Era un sábado noche y el ambiente desprendía emoción alrededor de la sala La Matriz Creativa, que estaba rodeada de los que llevaban 10 horas esperando a sus ídolos, de los que acababan de llegar y de los que aún no se creían que iban a pasar una noche “fantástica”.
Rondando las 11 de la noche, la sala estaba casi repleta de “lesbianos”, momento en que salieron los protagonistas de aquella noche especial, acompañados de la melodía de Noche eterna, el tema que abre su último disco “La noche eterna. Los días no vividos” (2012), hundiéndonos en su noche y el placer. Tras el tema que nos dejó a algunos pensando en Bonnie and Clyde, llegó El hambre invisible, que nos hizo imaginar por qué nos cuesta tanto cambiar de actitud y nos recordó a su estreno en el festival SOS 4.8 de 2012 cuando, recién presentado el disco, los fans de John Boy nos hicieron saltar con este tema. Después sonó Los seres únicos, que nos recordó lo “sexis” que somos y nos enseñó que “hay tres bandos: los unos que viven y otros que lo intentan y los terceros…solo sueñan”. Y fue entonces cuando, en uno de los momentos más electrizantes de la noche, se nos pusieron los pelos de punta al sonar los primeros acordes de Noches reversibles (del disco “Cuentos chinos para los niños de Japón”, 2007), y al ver la tierna sonrisa de Santi Balmes cuando disfrutaba de la emoción que asaltaba al público. Minutos después sonó Segundo asalto (del disco “1999”, (2009)), a la que siguió la esperada Wio, antenas y pijamas, donde el “ruido” era ese protagonista que nos hacía enloquecer. Más tarde, Santi Balmes sacó su faceta reivindicativa, enviando un mensaje de apoyo y esperanza al universo con la canción Si salimos de ésta.
Otro de los mayores éxitos tanto del grupo como de la noche tuvo lugar en un taxi hace 14 años, en un 1999 que tan especial es para el grupo; empezando por los susurros de Santi, pasando por nuestras manos levantadas y terminando con la multitud gritando “Oh, ¡muérete!”.
Tras Belice, que “nos convirtió en gigantes”, el grupo abandonó el escenario, dejando tan sólo a Santi al micrófono y a Dani a los teclados para interpretar Allí donde solíamos gritar, la más aclamada de la noche. Poco a poco, los componentes del grupo volvían para estallar en un “grito” de voces junto al público con “Vertical y trasversal, soy grito y soy cristal” que dejó afónico a más de uno.
Con Malas lenguas y Nadie por las calles, el grupo se despidió momentáneamente de nosotros para volver entre gritos y aplausos y hacernos bailar con la historia de un gato muy siamés llamado Bala en Pizzigatos. Entre mil bromas de Santi, una de las señas de identidad de esta banda, nos amamos entre todos con Me amo y bailamos como homínidos con la desatada Si tú me dices Ben, yo digo Affleck. Sin poder parar, la locura se apoderó de la sala con Club de fans de John Boy y la inesperada Los toros en la Wii (Fantástico), tramo que podría encajar entre los mejores momentos de toda la noche. Ésta estaba a punto de llegar a su fin con Algunas plantas, donde quizás el público fue el pequeño insaciable que, tras despedirse, consiguió traer de vuelta al grupo para interpretar Incendios de nieve, que consiguió emocionarnos nuevamente; sin embargo, no fue hasta que la banda nos contó la historia de Oniria e Insomnia que nos atrevimos a acompañarlos a andar por los cables, poniendo punto y final a una noche que muchos de nosotros hubiéramos convertido en eterna, sin dudar.
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Crónica por Cristina Hlynska
Fotografías por Carlos Martínez
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