Cuando me levanté toda Murcia olía a pantano. A agua cenagosa en la que sólo sobrevivirían bacterias, sapos, poetas y músicos. El cielo era oscuro como el corazón de un trompetista al que sólo se le recordó una vez muerto. Sentí un agujero negro en mi pecho que crecía y crecía, amenazando con absorberlo todo. Capaz de coger cualquier acorde, masticarlo y escupir en su lugar una guitarra desgarrada tocada con huesos de gato. Entonces lo recordé: esa noche tocaba Guadalupe Plata.
Cuando la maldición de Mississippi cayó sobre la 12 y ½ nadie se percató. Tocaban unos rabiosos Mad Mao y The Tse Tungs, aullando a la luna. Me giré hacia Santos y le dije:
-Llevar 8 años tocando, dar conciertos en EEUU y poder entrar a tus conciertos pasando entre el público sin que nadie te pare para tocarte los huevos tiene que ser la leche.
Asintió con un gesto de cabeza. Mad Mao aprovechó uno de los últimos descanso entre tema y tema para acordarse de los titiriteros detenidos. En la sala se agradeció “como agua de mayo” que diría Jorge Fernández Díaz. El ritmo endiablado paró entonces e instantes después el trío ubetense hacía su aparición. Comenzaron los acordes pegadizos de una transformada canción popular, “Calle 24”. No bailar no era una opción, al menos para nosotros, otros se acogieron a la aclamadísima y popular danza de ir y volver de la barra cada veinte minutos. Nosotros nos pasamos los tercios y nos guiñamos los ojos entre nosotros. Seguimos bailando cuando entonan “Serpientes negras” y también con “Gatito”, “Milana”… el Dani se tira al suelo cuando comienzan los acordes de “Hoy como perro”.
Paco Luis va cambiando los dos instrumentos que nos ha enseñado antes, en la entrevista, según lo requiera la canción. Cuando Pedro de Dios es apenas visible por el humo y se asoma para acercarse al micrófono entre luces rojas la mandíbula se nos cae. Aparte de lo inherente al resto de músicos, siempre me ha parecido impresionante la forma física a la que tiene que estar un buen batería. Lo de Carlos no deja de despertar bufidos entre el público, miradas cómplices y golpes en el pecho al compañero de al lado mientras una mano muda le señala. Quizás no estoy demasiado atento, o es la magia del momento, pero no le veo ni llevarse el brazo a la frente para limpiarse el sudor. Enlaza el último tambor de un tema con el primero del siguiente sin que parezca algo digno de resaltar.
El concierto sigue y no hay ni un sólo fallo, no ya de los tres músicos del escenario, si no siquiera de iluminación, efectos o sonido. Los técnicos también están brillando esta noche. Se suceden los temazos; “Huelo a rata”, “En este cementerio”, “Lorena”… con esta última me acuerdo de cuando sonó en la cuarta temporada de Shameless. Al final hemos acabado pasandonos tercios hasta con unas mujeres de delante que ni conocemos. “Jesús está llorando” y “Baby me vuelves loco” también forman, gracias, parte del recital de esta noche. Para cuando llega el bis de rigor yo casi no siento los pies. La sala se vuelca para darles calor y aplausos muy merecidos, un directo envidiable en el que no ha sobrado ni un segundo.
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