No paras de escuchar martillazos. No paras de sentir martillazos. Ese continuo ir y venir de dolor y no dolor que deja las heridas abiertas estén donde estén. Martillazos constantes a lo largo de todo un libro que resuenan en las cavidades que ya no tienen órganos porque han sido arrancados sin contemplaciones. Porque leer Martillo (Editorial Balduque) de Alejandro Hermosilla (1974) viene a ser una experiencia similar: una lectura que repiquetea en los oídos a cada párrafo, que te vapulea de un lado a otro y que acaba mareándote para que no sepas a ciencia cierta dónde estás.
Y aunque al principio no puedas desasirte de tu mirada occidental, todo termina reduciéndose a un Oriente que se convierte en centro y límite de un viaje que no será sino el apabullante paseo por los confines de un mundo que no conoces pero del que no puedes escapar sin sufrir daños.
Estamos en Fez, Marruecos y acompañamos al protagonista no sólo en su aventura física sino también, y sobre todo, en su aventura psíquica. Estamos fuera y dentro de la medina, fuera y dentro del cuerpo. Fuera y dentro. Paseamos por calles que huelen a especias y a té donde nos siguen jovenzuelos que piden, entre otras cosas, misericordia; donde hay mujeres con caras ocultas y cuerpos desnudos; donde hay calles laberínticas que nos conducen a cárceles y a escenarios donde la sangre brota de nuestros cuerpos. Paseamos también por los recovecos oscuros y los rincones luminosos de la mente de nuestro narrador, poeta que salta de pensamiento en pensamiento y que hilvana e hila reflexiones, recuerdos y sensaciones de manera esquizofrénica y, sin embargo, adictiva. Somos él o sus vísceras, su piel o la sangre que brota por el centro mismo de su tatuaje.
Una oda a Oriente, a su zona gris y a su zona bermellón. Una canción, un poema que ruge amor y fidelidad a todo un universo literario del que se nutre –y no sólo en forma de referente sino en forma de fragmentos exactos-. Una obra madura que se vale de la historia en todas sus versiones para arrojar una luz tenue sobre tradiciones y bocas que se ocultan bajo telas sedosas. Una imaginería despampanante que sostiene relatos que se interrumpen por otros relatos que acercan a los sueños de Las mil y una noches. Una metanovela que a ratos deslumbra y a ratos golpea por su crudeza. Un martillo que, golpeando el agua, devuelve la vida a todos y cada uno de los seres y deseos que han sido sacrificados.
Leyendo a Hermosilla se embarca uno en un intenso viaje en el que el volumen de experiencias vividas impacta en el corazón como si de una droga se tratase. O té de hierbabuena. O sexos enroscados. ¿Quién lo sabe? Desde luego, no yo.
Ilustración: Inma Frutos
Gracias a la Editorial Balduque, -que además es de Cartagena y acaba de nacer- os dejamos este sorteo para que podáis llevaros a casa su Martillo. Rellenad vuestros datos y seguidnos en Facebook o Twitter.
Cargando…
2 Comments
[…] Tienes que leer (X): “Martillo”, de Alejandro Hermosilla No paras de escuchar martillazos. No paras de sentir martillazos. Ese continuo ir y venir de dolor y no dolor que deja las heridas abiertas estén donde estén. Martillazos constantes a lo largo de todo un libro que resuenan en las cavidades que ya no … Read more on C’mon Murcia! […]
[…] José Alcaraz, poeta y editor de Balduque. Acaba de publicar Un sí a nada (ad minimum, 2015) […]