Foto: Emilio Pastor
Qué gusto da ver que en esta ciudad la gente va a conciertos. Qué gusto tener sitios en esta ciudad como el Teatro Circo, que lo mismo vale para un gran concierto, que para una fabulosa función. Pero sobre todo, qué gusto que la música negra esté viva. Ojalá estuviese mil millones de veces más en boga, y en boca del personal. Pero poder ver a una cantante con una banda como Aurora & The Betrayers y escuchar el primer disco del gran David Hooper en este teatro el pasado viernes fue un pedazo de gusto.
Mientras la muchedumbre empieza a colocar sus posaderas en las butacas llego, pido un boli, y veo que hay algún sitio libre. Y es que el murciano de pura cepa apura hasta el último momento en las tascas colindantes para entrar.
Y puntuales como si del Big Ben londinense se trataran, aparece la banda de David Hooper. Elegantes. Serios. Discretos. En su papel. Presentan al primer protagonista. Y con su traje de terciopelo rojo y un bastón con empuñadura de diamante aparece el tejano-murciano con paso harmonioso. La historia de este músico incansable es de admirar. Dejó su vida y su carrera en Estados Unidos por amor. Por amor a una murciana. Y ahora da conciertos poniendo el alma. “Tengo el soul en la sangre” afirma.
Si algo es este disco de Sooper -como le apodan-, es una reivindicación. Es decir: Joder, aquí estoy y ahora lo voy a partir todo en dos. Voy a hacer añicos lo negro, copón. Y lo hace después de muchísimos años intentándolo con tesón y cabezonería. Después de patearse las jam sesions de El Puntal con Santiago Campillo o acompañar a los O’funkillo cuando Andreas se quedaba sin voz. “Its my turn” (Tuxone, 2015) es un reconocimiento. Y que sea el primero de muchos. Toca el disco de principio a fin. Contiene muchos estilos, pero mayormente clasicistas.
Hay una pareja ya entrada en años delante que no se mueve. Ni aplauden, ni mueven un músculo. Ni siquiera aplauden. Los dos chavales de su lado están bailando y se levantan a menearse al son de las melodías.
Normalmente Hooper estaba girando con su banda, The Silverbacks, pero no sé por qué en esta ocasión escoge a seis músicos murcianos. Se nota que no están tan sueltos y que van leyendo partituras, pero cumplen a la perfección. Reconozco a Sergio Bernal y a Patxi Valverde, que han dado clases en la Escuela de Música Moderna de La Alberca.
“Si yo soy ya murciano”. Encima del escenario es un auténtico animal. Anima a cantar y cuando no le gusta como lo hacemos para la canción. Otra la acaba tumbado. Hace solos de guitarra. Presenta la banda con jocosidad. “Queremos mas soul”. Se pone a torear y apunta: “¡No!”
La música de David huele añeja. Como el mejor bourbon de Tennessee. Es aún más clásico que James Brown y que Al Green. Como si quisiera ser aún más ortodoxo que sus maestros Sam Cooke y Bobby Womack. Y lo consigue. Gracias a la perspectiva de hacer soul mayúsculo en el 2016 y no en 1966. Por aquí huele a Curtis Mayfield. Aumentan el funk hacia el final. La genial “Sugar ‘n’Salt” te hace bailar.
Tras un cambio de instrumentos meteórico llegan The Betrayers. La historia fue la de siempre: Aurora necesitaba banda. Los Betrayers, iban buscando solistas. Simbiosis absoluta. Conexión musical. Aurora García, estuvo ya un tiempo demostrando su capacidad de tener a su alrededor una banda de soul, enseñando una habilidad vocal a la altura de casi nadie. Y haciendo soul interesante, original y de calidad. Me río yo de los que dicen: “No, es que Beyonce y Rihanna tienen buena voz”. Joder, ya les vale, si no supieran cantar serían la mejor campaña de marketing de la historia. No vale solo con tener un vozarrón. Hace falta algo más. Y la madrileña lo tiene.
Juntan temas de su primer discazo, algún cover y canciones inéditas del que será su próximo trabajo. Con el chorraco de voz que tiene, a veces tiene que retirarse el micro. Pero es que en ocasiones es exagerado. Impresionante. Pudiera ser, que ni necesitara el micrófono, que sin amplificación ya se le fuera a escuchar. Cierra los ojos, como si se les fuesen a salir de los decibelios que emiten.
Entre las canciones, Aurora no es de hablar mucho. Y cuando lo hace se queda parada entre las frases. No sabemos si va a hablar o si va a empezar un tema. Ella habla con sus cuerdas vocales. Tenemos una Amy Winehouse en nuestro país, pero sin copazo de Ribera en la mano. Y no sabemos apreciarla. Tenemos nuestro chorro de voz. Es muy Janis Joplin y Ella Fitzgerald cuando pone el tono rasgado. Pero con dejes personales. Si fuera inglesa o estadounidense estaría sonando en todas las radios, como aquí Adele o Duffy.
El conjunto de nueve músicos hace sencillo lo complicado. La música negroide de los setenta es lo que es, no le busques tres pies al gato. Está todo inventado. Pero aun así encuentran rendijas y meten elementos diferenciadores. Tienen su sonido. Sólido. Cuando pones el corazón, que digo, el alma, trasmites lo indescriptible. Tengo la piel de gallina. Pero los viejecicos de delante siguen hieráticos. Este sonido es calor. Los Betrayers en Woodstock lo habrían petado. Me gusta cuando el saxo se pone a tocar con el teclista a cuatro manos.
Ocasionalmente algunos nos levantamos. Esto se disfruta más bailando. El título de la canción “Shadows Go Away”, que da nombre al disco, es una declaración de intenciones terrible: Fuera sombras. En algunas mas rockeras las coristas se van. Se marcan una instrumental. Dan las gracias a Steve Wonder y a Bowie.
En los bises se van los ancianos. “Hay mucho regalito de reyes aquí”, me dice uno que se va al pasillo a bailar .No le entiendo bien, pero le doy la razón. Aunque a mi lado hay un zagal joven viendo el Facebook. El nuevo disco tiene pintaza. “Fire” y algunas que dicen que estarán en el nuevo suenan más rockeras -aún-. Quizás por eso el cambio de rubio a pelirrojo del pelo de la cantante.
Puedes hacer rock, soul y funk en un mismo disco. Puedes tener un chorrazo de voz. Y mucho flow. Como tienen David y Aurora. Pero ya depende de uno, el enfocar el mojo de cada uno hacia lo retro, o hacia lo moderno. Y las dos corrientes son muy interesantes. Habrá que ver los segundos trabajos de estos monstruos de lo vocal. Ojo. Voz en este caso.
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