El concierto empieza a las 22:30. Entramos un rato antes. Está tocando La maniobra de Q, teloneros. Anuncian su última canción mientras los miembros de Él mató a un policía motorizado pasan a nuestro lado. Nadie se da cuenta. Suben a la segunda planta, donde han instalado, imaginamos, su camerino. La maniobra de Q se despide y al poco bajan del segundo piso los argentinos. La sala 12 y medio está llena. Eso quiere decir que hay unas cien personas. La sala 12 y medio es un cuadrado con una mesa de mezclas en la entrada, un escenario al fondo y barras a los lados. La sala 12 y medio no es un garito de mala muerte. No hay lugar para esa oscuridad grasienta. Sí que hay algo en su atmósfera que huele a sala de conciertos, a rock en su estado más primitivo, a banda ganándose el pan. En todo caso, es algo implícito. Hay detalles que obligan a uno a imaginar a varios amigos diciendo: eh, ¿por qué no creamos una sala de conciertos?
Él mató a un policía motorizado ya ha soltado su primera descarga: Nuevos discos. Santiago Motorizado en el centro. Acosando al micrófono y acariciando el bajo. A su izquierda, la guitarra de Pantro Puto (Manuel Sánchez). A su derecha, la guitarra de Niño Elefante (Gustavo Monsalvo). Detrás de este, Chatrán Chatrán (Agustín Spassoff). A la izquierda de Chatrán Chatrán, justo detrás de Santiago Motorizado, se sitúa la plataforma sobre la que se asienta la batería que aporrea Doctora Muerte (Willy Ruiz). Ahora suena La cobra. Las dos canciones representan los extremos entre los que se mueve la música de Él mató a un policía motorizado: atmósferas sonoras que nacen de acordes adormecidos que tornan épicos o riffs afilados y callejeros, tataranietos de los Ramones.
Termina La cobra. Doctora Muerte empieza a martillear la caja. Es Mujeres bellas y fuertes, la canción más famosa de la banda. La canción que conoce todo el público. Hay un detalle fascinante en el hecho de que los plateneses aborden su gran éxito cuando solo lleva 8 minutos sobre el escenario. Cualquier otra banda se hubiera guardado esa posibilidad de tarareos y saltos para un final feliz. Ellos no. Es una muestra de su permanente huida de las etiquetas, de lo establecido. Él mató a un policía motorizado no quieren parecerse a nada que hayas escuchado antes.
Y claro, hay tarareos y saltos. Quizá la vena punk de Santiago Motorizado agradecería más un pogo, pero el público respira otra música. La mayoría ve a Él mató a un policía motorizado como una banda con bonitas melodías y una voz frágil que a veces deja escapar su lado noise, y no al revés.
Los miembros de la banda no interaccionan entre sí. Santiago sigue acosando al micrófono y acariciando el bajo. Pantro Puto y Niño Elefante despachan sus fraseos de guitarra con aparente desidia. Chatrán Chatrán hace lo propio con el teclado. Solo Doctora Muerte está tocando desde el principio como un loco. Los ojos amenazan con salir de su cara. Empalman Yoni B con Mi próximo movimiento. Es el momento cumbre del concierto. Dos canciones perfectas. Han conseguido crear el ambiente que llena tu habitación cuando escuchas sus discos: sabemos que la vida es oscura y triste, pero vamos a intentar cantar cosas bonitas. Ahora nos están rematando.
El minimalismo de las letras de Santiago Motorizado –pocas canciones superan las tres frases- convierte cada palabra en un peldaño. Santiago Motorizado no repite las frases sin más. Ahí está Chica rutera. La letra dice: Eh, espero que vuelvas, chica rutera. Pero son 5 minutos de búsqueda. Aunque en directo su voz se convierte en otro instrumento, otra capa sonora, hay detalles de su interpretación que denotan mucha personalidad. Cada vez que canta la frase lo hace de una forma diferente. Cada vez es más consciente de que la chica rutera no va a volver jamás. Cada vez está más desesperado. Entonces se desata la fiera. Santiago se dobla alrededor del bajo. Pantro Puto se gira y mira a su amplificador. Mueve el brazo con la violencia que causó una lesión a Jonny Greenwood. Pantro Puto sigue impasible, los ojos en el mástil. Un mástil que sus dedos galopan, dibujando estructuras mortales. Chatrán Chatrán se entrega a los coros y Doctora Muerte sigue siendo un demente que quiere destrozar una batería.
Santiago lleva 4 canciones diciendo que esta es la última. Se despiden, suben, el público pide más, bajan y tocan tres canciones. La última es El Fuego que hemos construido. Él mató a un policía motorizado vuelve a llenar 12 y medio de esa ambigüedad espiritual entorno al amor o a la nostalgia. Otra exhibición sónica para despedirse. Se vuelven a ir. El público vuelve a pedir más. Vuelven a bajar y tocan Amigo piedra. La búsqueda que han hecho con El fuego que hemos construido les ha dejado exhaustos. Amigo piedra suena desajustada. Otra muestra de la autenticidad de la banda: se han entregado a cada acorde sin pensar en la siguiente canción, sin administrar esfuerzos. La canción termina. Aplaudimos, se despiden y desaparecen en menos de 5 segundos.
Dentro de 48 horas tocarían en Málaga. 24 horas antes tocaron en Valencia. A eso huele Él mató un policía motorizado, a banda ganándose el pan. A seis colegas que viajan por el mundo defendiendo, orgullosos, algo que han creado. Algo tan íntimo que te gana el alma al mínimo roce.
Fotografías por Margarita Yakovenko
2 Comments
Gran banda, gran crónica. Me impresionó sobremanera el batería, ‘Doctora Muerte’, suena jodidamente bien.
Quizá eché de menos algo de química entre los componentes del grupo; no intercambiaron palabras, ni siquiera cruzaron sus miradas.
Gracias. Totalmente de acuerdo en lo que dices, pero esa no interacción es otra manera de estar sobre el escenario, yo prefiero eso a unas sonrisas forzadas, como vemos en otras bandas.