Fotógrafo: Kánovas Fotografía
Suena la intro de Pulp Fiction, cae la lona. A Molly, Tárraga, Tenorio, Sánchez y Ken ya les hemos visto asomarse desde el pasillo durante la correcta y potente actuación de Aphonnic. La noche está caliente y ninguno de los tres grupos (los mencionados Aphonnic, La Skala de Richter y 13 Millas) que han precedido a los madrileños ha dejado mal sabor de boca. Como mucho alguien se quejará de estar con la energía justa para recibir la segunda presentación de ‘La Ira’ en Murcia. No he podido evitar reflexionar sobre el rock duro y esa comunión que nace entre los asistentes a un evento de este tipo. Algo que no es nuevo pero que como también asiduo a conciertos de rap me sigue impactando a veces. La gente no se queda en la puerta esperando al grupo fuerte de la noche. Entran, bailan, disfrutan, descubren. Se organizan. Que la industria más mainstream no haya sabido ver aquí una oportunidad es algo que siempre ha beneficiado a la escena. Aquí se ganan las cosas con sudor.
Hamlet es el vivo ejemplo y lo deja patente en cuanto pisa el escenario. Ahí están. Molly pasa los 50, Tárraga está a punto de cumplirlos y en enero se tuvo que operar de una lesión intramedular, el mítico bajista Álvaro Tenorio ya estuvo en Ñú, ahí es nada…y cualquiera que conozca ese tipo de detalles es porque, simple y llanamente, se ha molestado en buscarlos. Sobre el escenario se ve a un grupo maduro pero fresco, potente, sudando la gota gorda, con un directo medido y cuidado en el que una mirada desemboca un redoble y un salto, los riffs se hacen sin buscar la complicidad del otro guitarra y las calaveras tatuadas en el pecho del carismático cantante y líder de la banda hablan de que sólo existen dos edades en el rock duro. En la primera estás vivo, en la segunda estás muerto. No hay decrecendo.
Aunque me prometí no volver a escribir crónicas musicales que sirvan como excusa para echar una mirada alrededor y llegar más hondo que la hora y pico que dura un show…¿qué sentido tendría si no? ¿A quién le interesa saber que empezaron con «Limítate», «Vivo en él», «Imperfección»…? Esto hay que vivirlo. El sudor de una mole de más de 120 kilos que me pisa por tercera vez en lo poco que va de concierto y que sale despedida hacia la otra punta del círculo mientras me lanza una mirada cómplice y yo aprovecho para sonreír y saltar lo más alto que puedo extendiendo los brazos como si tocase una batería imaginaria. Los pasivos, dando tumbos de punta a punta de la olla mientras los activos, más pesados y fuertes, nos lanzan de un sitio a otro. Los tres segundos que alguien a mi lado cae al suelo y, antes de siquiera él ser consciente, cinco personas le ponen en pie de un tirón mientras le vuelven a empujar. No hay tregua.
Dos wall of death coordinados por el maestro de ejecuciones Tárraga, Molly obligándonos a agacharnos a todos para saltar cuando estalle el ritmo, paseándose por la barra del Garaje y repitiendo su consagrado truco de echarse el micro al bolsillo…junto a las miradas de todas las féminas de las primeras cinco filas. Una de ellas le agarra de las cadenas que penden sobre su pantalón y tira de él. Su novio, justo a su lado, sonríe. «Yo también lo haría», dice. Me pasan los brazos por encima mientras gritamos con poco atino y gran pasión los versos de «Ser o no ser», «Egoísmo», «Muérdesela», «Denuncio a Dios». Alguien me coge en peso y me lanza a los aires cuando empiezan los acordes de «Tu medicina». Headbanging y empujones. Crispamos los dientes. Después nos reímos y nos abrazamos. Comentamos lo divertido que es esto.
A Pablo le tiran un mini y se ríe. Va a la barra a pedir otro. Estamos secos. Hamlet se retira por poco tiempo. Caen «Imaginé, «Irracional» y «Jodido Facha». El tercer wall of death de la noche. Todos nos agarramos de los brazos mientras damos lo último que nos queda y gritamos: «Tu programa sociaaaaaal». Y es que de eso va todo esto, ¿no? Ahí fuera el mundo sigue siendo, y será, suyo. Mañana el telediario volverá a abrir con las decisiones que han tomado un montón de trajeados en Bruselas, mientras los medios nos repiten una y otra vez cuanto nos afectan y nosotros las comentamos con tono censor y asqueados una puta vez más pero con ese resquemor en la garganta de no saber muy bien a qué atenernos. De saber si de verdad es real. Lo único que sabemos es que la última vez que nos reunimos todos aquí a ver a Hamlet en Garaje, en 2013, todo era también una puta mierda. Seguimos echando horas que no nos pagan en trabajos que no nos aportan un carajo, mientras el mundo sigue girando olvidándose de los de siempre, nosotros, los que vivimos en él.
Pero aquí estamos. Sudando la gota gorda, agarrándonos de los hombros y dándolo todo. Como Hamlet, que tras una última reverencia agradecida se despiden de nosotros.
Hasta la próxima.
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