Si hay un arte que Risto Mejide ha demostrado dominar holgadamente desde que apareciese por primera vez en Operación Triunfo allá en 2006 es el de la polémica. Para agitar las aguas hay que mojarse y eso es algo que asumió hace tiempo. El publicista comenzó su carrera como tal de la mano del archireconocido Toni Segarra y destacó pronto en estas artes. Su palmarés lo avala en este sentido. Esta semana ha vuelto a conseguir explotar la fórmula que tantas veces le ha funcionado una vez más. Y todo gracias al nuevo programa All you need is love…o no, una suerte de reboot del antiguo Lo que necesitas es amor para la generación millenial que desprende cierto olor a postureo de Instagram.
El programa en sí no ha convencido mucho a nadie, ni a espectadores ni a críticos. Muchos no han visto nada nuevo, otros tantos comparan esa mesa redonda en la que se habla de los casos con un Zapeando en prime time y la audiencia le da un pasable 14%. Pero ojo, porque el que está a los mandos es Risto. ¿Cuál es el tema candente, que vive un auge que no parece llegar a su zenit, y que consigue que todo el mundo hable de ti ahora mismo?…¿Qué haría Pablo Motos? Llamar «calientapollas» a una invitada del programa es sutil porque parece auténtico. Pero no sólo por eso, si no porque además de polémica, crea debate. ¿Es machista eso? ¿Estaba la chica infundiendo falsas esperanzas en el chico o el chico se las infundía sin más a sí mismo? ¿Importa?
No, claro que no importa. Lo que importa es que lleváis dos días discutiéndolo a través de Twitter. Lo que importa es que un número bastante significativo de los actores que participan de esta discusión ni tan siquiera vieron el programa, ni tendrían intención de ver el siguiente. Pero ahora todos saben que All you need is love…o no existe. La decisión de apretar el mando de la televisión a su favor la próxima semana es algo en lo que influirán otros factores. El no ser consciente de que se emite no será uno de ellos.
Es su juego, y es tan sumamente efectivo pasen los años que pasen que para comprobarlo tan sólo hay que usarlo. Aunque sea una vez, de forma aislada.
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