-¿Seguro que es este metro?
-Seguro tío, mira a esta gente.
El primero mira a la gente y sonríe. Su sonrisa me hace volver a fijarme en la gente del vagón. Somos unas 50 personas. Una lleva traje y una acreditación del COI. El resto vamos de negro o llevamos el pelo largo o pendiente o una camiseta de Iron Maiden, Metallica o Black Sabbath.
Es la una y poco y vamos desde la parada de Avenida de América hasta Rivas Vaciamadrid. Hace rato que se bajó esa madre que vuelve del colegio con su hijo y esos encorbatados que comentan adónde se van a ir de vacaciones. Los que seguimos en el metro vamos al Sonisphere, aunque bien podríamos ir por ese camino al infierno que gimió Bon Scott.
Llegamos a Rivas en algo menos de una hora y se alza ante nosotros lo que podría ser el escenario para una película de John Ford. Un desierto del siglo XXI para un John Ford del siglo XXI: largas avenidas asfaltadas, aceras y vallas. Solo faltan las casas. Parece como si Rivas Vaciamadrid hubiera querido construir el futuro antes de tener un presente, ¿les suena la historia?
Estamos en la puerta del Auditorio Miguel Ríos y queda algo más de una hora para que abran las puertas. Las melenas corren al viento, que suaviza un calor sofocante. En una carpa se regalan ejemplares de La Biblia del Metal. Nadie hace mucho caso. Todos sabemos que la Biblia del Metal (o una parte importante de ella) la tendremos frente a nosotros a partir de las 20:45.
Abren las puertas. Entramos. Damos una vuelta de reconocimiento: los baños todavía están limpios, la carpa post festival no está montada, los puestos de comida están vacíos. Comienza el primer concierto. Voodoo Six. Antes de decir cómo sonó Voodoo Six vamos a dejar algo claro: el Sonisphere construye su cartel con dos o tres grupos de primerísima línea y rellena con bandas que no pasan del gris. Esas bandas de primerísima línea suelen ser las mismas cada dos o tres años –es de suponer que Metallica venga el año que viene e Iron Maiden dentro de dos-, lo que cambia es el resto de bandas. Este año el resto de bandas está formado por: Voodoo Six, Red Fang, October File, Tierra Santa, Newsted y Avantasia.
No suenan mal. Ponen banda sonora a la espera de las bandas por las que hemos pagado una entrada. Todos los grupos son conscientes de que están poniendo banda sonora a la espera de las bandas por las que hemos pagado una entrada. El cantante de Voodoo Six llega a decir: Are you ready to see Iron Maiden tonight? No tengo muy claro si la pregunta es retórica. Sí, me decepciona Red Fang. Esperaba que en un ambiente semi desértico supieran llenarnos de arena con la fuerza de su primer disco. Pensaba que podrían ser los tapados del festival. No hicieron nada. Fueron aburridos. Solo su Prehistoric dog nos saca del sopor y nos hace ir a por la primera cerveza.
La cerveza. Es curioso cómo las organizaciones de los festivales han conseguido que no nos parezca caro pagar 8 € por un litro de cerveza. Vamos al puesto y pedimos un litro de cerveza. Nos lo meten en un vaso de 0,75 l. Solo lo entiendo cuando un tipo pregunta a mi lado:
-Si quiero rellenar la cerveza, ¿hasta dónde me la rellenáis?
-Hasta arriba de este vaso, es un litro de los pequeños- le responde el del puesto.
Así es. Los festivales han inventado una unidad de volumen que obliga a diferenciar entre litros grandes –los de antes- y litros pequeños.
