¡Cómics en El Corte Inglés, damas y caballeros! La decadencia asola este presente marchito, pero todo esto se veía venir, claro. Fue el ganador del Putlizter Michael Chabon quien afirmó que los superhéroes habían sustituido a los dioses griegos como mitologías del nuevo milenio. Razones no le faltaban: el universo de personajes de cómic ha traspasado las fronteras más cerradas del fandom y se han transformado, pese a quien le pese, elementos propios de consumo incluso para aquellos más alejados a un cómic. Como leí en un twitter hace poco, los roles se han invertido: “el raro ahora es quien no ha visto ninguna película la de superhéroes”. Tenía razón. Vaya si la tenía.
El símbolo de Superman es uno de los elementos más reconocidos en todo el globo junto a la cruz cristiana o el logotipo de la Coca-Cola. Podrán existir tres (o cuatro) películas de Iron Man, pero Clark Kent juega indudablemente en otra liga. Por ello, una nueva readaptación del mito conllevaba un riesgo: la fundacional “Superman” de Richard Donner con su irrepetible banda sonora aún tiene ecos en la actualidad, o sino que se lo digan a aquel homenaje (fallido) que fue Superman Returns de Bryan Singer.
Este “Man of Steel” aparece entonces como una penúltima reformulación, guiada por la mano creadora de la trilogía del Caballero Oscuro Christopher Nolan (más seriedad, más grandilocuencia, más humanidad) y dirigida por “ese gran tipo”, Zack Snyder, responsable de un hito de la actualidad (300), una adaptación imposible (Watchmen) o esas incomprendidas cimas (cada una en su sitio) que son Amanecer de los Muertos y Sucker Punch.
Volver a contar los orígenes tras un par de series de televisión y mil ideas preconcebidas suponía todo un riesgo (económico y también argumental, claro). Sin embargo, podemos decir que a grandes rasgos cumple su objetivo: trastocando personajes antes idealizados (espléndida ambigüedad de Papá Kent) y reconfigurando mundos enteros (ese Krypton decadente diseñado por un Giger pasado de vuelta, insólito reflejo contemporáneo del presente) la película de Snyder da lo que nunca esperamos que pudiera pasar, que Superman entretuviese, que su lazo alienígena reluciera más que nunca.
No es una película perfecta, desde luego. La importancia y la gravedad de sus principales ideas (Si Dios existe, ¿debería salvarnos? ¡Ahí lo llevas, niño de trece años cargado de palomitas!) se intuyen a pesar de batallas excesivas e imposibles a ritmo de un Hans Zimmer al que no le hace falta recurrir a la insoportable melodía de John Williams.
Falta humor, eso sí, perfilar un guión que funciona a veces por pura mecánica en vez de inteligencia. Pero triunfa, triunfa aunque acabes exhausto, como salí yo del pase pleno del éxtasis absurdo de fuego y destrucción. Superman begins, en otras palabras, la mejor película sobre el personaje hasta la fecha, o al menos una que no teme separarse de los anteriores (¿y superiores?) entregas. Aguardemos con optimismo.
Jose Manuel Sala Díaz
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