Creo que estoy empezando a despreciar a todos los poetas excepto a Safo. He estado leyéndola como posesa, y nada de comentarios vulgares, por favor. Puede que incluso haga mi trabajo del trimestre sobre ella, si es que decido ir por matrícula y si logro convencer al imbécil que me han asignado como tutor. (…) ¿Me quieres? No lo dices ni una sola vez en tu horrible carta.
‘Franny’, J.D. Salinger
Fui a la presentación de uno de esos escritores representantes de la ‘angustia teen‘. Un tío triste que en realidad superaba la treintena y seguramente toma demasiados ansiolíticos. Un señor mayor, otro, se me acercó cuando todos esperábamos en el pasillo a que diera comienzo la conferencia y se puso a hablarme como muy cerca. Su aliento chocaba contra mis mejillas y eso me daba como mucho asco.
-¿Por qué todas las chicas de aquí vais vestidas de negro y lleváis los labios rojos?
-Será la moda.
-No creo que sea la moda, ¿tú también escribes?
Confieso que gané el ‘Creajoven’ con una serie de poemas que escribí a los 17 años, después un accésit en la uni y por último un premio de un bar de tapas que hablaba de un tío del que me enamoré y que acabó robándome un tupperware. Mi fulgurante carrera poética. Yo podía haber sido una joven promesa de la poesía y ahora ser parte de esa casta literaria que domina twitter y sube fotos a instagram de las últimas publicaciones de Alpha Decay. Tenía hasta un blog. Yo leía a las suicidas y tenía un cuelgue muy grande por Sylvia Plath, también estudiaba filosofía, lo que me dotó de una mirada perdida ‘locati’ a lo Audrey Horne. Todo esto suponía un combo perfecto en mis intentos por ser un cliché. Mi película favorita, cómo no, era Lost in Traslation, y estaba segura que cuando acabara la carrera me pasaría como a la prota. Iría a Tokio con mi crisis existencial y conocería a un hombre mayor, otro más, con el que tendría mucho feeling pero nunca nos acostaríamos. Quien dice Tokio dice Corea. Escribir poesía me hacía ser una ‘dramas’. Y era un poco asco porque lo dejaba todo manchado de referencias sobre vísceras, pájaros que no levantan el vuelo y demasiados versos que me hacían parecer una rapera wannabe.
Hoy se supone que es el Blue monday un día producto del algoritmo de la tristeza que no es más que una estrategia comercial para aumentar las ventas de recopilatorios de The Smiths en la Fnac. Y es que hubo un tiempo en el queríamos ser como la maldita Franny de Salinger, y nos pasábamos el día tirados en la cama compitiendo por ser las personas más tristes del mundo. La competición sigue en marcha pero nuestros dramas han cambiado. Yo ahora sufro con las audiciones de los concursos de talentos, con que descubran a El Jefe, y con que los subtítulos de las pelis producidas por Judd Apatow estén siempre bien sincronizados.
Y es que nosotros antes escribíamos poesía y ahora lloramos porque nos han quitado la Mtv.
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