No hay porqué envidiar tanto la música británico-norteamericana. Incluso aunque la mayoría del producto ibérico esté influenciado por lo anglosajón. Con ésta conclusión acababa la semana tras mucho darle vueltas. Dos de los motivos por los que sacar pecho por nuestra música son José Ignacio Lapido y Quique González. Con muchos discos y años de trabajo y composición en solitario, son dos de los rockeros más consolidados y respetados del país.
Tras muchas colaboraciones conjuntas y presentar sus últimos discos: ‘Delantera Mítica’ por parte de Quique y ‘Formas De Matar El Tiempo’ de Lapido, finalmente se han decidido a girar conjuntamente. A ésta genial propuesta la han llamado «Soltad A Los Perros» y en ella tocarán e intercambiarán sus canciones. También se entrelazan sus acompañantes en una soberbial banda. Al granadino le acompañan fielmente los habituales Víctor Sánchez a la guitarra y el prolífico Raúl Bernal (Jean Paul, Grupo de Expertos Sol y Nieve) a los teclados varios. Y al madrileño le secundan Pepo López (La Cabra Mecánica y Lichis, Chivo Chivato, y productor) y en la batería Edu Olmedo (Señor Mostaza). Para desempatar, producir, arreglar, organizar y tocar el bajo el gran Ricky Falkner (Egon Soda, Standstill y disputado productor).
Tras unas semanas poniéndose a punto, comenzaron la gira en Murcia. El lugar elegido el Auditorio Víctor Villegas. Un lugar raro para este tipo de sonidos, pero el único de suficiente tamaño para este evento. Aunque sean trovadores conocidos, tienen un tirón dispar a la hora de vender tickets. Mientras que Quique presentó su último disco en éste mismo gran escenario y en un auditorio similar en Cartagena, Lapido lo hizo en una sala más humilde, en la zona de Mariano de Rojas.
Hacia la hora de inicio, el patio de butacas estaba totalmente lleno, exceptuando los asientos de los extremos. Con puntualidad salen los siete músicos, pero dispuestos un tanto extrañamente. En primera fila, los dos cantantes en el centro, con sus habituales guitarristas su lado. Detrás de Lapido y Víctor, la batería a ras de suelo, detrás de Pepo y Quique, Raúl y sus teclados. En el centro el gigantón Ricky con su bajo. O bien la colocación de los amplis e instrumentos no era la correcta, o la sala no está bien calibrada, pero el caso es que en las primeras canciones, el sonido es una pelota. El respetable aplaude algo frío el primer ladrido de perro en forma de canción: «Ladridos del Perro Mágico» de Lapido. Un tema algo místico y oscuro para abrir. Pero con la segunda canción («La Luna Debajo Del Brazo»), el primer tema de Quique, la gente se viene arriba y empieza a dar palmas.
La primera retahíla de elogios mutuos empieza cuando González confiesa que «Carrusel Abandonado» es su favorita de Lapido. La gente está algo encorsetada entre los comodísimos asientos verdes y la señora que tengo a mi lado no aplaude. Puede que no le guste esto a la pobre. En «Me Agarraste» Quique cambia a Jorge Drexler por José Ignacio de compañero de dueto.
Tras la desesperación de «Luz De Ciudades en Llamas» Lapido, con su timidez habitual, cuenta parcamente como prepararon este proyecto en su casa de las alpujarras. Quique suele hablar entre cada canción y su compañero asiente sonriendo. Noto a la gente algo rígida, como fría. Puede que les chirríe escuchar canciones a dos voces. Llega un punto que hasta dudo de quién es cada tema. La simbiosis es total. Melodía, acordes, solos o letras son un todo compartido al 50%. Aun así, hasta pasadas siete canciones, algunas de las palabras ni se entienden por el extraño sonido que mejoraría después.
«Se Equivocaban Contigo» de Quique, suena más eléctrica por los solos de guitarra y teclados. Una de las emociones en común de ambos letristas es la tristeza que campa en sus versos: como demuestran en «Deslumbrado» y en «Antes de Morir de Pena». Tristeza amorosa y existencial respectivamente. Musicalmente, lo mejor de concierto son los coros de los estribillos a seis voces.
Y como ya hiciera Dylan en el Desire del 76 con el boxeador Hurricane Carter, cantan la canción de Quique, «Kid Chocolate», dedicada al púgil cubano. Pepo y Lapido hacen una batalla de solos contestándose el uno al otro, al estilo Allman Brothers. Al acabar el respetable aplaude por partida doble. Es curioso como el boxeo tiene algo de poético, como lo tienen los protagonistas de nuestra noche. De seguido, y al empezar su stoniana «Hotel Los Ángeles», González, al ver lo rígida que esta la gente grita: – ¡Os podéis levantar!-, arengando al auditorio a y propiciando una respuesta favorable y unánime.
Pero la energía dura poco ya que Quique empieza la tranquila «El Backstage» a la vez que una gran tela se ilumina de rojo justo al fondo. Esta era la señal que marcaba la primera parte del show, que continuaba con algunas baladas preciosistas como «En El Mas Allá», «Dallas-Memphis», «En Medio de Ningún Lado» o «Clase Media», donde se intercambian solos de guitarra, pero sobretodo estrofas emocionantes.
La gran mayoría de canciones suelen ser cantadas por ambos, haciendo cada uno una parte y uniéndose en los estribillos, salvo algún tema por separado. Los solos van de la milimetría de Pepo López al slide de Víctor Sánchez. Para acabar el segundo y último bloque emplean la melancolía mística imperante en el maestro Lapido: con «En El Mas Allá» y con «Cuando Por Fin» se van a los camerinos unos cuantos minutos en los que el público no para de aplaudir.
Por sorpresa, sale un compungido y visiblemente emocionado Quique González, quien explica que su padre, un habitual en sus bolos, había fallecido hacía solo unos días y al cual dedica la preciosista «Lo Voy a Derribar». Agradezco estar sentado, ya que a todo el patio de butacas se nos hizo un nudo en la garganta. Nos había derrumbado de un sólo gancho. De un sólo ladrido.
Cuando acaba se abraza con José Ignacio, que canta «En Ángulo Muerto» a solas con Víctor. La señora que no aplaude junto a mí, me pregunta que para que escribo notas en la libreta, para escribir luego le digo. Obvio. Como obvia iba a ser la extensa y aplaudida presentación de la banda. Para la delicia de los melómanos, tocan la genial «Nubes con Forma De Pistola» de los separados 091 y a continuación «Vidas Cruzadas», la cual enciende a los asistentes.
Vuelven a hacer un segundo paripé de bises, que no consigo entender. Ya con un aplauso continuo presentan al equipo técnico y tocan «Cuando El Ángel Decida Volver» y «Dónde Está El Dinero», en la que cambian las líneas finales por ‘Soltad A Los Perros’. Saludan y se van. En el comienzo de la que quizás sea la mejor gira del 2014, tanto público como músicos estuvieron algo rígidos y encorsetados. Pero a base de una selección de temas exquisitos, y una ejecución estudiada pero vibrante, consiguieron hacernos ladrar y morder como auténticos perros. Maestros.
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