El broche a esta edición 2017 del Microsonidos estaba previsto que corriera cargo de los grandes Guadalupe Plata en Sala REM, aunque finalmente se ha sumado alguna fecha más. Mientras entro a la sala no dejo de imaginarme que, si el broche tuviese que ser literalmente eso, un objeto, sería uno de estos cierra-camisas que se colocan en la corbata en las partes más calurosas de Estados Unidos con la forma de la calavera de un antílope. A las 23:00 horas sólo unos 20 valientes nos agolpamos por las barras. Cuando comienza el humo y bajan las luces hemos superado el centenar.
El concierto fue medido pero sentido, impactante por su propuesta que no deja un cabo suelto. Tras el trío un visual simple de fondo rojo con el nombre de Guadalupe Plata proyectado encima es la única parafernalia que ofrecen entre puro guitarreo, golpes de batería y la maestría al bajo de Paco Luis. Los cortes se suceden rasgados uno tras el otro mientras el público parece poseído por el baile de San Vito. Sin movimientos estrafalarios ni forzosos, un temblequeo involuntario y un headbanging modesto del que es imposible no sentirse contagiado al escucharles.
Su setlist mimado («Huelo a rata», «En este cementerio», «Tengo el diablo en el cuerpo», «Serpientes negras», «Lorena», «Baby me vuelves loco»…y demás) hacen las delicias de los entregados. La gran mayoría de asistentes nos conocemos las canciones y las coreamos. Bailamos como si supiéramos. No hemos venido a descubrir un grupo promesa si no a reafirmar el sonido de los Guadalupe como una buena apuesta para cerrar este festival. El sudor cae entre los asistentes como si estuviesen apilando heno con una horca. Por un momento me imagino al público ataviado con un mono vaquero y un sombrero de paja, transformándose en el Diablo al tiempo que un rabo colorado acabado en una punta negra desgarra la tela vaquera por la retaguardia y la horca se convierte en tridente.
Paco Luis, Pedro de Dios y Carlos se despiden dejando un sabroso regusto a humo entre nosotros. Todos sabíamos qué queríamos cuando entramos al concierto y lo hemos obtenido. De eso debería tratar la mayoría de las veces.
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