El pasado 18 mayo se celebró el Día Internacional de los Museos, una iniciativa nacida en Berlín, bajo el nombre de La larga noche de los museos, y promovida por el Consejo de Europa desde 1977. Cartagena, sin lugar a dudas, es un punto donde convergen la cultura y el arte. Arte entendido, por supuesto, en el más amplio sentido de la palabra, puesto que éste no sólo se materializa en un cuadro o en una escultura, sino también, en la música.
La noche y la madrugada fueron las encargadas de envolver a la ciudad portuaria en un ambiente cargado de magia. Carlos Zambrana, un jovencísimo cantautor cartagenero, abrió la velada en el Batel. Fue, indudablemente, una de las sorpresas de la noche, un pequeño desconocido que empieza a abrirse puertas en el mundo de la música y, por lo que vimos, no lo está haciendo nada mal. Junto con Rubén Bellamy, Daniel Ballesta y Alejandro Jiménez, se materializaron en el escenario como ‘’Carlos Zambrana y los Aullidos”. Apostaron por versiones conocidas por todos como, All along the watchtower de Jimmy Hendrix, pero también decidieron arriesgar con temas propios como, Carnaval de Elefantes, canción que, personalmente, me encantó.
El arte, posteriormente, cedió el relevo en la Plaza del rey a Carlos Madrid, un artista consolidado y un sello cartagenero donde los haya, un profesional con dos discos ya bajo su brazo, Campeones de Invierno y Oh Beatrice. Para seguir con la tónica sorpresiva de la noche, Carlos nos dio su primer concierto como ‘’ Carlos y Los hijos violentos”, donde a su cálida voz y a la profundidad y madurez de sus letras, se le unieron, por primera vez, la técnica y experiencia de estos grandes músicos, Álvaro Caballero a la guitarra; Nando Besada con el bajo y Álex Dumdaca a la batería. Interpretaron temas ya conocidos por todos como, Demasiadas Expectativas, Bonito Frío mío, la brillante Nuevos y Deliciosos Malentendidos y Pequeña Suicida (ambas irán incluidas en su último disco). Sin lugar a dudas, me atrevería a decir que, resultaron una combinación más que explosiva, una increíble puesta en el escenario.
Como ellos mismos se describen, “Nunatak es viento, es fuego, es un mosaico de melodías y voces a veces épicas, a veces preciosistas, que se entremezclan, te invitan a sonreír y te empujan a gritar “ . Digamos que lo que desprenden con sus palabras fue lo mismo que desprendieron en el escenario. Un directo perfecto con bailarines incluidos, una apuesta única para terminar esta noche más que mágica. Nubes y «Volverá a nevar, fueron, claramente, unos de los temas clave de la noche, en los que pudimos ver esa precisión y esa mezcla de instrumentos y voces que dan a este grupo ese toque más que característico. También, demostraron tener un gusto exquisito al versionar Ring on Fire del gran Johnny Cash, dándole ese toque “épico y preciosista” que define al grupo.
Por tanto, Cartagena no sólo abrió sus puertas a la historia escondida entre sus fronteras, sino que también nos mostró un pedacito más de ella, es decir, su arte y su cultura transformados en notas musicales.
Crónica por Jeanette Conesa
Fotografías por Cristina Soler y Adrián Madrid
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