Empieza a volverse muy cansino que cada año se repita el mismo patrón cuando llega el festival de la fica. Desde el SOS, hasta el WARM, pasando por el WAM, siempre han salido los mismos detractores con los mismos discursos oportunistas. Pero ya empieza a oler. Se van quedando sin cosas que lapidar. Están trasnochados. Y es gracioso, porque su discurso de “siempre lo mismo, qué asco de ciudad, que la burbuja musical, que el rock que mola es el que escucho yo y mi colega mientras nos quejamos de que yo y mi colega somos los únicos que escuchan el rock que mola”… toda esa mierda, ha terminado siendo exactamente igual de cansino y reiterativo que el mismo festival. Que no se preocupen, que todos sabemos que sin temas con los que cabrear, se quedan sin seguidores con ganas de carnaza y eso, madre mía, sería un puto desastre.
Dicho esto: arrancamos con el WARM UP 2018.
NOCHE 1. Veintinueve años tengo
Veintinueve años tengo ya. Eso quiere decir que ya no planeo el festival de la forma más óptima posible para beber la mayor cantidad posible de alcohol, sino que lo hago para que al día siguiente la resaca no me impida volver a entrar al recinto. No pasa nada, solo es una cosa más que aceptar. Me he dado cuenta de que llevo ya un tiempo en el que todo consiste en aceptar cosas y que te importen un pijo o lo menos posible. Este año, de hecho, no he intentado formar un gran grupo. Me apetecía ir con A y encontrarme allí con quien me tuviese que encontrar. Sin jaleos. Sin historias. Sin mierdas.
Hemos llegado demasiado tarde para ver Carlos Sadness porque teníamos que dormir la siesta porque hemos trabajado, pero a Iván no nos lo perdemos. Nos hemos puesto un poco lejos porque el gentío agobia un poco a A pero poco ha importado teniendo en cuenta que Iván nunca defrauda. Yo me empiezo a sentir un poco estratosférico porque cuando era un criajo siempre salía por el mismo bar de mi pueblo donde siempre ponían las mismas canciones de los piratas. Sin embargo, ahora no conecto tanto con los años 80, y me atraviesa mucho más el movimiento circular. “Hay veces, no muchas ni tampoco pocas, que pienso en ti”, pienso, pensando en A. Es tiempo de mini por 7,50 eurazos. “Hijos de puta”, pienso, mientras le doy un sorbo y finjo rabia pero en realidad siento mucho placer.
Iván Ferreiro se despide y yo ya veo la playa vacía. Voy a rellenarla. Otros 7,50 eurazos. Empiezo a arrepentirme de no haber ido al aparcamiento antes, pero es que la idea era ir tranquilo para el sábado arrancar con todo. De nuevo he sobrevalorado mi fuerza de voluntad y la cosa pinta jodidamente mal para mañana cuando abra el párpado. No es momento de lamentarse, empieza La Plata. A y una amiga que más tarde me traicionaría se van al aseo y me quedo solo. Lo mismo me pasó el año pasado con Sr. Chinarro y descubrí lo mucho que me gusta ver un concierto solo conmigo mismo pensando en mis mierdas. La Plata, eso sí, me sorprende mucho. Ese rollo de punkarras pijos de la movida madrileña en unos chavales tan jóvenes hace un contraste tan bonito como el de pensar que con 50 años voy a estar de pie delante de un escenario similar, con un mini que me habrá costado 30 eurazos sin que nada haya cambiado a pesar de los que dicen que al SOS-WARM le quedan cuatro días. Me flipan, me hacen bailar, tienen una energía enorme y cuando crezcan, van a ser la hostia, seguro. Me interrumpe A y la traidora, pero se unen a la fiesta de la plata hasta el final.
Hora de Kasabian. De camino allí veo un poquito de Sidonie y me pregunto cuántos cuñados habrán hecho el chiste de “Sidanie”. «Una chica y una pistola» sigue teniendo su rollo, qué queréis que os diga. Pero empieza Kasabian. Yo no conocía este grupo, no demasiado. Los había escuchado un poco y tal, pero sin ser demasiado consciente. Y joder, lo mejor del festival no son pero se acercan. Grito, muevo la cabeza, grito, muevo la cabeza y repito. Los de mi alrededor gritan: “¡¡CHO, CHO, CHO!!” “¡¡SCIENCE, BITCH!!”, esto último me hace reír. En plan abuelico, en plan jejeje, como flojico para no hacerme daño en la garganta. Kasabian finaliza y A se tiene que ir porque trabaja mañana.