Son las 7 y dentro de unos 20 minutos va a empezar el concierto de Ghost: la sensación del Metal reciente para unos, unos freaks copiones para otros. La primera escucha de su debut me hizo decantarme por la primera opción. Un análisis más profundo y un segundo disco me hicieron no poner la mano en el fuego por ellos. Salen los monjes enmascarados y comienza el espectáculo. O la sombra del espectáculo. Aparece el cantante, Papa Emeritus, y las canciones empiezan a resbalar. Una tras otra. Creo reconocer Ritual, la única de los suecos que guardo en mi memoria. A las tres canciones suena Ritual. Una muestra de que Ghost podría haber tocado 15 veces la misma canción y no nos habríamos enterado. Quizá lo hicieran. Es cierto que la organización del festival les hizo un flaco favor situando su concierto cuando los rayos solares seguían campando sobre el escenario, pero deberían haber superado esa situación. Ghost fue lo que esperábamos. Nada más. Fue como ese mago al descubierto que no se ha dado cuenta de que la lona que hay tras él ha caído y que ya no asombra. Si Ghost no espabilan y desarrollan una música que respalde su puesta en escena, no necesitarán maquillaje para ir de muertos.
Los suecos se van con aspavientos -parece imposible que den un paso sin agitar los brazos- y nos preparamos para Iron Maiden. No soy un gran seguidor de La Doncella, pero he leído mil veces que sus conciertos, junto los de AC/DC y los de los Stones (cuando los Stones hacían conciertos y no paseos por el geriátrico), son lo más grande que puede ver un aficionado al rock. Doy fe. Casi dos horas y media. Con más de 60 años. No es lo importante, pero llama la atención. Contextualizamos el concierto gracias a un freak que tenemos al lado. El freak dice que la gira es un homenaje al directo de mismo nombre –Maiden England- del 89 y nos explica cada vídeo con el que se presenta una canción. El freak sabe hasta los momentos en los que Dickinson tiene que decir Scream for me, Madrid!!
Además de un Dickinson hiperactivo, vemos a Eddie, un fondo para cada canción, fuego, figuras que salen y se esconden, vídeos épicos. Me sorprendo a mí mismo tarareando melodías que no conozco. Quizá Iron Maiden sea la única banda que, en 2013, pueda girar por todo el mundo con un dispositivo tan grandioso. Recordamos esos conciertos que solo hemos visto en youtube. Esos conciertos de los 90 en los que todavía reinaba el rock. Esos conciertos en los que veíamos a un Axl Rose llamado a ser el nuevo Robert Plant, devorando cada centímetro del escenario. La Doncella ofreció un concierto de otra época. Pensemos en Mastodon, Tool o System of a Down, quizá las bandas que más han calado en este siglo. Ninguna de ellas podrá nunca acercarse a un concierto así. Iron Maiden es una reliquia. Luego está su repertorio. Decíamos que la música de Ghost no está a la altura de su puesta en escena. Podrían aprender de Iron Maiden. Si su concierto no se convirtió en un circo innecesario fue por la fuerza y la vigencia de las canciones que interpretaron. The Prisoner, The Trooper, The Number of the Beast, 2 minutes to midnight, Run to the hills, Wasted years, Seventh son of a seventh son, Fear of the dark, Iron Maiden o Running free, con la que cerraron el concierto. No falta nada.
Sin darnos cuenta, el recinto se ha llenado. Iron Maiden se van dando saltos, con una insultante frescura. Nosotros necesitamos unos minutos sentados para que las piernas respondan. Segunda parada en el puesto de la cerveza. De nuevo un litro en un vaso de 0,75. Otro milagro.
Toca Anthrax. Quizá el momento más difícil del festival, ¿cómo se enfoca un concierto después de que haya tocado Iron Maiden?
– Mira, después de lo de Iron Maiden todo me va a parecer una mierda– dice Marga.
Pensamos ver el concierto desde la grada, recuperarnos y tener algo de fuerza para Megadeth, el concierto que más me interesa. Volvemos a la pista para, entre la gente, escondernos del viento. Quizá sea una señal divina. Joey Belladonna sale con prisa. Nadie se ha enterado y él ya tiene el cuchillo entre los dientes y Among the living saliendo de su garganta. Si Anthrax no quedó en evidencia fue porque su propuesta musical es opuesta a la de Iron Maiden. Donde Dickinson mira al cielo con su voz de semidios, Belladonna corretea cabizbajo mientras emite sonidos guturales. Donde Iron Maiden demuestran su estilo de lords, Anthrax se muestran urgentes, barriobajeros.
