Thom Yorke es un genio. Lleva 20 demostrándolo. Sin la música de Radiohead, mi vida sería diferente. No sé si mejor o peor. Pero diferente. Creo que cuando tenga 80 años y les ponga a mis nietos los discos de Radiohead sonarán más modernos que cualquier cosa que hayan escuchado sus oídos de niños índigo. Será una forma de decirles: mirad, vuestra generación es más inteligente que la nuestra. Pero a ver si la banda de vuestra generación es más inteligente que la banda de la nuestra. Porque Radiohead es la banda de nuestra generación. Están por encima del bien y el mal. Aunque no hicieran ningún gran disco en lo que les queda de vida no pasaría nada. Ya nos han regalado bastante. Bien. Pero en algún momento de la historia, Thom Yorke se ha dado cuenta de que es un genio.
No va por la calle con un pan en la cabeza como hacía Dalí. Pero la música que hace últimamente sí que provoca esa sensación. Si The King of Limbs (2011) ya estaba saturado de sonidos procesados, el disco que acaba de publicar con su proyecto paralelo –Atoms for Peace– es más de lo mismo. Atoms for Peace cuenta con una alineación de lujo: Yorke, Flea (Red Hot Chili Peppers), Nigel Godrich (productor de los mejores discos de Radiohead), Joey Waronker (R.E.M.) y Mauro Refosco (músico de sesión de Red Hot Chili Peppers). Pero no nos engañemos. Esta banda es de Thom Yorke, él es el capitán y se la juega cuando el balón quema. La curiosidad de escuchar a Atoms for Peace nace de escuchar a Yorke, pero también de encontrar a Flea. Dicen que cualquier disco en el que colabore el estratosférico bajista debe ser escuchado. He buscado en el disco unas cinco veces y no veo por ningún lado su aportación. Primera decepción, pero no la más grande.
La decepción más grande es que, por segunda vez, un álbum en el que aparece Thom Yorke suena tal y como esperaba que sonara. Ya pasó con The King of Limbs, en aquel momento me lo temí; en esta ocasión, casi tenía la certeza de que Amok iba a sonar así. Así de largo, de monótono, de lioso y -cómo me duele decirlo- de pretencioso. Todo en Atoms for Peace tiene el sello Yorke: un nombre tan socio-político (inspirado en un discurso de Eisenhower), el misticismo que rodeó al proyecto antes de la publicación del álbum y las entrevistas llenas de literatura. Pero la música no acompaña esta vez, y embadurna al resto de una insufrible capa de fastuosidad que no impresiona. Es la primera vez que estoy de acuerdo con los detractores de Radiohead, que mantienen que la banda ha construido un pedestal desde el que miran al resto del rock con una supuesta superioridad moral. Si antes lo hacían -no lo tengo del todo claro- era porque podían permitírselo. Siempre han estado varios pasos por delante del resto. Pero aquí encuentro a un Yorke perdido.
Pero Thom Yorke es un genio. Y los genios resuelven partidos. Salvaría tres o cuatro canciones deAmok: Before your very eyes…, es el único momento del álbum en que percibo a Flea, que proyecta una melodía (si se puede llamar melodía) sobre la que Yorke crea una atmósfera lejana. A millones de años luz. Es la especialidad del cantante con la voz menos humana de la historia del rock. Una muestra de la genialidad de su voz es que suena lejana y cercana. Suena en otra galaxia y en tu alma. Al mismo tiempo. Quizá nuestros nietos puedan explicar el por qué o el cómo. Yo no puedo. Ingenue revela al Yorke más humano. Da igual que la electrónica lo rodee todo, cuando el líder canta así es muy difícil escuchar otra cosa que no sea su voz. Además deja claro que las letras no se han resentido. Yorke es un poeta: The seeds of the dandelion you know blow away/in good time/I hope, I pray/If I’m not there now physically/I’m always before you/Come what may (Las semillas del diente de león te dejarán boquiabierta/ a su debido tiempo/ espero, rezo/ Si no estoy aquí físicamente/ estoy detrás de ti/ venga lo que venga). Judge, Jury and Executioner es la hermana pequeña de Myxomatosis, y solo por eso merece ser rescatada. Es el mejor momento de Amok. Es oscura, apocalíptica y emotiva.
Thom Yorke nos tiene tan mal acostumbrados que esto nos sabe a poco. Le pedimos más. Es un disco extraño. No es sobresaliente, ni siquiera notable. Pero los momentos señalados arriba destrozan la discografía del 95% de bandas actuales. Es lo que tiene ser un genio. Kid A de Radiohead fue primero defenestrado y después ensalzado como la obra suprema que es. Me gustaría equivocarme, y tener que retractarme dentro de 5 años. Tener que decir que Amok es fantástico. Pero me temo que no me equivoco. Más allá de su voz, Yorke es humano. Y yerra.
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