No podemos permitirnos no trabajar. Desde que tenemos alquiler no podemos permitirnos muchas cosas. Pero bueno, es otra mierda que aceptar. A se pira y yo me quedo con la traidora, que con su carácter traidor me dice “no te rayes, yo te llevo luego a casa. Vamos a ver Bloody no sé qué”. No la entendí, quería decir The Bloody Betroots pero toda la noche los llamé “Los Bloody no sé qué”. Antes, eso sí, me encontré con un grupo de amigos y sus parejas que querían ver El Columpio Asesino. Casi todos gays y lesbianas. ¿Qué por qué lo remarco? Pues no lo sé. El Columpio Asesino moló, pero me daba pena que la mayoría de asistentes estuvieran deseando que tocaran la última porque era la única que conocían. Lo cierto es que desde el nombre hasta ellos, es todo raro en este grupo. Me gustó. Bien. Ok. Vamos a los sangrientos, pero antes 7,50 eurazos más. La traidora se ha ido y me ha dicho que volvería, pero, spoiler, no era cierto.
Los Bloody no me gustan. No son mi estilo y me aplanan un poco. Mi grupo gay baila y salta y escupe porque ellos son así, y yo lo hago también durante un rato pero me acabo cansando. Cuando son las tres, me doy cuenta de que la traidora no va a volver. Me empiezo a dar cuenta de que sin A, el camino hasta Juan of Borbon iba a ser un puto infierno. Efectivamente, me despido de todos y acepto que me han traicionado. Empiezo a caminar, un tío joven se acerca a mí como haciendo eses y me pregunta si llevo papel. Le digo que no. Me dice “¿qué eres, otro gilipollas que va de guay?”. Le miro un instante, tuerzo y me voy sin decir nada.
El tío se queda un poco loco. Supongo que se esperaba otra cosa. Pero ya estoy mayor para estas mierdas y me queda mucho que andar. Empieza a llover. Llevo una buena zurra y soy consciente ahora. De camino allí escucho un programa de David Broncano y me río. Las piernas ya me arden. Llego a casa, A está dormida. Me ducho porque J me ha tirado un mini encima y al acostarme me doy cuenta de que mi plan para levantarme fresco el día dos ha fracasado estrepitosamente…
NOCHE 2: ANÍBAL EL FAMOSO
Me quiero morir. Tengo que ir a ver a mi madre y a comer rápido porque esta tarde he quedado temprano para tomar café y comprar rápido para ir al parking. A nos recoge a todos en el Zig Zag después de dormir la siesta (porque ella trabajaba porque hay que pagar el alquiler), y nos lleva al Nelva. Del Nelva al aparcamiento, del aparcamiento a la ginebra, una que era un poquito más cara pero llevaba un sombrerito de plástico muy gracioso. Así nos la gastamos nosotros en nuestra madurez. Con una buena tontería encima, me convencen para ver Izal. OTRA VEZ. No tuve bastante con soportarlos en el B-Side, que ahora tengo que verlos OTRA VEZ. Antes, claro, 7,50 eurazos. “Que hijos de pffffuta”, pronuncio como una trompeta, escupiendo sin querer a A.
Empieza Izal y tengo que decir que terminó. Me voy pitando a Dorian. Jajajaja, sí, critico a Izal y luego me voy a Dorian. Sé que os hace gracia. O lo mismo y os cabrea, no lo sé. Pero me pega mucho la canción de “Los amigos que perdí”. ¿Os ha pasado que hace años erais un montón y que conforme van pasando festivales el grupo va menguando? Pues eso, los amigos que perdí. También os digo una cosa: cuando vi los trajes que llevaban y los movimientos de brazos como si fueran seres extrasensoriales mientras cantaban mierdas tan profundas como “lo único que quiero es verte amanecer”, casi me piro. Pero me quedé y no estuvo tan mal. A me preguntó “¿de verdad te gusta esta mierda?”. Miré hacia arriba, le di un sorbo al mini, hinché el pecho y le dije todo serio: “jajajaja xd”.
