Menudo año para el tito Stephen, que si ya tenía las arcas llenas a rebosar habrá sumado una importante cifra gracias a los derechos de las nada menos que cuatro adaptaciones suyas que han visto la luz. La Torre Oscura, La Niebla, It y el Juego de Gerald han sido llevadas a la pequeña o gran pantalla con mayor o menor colaboración por parte del escritor pero, eso sí, pasando por caja.
Y, reafirmando lo que ya parece una tendencia invariable, nada menos que el 50% de estas producciones -vale, dos, pero suena menos espectacular- son de Netflix. ¿Y qué tal les ha ido? Bueno…una de cal y otra de arena, como aquel que dice.
La de cal: “El juego de Gerald”
Soberbia, sinceramente. No había leído el libro, y ni tan siquiera me sonaba el argumento pero he disfrutado cada minuto de película. Quizá hay algún momento en el que se rompe la tensión pero Mike Flanagan, director de la cinta y responsable de otros títulos de terror como Absentia u Oculus, consigue volver a meternos de lleno. Ya sea a través de un pulido diálogo -de lo mejor de la peli-, algún pequeño escarceo psicológico con lo sobrenatural muy sutil para el gusto de King (al final averiguamos el por qué) o incluso alguna escena un poco gore.
Lo primero de lo que se asegura Flanagan es de meterse a los fans de King al bolsillo con algún que otro guiño durante la película, como la referencia a ‘Cujo’ o la frase de Gerald: “Todas las cosas sirven al haz”, que hará a los más frikis -como servidor- esbozar una amplia sonrisa. Sin duda uno de los mayores aciertos del film es no venirse arriba. Mostrarse sereno y decidido en su camino y no perderse en lo que se aventura que desprende el libro con tan sólo ver la película. Y es que al verla es fácilmente adivinable que la trama durante la novela básicamente va a consistir en un viaje a través de la mente de Jessie y sus recuerdos. Tanto los suprimidos como aquellos más accesibles. Verla cuestionar su propia cordura y que la trama juegue a hacernos hacer lo propio como lectores. Se nota que el tiempo ha sido obviamente acelerado por cuestiones de ritmo audiovisual, pero se agradece (¿ 450 páginas, señor King? ¿No nos estamos pasando?). Igual mostrar a la protagonista tan demacrada cuando apenas ha pasado 48 horas atada es un poco exagerado, pero al fin y al cabo el grueso de los que veremos la peli tampoco sabemos en qué estado estaría exactamente una persona abandonada así.
Alabar a Carla Gugino o a Bruce Greenwood es un ejercicio tan fútil como necesario a estas alturas. Una actuación más que correcta de ambos, destacable incluso para la talla de estos actores. En especial Carla, que transmite muchísimo durante la película.
Un final a la altura, inesperado pero sobrio y sin florituras. En definitiva, todo un acierto. Una de cal para Netflix.
Y la de arena…próximamente.
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