Tocan una hora –lo peor del festival, la escasa duración de los conciertos- y les da tiempo a agitarnos. Son el contrapunto perfecto al huracán que les precedió. Scott Ian sobresale con esa motosierra con cuerdas que maneja. Anthrax se acuerdan de Dio, a quien dedican In the end de su disco Worship music (2011). También versionan T.N.T. de AC/DC con eficacia. Antes de despedirse con otra versión, en este caso Antisocial de Trust, tocan I´m the man/Raining blood, una de sus canciones más emblemáticas.
El frío aprieta. De los platos fuertes, queda Megadeth. Aparecen casi a la una. Sacan disco y quieren dejar constancia. Tocan Kingmaker y la canción que da nombre al álbum, Super Collider. Es el único cabeza de cartel que toca música creada este año. Mustaine dice que quizá conozcamos la canción que va a continuación y suena el punteo de A tout le monde. Una de las canciones más esperadas, pero cuando llega el estribillo, Mustaine no dice nada. Muestra su maestría a la guitarra y la acompaña de algún que otro ladrido. Pero no canta. Hay dos o tres al lado que no paran de tararear el na-na-na/ na na/ na de Symphony of destruction. Suspiramos y pensamos que, al menos, tendremos algo de trash cuando llegue la sinfonía. Pero nada. Otra vez un estribillo sin cantante. Tocan Hangar 18, Countdown to extinction, Architecture of agression y un desganado bis con Holy wars…the punishment due. Tocan todas las que tienen que tocar. El problema está en cómo las tocan. Entonces descubrimos que Mustaine nos deja cantar los estribillos porque él no llega. Sigue siendo un magnífico guitarrista, pero no tiene voz. Nunca ha sido Chris Cornell, pero esto es sonrojante. La puesta en escena del grupo tampoco es la mejor. Después de lo de Iron Maiden, las imágenes que proyecta Megadeth parecen sacadas de un videojuego de los 90. El concierto termina sin pena ni gloria. Gran decepción.
Solo falta Avantasia. No nos motiva en exceso. Vemos alguna canción desde la grada y nos parece más interesante dar otra vuelta al recinto. La carpa ya lleva montada unas horas. Aquí nos refugiaremos desde que acabe el concierto de Avantasia hasta las 6, cuando abre el metro. En la carpa hay más ambiente que en el concierto de los alemanes y, además, hace menos frío. Pasamos algo menos de una hora allí. Poco a poco los pisotones y empujones son más habituales. Hay quien perdió la decencia hace rato y ahora se le ve en la cara. Brindamos con gente que no conocemos. El caos llega a un punto en el que hay la misma cerveza en el aire que en los vasos. El suelo está pegajoso. Salimos de la carpa en busca de oxígeno. El viento nos golpea. Vemos la zona de los pufs, que, pensamos, es VIP. Nos acercamos y vemos cómo algunos se están tapando con varios pufs. Hacemos lo mismo. Son las cuatro. Faltan dos horas para que abra el metro. Oímos la voz de El Pirata, DJ de Rock Fm, en la carpa. El veterano disc jokey da las gracias a Iron Maiden, Anthrax y Megadeth por ser sus teloneros. Quiere sonar peligroso. De pronto dice las palabras “festi” y “peña” en una misma frase y comprendo que lo mejor que puedo hacer es intentar dormir para que estas dos horas pasen rápido.
El concierto de Avantasia ha terminado y los últimos supervivientes se acercan a la carpa. Dan patadas al puf sobre el que estoy tumbado. Los mando a la mierda. Me duermo unos 10 minutos. Una patada. Los mando a la mierda. Me duermo unos 10 minutos. Una patada. Los mando a la mierda. Me duermo unos 10 minutos. Una patada. Es un Guardia de Seguridad. Me dice que en 5 minutos cierran y que nos vayamos. Nos levantamos y vemos a varios del SAMU. Es hora de irse.
2 Comments
Pues os perdisteis de largo el mejor concierto del festival, el de Avantasia.
Mierda. ¿De verdad? ¿Mejor que Maiden? No me llaman mucho y el frío terminó de convencernos.