Dorian terminó igual de cutre que empezó, pero no se me caen los anillos cuando digo que me lo pasé de puta madre. El final de Dorian significaba el inicio de Alt-J, y eso era un problema. Yo no sé en qué pensaban al hacer los horarios, pero fueron asfixiantes. Me perdí demasiadas cosas. Se solapaba todo y tenías media hora para cenar como mucho. Y aquí llegaba el problema 2: cenar era imposible sin esperar cuarenta minutazos. Así que sin cenar nos piramos a ver a los J.
El juego de luces era woooow, guaaaaa, wiiiii. Me gustaron muchísimo. Había ido porque A era ultra mega fan, pero acabé yo siendo super hiper fan. Aunque se solapaba un poquito con Aníbal Gómez, así que no pude quedarme hasta el final.
Aquí viene un poco cuando todo se tuerce, porque hay una cosa sagrada para mí: OJETE CALOR. Aníbal es el ojete de mi calor, o el calor de mi ojete y no podía perderme ni un solo minuto. Las mismas canciones de siempre pero las mismas risas también. Nada que destacar, excepto que me perdí Viva Suecia para ver ESO que muchos dicen que no es ni música. Entre Dorian y esto, supongo que he perdido el respeto de muchos. Y eso me apena mucho, me pone muy triste, de verdad.
A Viva Suecia no los vi, pero siempre guardo unas palabras para ellos. No es que me flipen, si soy sincero, pero su último disco, “Otros principios fundamentales”, me llega muy adentro. Me encanta ver gente con camisetas de los suecos. Me encanta ver las fotos del escenario de Thunder Bitch atestado. Me acuerdo de Rafa y pienso que se lo merece. Me acuerdo que fueron al Vista alegre y tocaron para los críos de mi colegio y pienso que se lo merece mucho. Además, yo todavía conservo la Nintendo 64 de Rafa con el F-Zero y como esto siga así me voy a sacar un pastizal por eBay.
Aníbal se me hace muy cortito pero me anima. Voy a por un thunder y a por otro mini. En total, 10 eurazos casi. Ya queda poco, menos mal, porque si no se me iba a ir el festival en tuents de esos. ¿Vitalic se escucha un poco regular o me lo parece a mí? No me quedo al concierto entero. A y yo y la traidora (que ha vuelto y me ha pedido perdón muchas veces) nos quedamos un poquito más en la sesión de DJ con muchos amigos que nos encontramos por el camino. Bailamos, cantamos, hablamos de la mejor zona para vivir de Murcia de alquiler si nos ceñimos a la calidad/precio y nos vamos del festival.
Al salir parece que todo se va a acabar y entonces, como en las pelis de Disney, ocurre la magia: nos encontramos a Aníbal volviendo al hotel y A se lanza a él:
A: “¡Oye oye, tú eres… eres… el famoso!”
Aníbal: “Joder, tan famoso que no te sabes mi nombre”
Yo (muy nervioso): “Aníbal, se llama Aníbal”
A: “¡Eso, eso, es que el pelirrojo es muy fan. Se ríe mucho aunque haga gracia o no!”
Aníbal: “Madre mía, eres una fan auténtica, ¿eh?”
Yo (muy nervioso): “ja..ja….ja”
A (gritando muy fuerte): “¡¡¿¿TE ECHAS UNA FOTO CON NOSOTROS??!!”
Aníbal: “Claro, faltaba más”
Yo (muy nervioso): “ja… ja”
El amigo de Aníbal: “Yo os la hecho”
Aníbal: “¡Va, ponte tú también!”
A: “¿Tú también eres Aníbal?”
*SILENCIO SEPULCRAL DURANTE UNOS SEGUNDOS*
Aníbal: “Joder, eres oficialmente la peor fan que me he encontrado nunca”
Yo (muy nervioso): “ja…. Ja… ja”
Nos despedimos y ellos se fueron como a todo trapo, y nosotros nos quedamos mirando la foto. Luego nos miramos entre nosotros. Después nos besamos. Sonreímos. Se notaba en nuestras ojeras que nos había agobiado la vida. O que tal vez nos había pillado un poco por sorpresa todo esto. Pero nos sonreímos porque ese festival ya era una tradición que no puede defraudarnos. Seguimos andando un poco mareados, un paseo radicalmente distinto al del día anterior y A dice algo que lo resume todo de puta madre. Y no digo el festival, digo todo. TODO: “Pues no ha estado mal, me lo he pasado bien”.
Y fue suficiente.
Fotos: Javier Rosa
No Comments