actor de oficio y utilizando todos los recursos que tenía a su alcance, le dio una capa de complejidad extra, parafraseando incluso frases de Shakespeare. Por si fuera poco, se insinúa una tensión sexual con Evil Lynn, su mano derecha. Es algo tan sutil pero tan bien insinuado que no solo completa al personaje de Skeletor, sino que dota de un arco dramático al personaje de Evil Lynn. Unos villanos con un trasfondo muy poco común en un producto de este tipo. Unos villanos que podrían ser la envidia de cualquier película actual de Marvel o DC.
Con sólo dos meses para diseñar los decorados, vestuario y maquillaje y un presupuesto ajustado que poco a poco se iba yendo, el resultado fue un set gigantesco e impresionante (el del Castillo de Greyskull), utilería hecha con cubiertos de Ikea y piezas de tela negra para la nariz de Skeletor, que acaparan toda la atención en los primeros planos. Y creedme, hay muchos primeros planos de Skeletor a lo largo de la película (incluyendo rupturas de la cuarta pared). Para adecentar un poco la tarea, Goddard consiguió a Richard Endlund, ganador de un Oscar por los efectos especiales de La guerra de las galaxias, película que planea, a veces vergonzosamente, por encima de todo el metraje. Con todo “preparado” comenzó el rodaje de la que acabaría convirtiéndose en una película que, pese a su tosquedad y una parte central insoportable, consigue ser una cinta rabiosamente entretenida que, por momentos, puede mirar de tú a tú a algunas superproducciones de la época (e incluso actuales). Aunque esos momentos son muy escasos.
A veces, la escasez agudiza el ingenio y la película comienza de forma muy acertada planteándonos la historia “in medias res” (obviamente por falta de presupuesto) en Eternia, donde Skeletor y su ejército han conquistado el Castillo de Grayskull y han hecho prisionera en un campo de fuerza la Hechicera. Skeletor, impaciente, aguarda a que la luna alcance su cénit, el Gran Ojo se abra y todos los poderes del cosmos sean suyos; convirtiéndose en un Master del Universo. Mientras tanto, los pocos supervivientes de la resistencia, He-Man, Duncan y su hija Teela dan con un cerrajero llamado Gwildor. Éste les explica que Skeletor consiguió entrar en el Castillo de Grayskull a causa de uno de sus inventos: la llave cósmica. Esta llave es un instrumento capaz de abrir una puerta dimensional en cualquier lugar y tiempo. Gwildor guarda en secreto otra llave que tratarán de utilizar para liberar a la Hechicera, pero al ser descubiertos huyen por una puerta dimensional cuyas coordenadas desconocen y aparecen en el planeta Tierra. Allí pierden la llave que será encontrada por July (una jovencísima Courteney Cox en su primer papel en el cine) y Kevin, una pareja a punto de separase. He-Man y sus aliados van en busca de la llave antes de que Skeletor envíe a su ejército a la Tierra.
Como hemos señalado en varias ocasiones, el caos reinante y la producción frenética de una película con ciertas pretensiones hicieron que el presupuesto fuera aumentando a la misma vez que las deudas externas de la Cannon, con lo cual el rodaje tuvo que pararse varias veces. Entre parón y parón, el bueno de Dolph Lundgren debió alimentarse bien y dejar de ir al gimnasio, dando como resultado un cambio su forma física que en el montaje final pasa de una escena a otra donde una barriga aparece y desaparece según el plano. Hasta que llegó un momento que la producción se canceló del todo. Literalmente, se quedaron sin dinero y el rodaje fue oficialmente cancelado a falta de rodar la batalla final entre He-Man y Skeletor. No puedes acabar una película de estas características sin una batalla final.
Mattel, que no había financiado la película y cuyas clausulas contractuales eran aprobar al director y al protagonista, le propuso a Cannon no cobrar la mitad de lo que le debían por los derechos y licencias (algo que por otro lado no iban a cobrar ya que la productora estaba en bancarrota) si dejaban a Goddard terminar de rodar la película. Finalmente, consiguieron el acuerdo vía telefónica y Goddard tuvo dos días adicionales para rodar la batalla entre Skeletor y He-Man. Una batalla que debía ser épica y que se acabó rodando con un único foco en un intento fallido de menos es más para poder ahorrar todo lo posible. El resultado es una escena bizarra y cutre que podría haber sido espectacular y que se queda en la nada. Sin embargo, contiene trazas de ingenio en planos puntuales. Algo es algo.
La película fue un absoluto fracaso de taquilla que consiguió recaudar únicamente 17 millones de dólares generando pérdidas a la productora. También obtuvo malas críticas (un 17% en Rottentomatoes). Pese a todos los problemas, en Cannon estaban tan confiados con el film que encargaron la escritura del guión para una secuela. Y no sólo eso; decidieron que iban a hacer también una adaptación de Spider-Man aprovechando los decorados para ambas películas y rodándose a la vez. Si vas a estrellarte, hazlo a lo grande. Finalmente, y como era de esperar, tras el estrepitoso fracaso de taquilla y los problemas financieros por los que pasaba el estudio, se canceló la producción de ambos filmes y los derechos volvieron a sus propietarios, reestructurando el guión de la secuela de Masters del Universo y convirtiéndolo en Cyborg, con un semi-desconocido Jean-Claude Van Dame aprovechando también los decorados construidos.
Con el paso de los años, Masters del Universo se ha convertido en una película generacional para muchos e infumable para otros. Hay que saber mirar las cosas con perspectiva y 30 años después, podemos afirmar que, pese a su aroma a serie B, la cinta tenía ciertas pretensiones que la elevan un poco por encima de sus defectos (que son muchos). Y aunque nunca pasará a la Historia del cine, sí que es placer culpable de muchos y vergüenza ajena de otros. Esa combinación de actores musculosos que no pronunciaban bien, efectos de segunda, narices de tela y frases de Shakespeare siempre tendrá un lugar especial en la memoria de aquellos niños que crecieron en los ochenta. Para todos ellos, “Buen Destino”.
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