Luna es dulce. Y pálida. Y parece suave y frágil. Aunque no lo sea. Ha venido a Murcia a dar una conferencia. Literatura y redes sociales. La miro desde abajo. Desde las butacas. Ella observa. Desde arriba. Como si en realidad fuera la luna misma. Se mueve. Mueve su cabeza y sus manos pequeñas. Y abre su boca. Su boca roja. Y con ella su vida. Su vida última. Sus días. Como los tuyos. Como los míos. Luna escribe. Escribe poemas que te dan frío. O que te dejan solo. O que te arrancan la piel que rodea tus uñas. Luna también escribe lo que piensa. Lo que hace. Lo que come. Lo que le gusta. Y lo que no. Lo que sueña por las noches. Lo escribe en su casa. En su casa doble. En su blog. Y también lo escribe en la tuya. En la nuestra. En la Casa. En la red social. La red doble. Cualquiera que sea su nombre. Esa que tú lees. Que tú ves. Que comentas. Esa que tú checkeas. Que tú likeas. La vida real. La vida digital. Esa que inevitablemente se convierte en la misma. Como te pasa a ti. Como me pasa a mí. Al final acaba ocurriendo eso que Luna dice. Que la vida es una continua distracción de nuestras redes sociales. Luna habla. Y Sol pregunta (Marisol Salanova. Quien la ha traído hasta aquí. Quien la acompaña en ese cielo que nos cubre a los que leemos en la tierra. Luna escribe un post desde ese cielo. Nosotros leemos haciéndonos polvo las pupilas. Porque ella escribe desde arriba. Y nosotros leemos desde abajo. Luego pasa que lo podemos leer en casa y ya no duelen las pupilas. Y Luna ya no está arriba y tú abajo. Ahora Luna solo está al otro lado de la pantalla. Nada más cerca. Está en tu casa. Tu casa y la de ella. La nuestra. Ocurre que ahora todo pasa en esta. Nuestra casa. Esa en la que ahora estás siempre aunque vayas por la calle. Aunque estés de viaje. O en el hospital o en un hotel o en un bar. Ya no entras y sales de casa. Ahora todos entran en tu casa. Y tienes que ser un buen anfitrión. Por eso escribes. Por eso haces fotografías. Por eso cuentas. Por eso vives aquí. Ya no vivimos solos. Ya no está sola nuestra casa. El sofá está lleno y ellos te cuentan. Te enseñan lo que acaban de leer. Lo que van a leer ahora. Lo que no deberías leer. Y tú quieres leer. Leer más. Porque quieres saber lo que ellos ya saben. Lo que no saben. Lo que no sabrán. Todo esto es Luna. Todo esto somos nosotros. En esto nos hemos convertido. Esta es nuestra vida ahora. La fusión de nuestros hogares. De nuestros libros. De nuestras pasiones. La alteridad ya no está fuera. Está dentro. Dentro de la casa doble. Esa que mima Luna para que estemos cómodos. Para que ahuequemos los cojines y leamos lo que ella prepara. Lo que va creando aquí. Lo que nacerá allí. En el otro mundo. En el verdadero. En el real. En el que está hecho de papel. Porque aunque nos lo hayamos querido creer, nada existe si no lo puedes tocar. O acariciar. O romper. Nada existe si no te corta. Si no te araña. Si no te pincha. Casi nos lo creemos. Pero no. Parece que podemos verlo todo. Sentirlo todo. Leerlo todo. Pero no. Todo cambia de color. De textura. De forma. Al final, todo tiene un lado oculto. El lado oculto de (la) Luna. Ese que está en sus libros. En sus poemarios. Esos que, por unas horas, te arrancan de tu casa y te llevan a la suya. A la verdadera. A la real. La que no ves pero en la que vives. Ese lado oculto de (la) Luna que te sorprende con sus versos preñados de huesos y sangre. Los que te duelen dentro del estómago. Los que te hacen sentarte a esperar el dolor mientras ya duele. Amanece. Y Luna se ha ido. Pero Luna está. Búscala. De nuevo. En la noche. En la Tumba del marinero. Por ejemplo. En Estar enfermo. Por ejemplo. Y quizá. Si lo que lees te gusta. Pidas esto. Como yo hice. Y te llegue un paquete como este. Y acabes con un nudo en la garganta. Porque Luna escribe. Escribe poemas de verdad. Poemas que podrías tatuar en tu cuerpo. Porque leerlos es, al fin y al cabo, dejarte tatuar la piel. A pesar del dolor. A pesar de la sangre. A pesar de la crudeza. A pesar de la belleza.
La sangre no duele en el cuerpo, ¿por qué sí fuera de él?
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Tú la llamas tu casa, nuestra casa, más bien lo llamaría yo el paisaje natural por el que nos movemos, cuidado con ese paisaje, debes de usarlo adecuadamente, muy adecuadamente.