¡Qué día tan maravilloso! El sol brilla, los pájaros cantan, la ansiedad me va a devorar de un momento a otro y el poder se derrumba sin remedio. El trompazo que se ha dado el PP ha sido estrepitoso (para todos menos para Javier Arenas), y las grandes han caído. Ha caído ese chihuahua maligno que se hacía llamar Esperanza (manda cojones su nombre, oiga usted), ha caído la bruja de «El viaje de Chihiro« que gobernaba en Valencia y, con un poquito de suerte nos vamos a librar también de la señora Cospedal.
Y Cersei, que ni adrede vamos, se ha unido al PP con una caída igual de estrepitosa en Desembarco del Rey. El (aún me parece bastante ridículo) Gorrión Supremo está resultando ser un jugador más en el tablero, y con un poder inmenso para el tiempo que lleva en la partida. Ha conseguido encerrar en solo dos episodios a medio linaje Tyrell y, no contento con ello, a Cersei. Todo gracias a ese joven con la marca en la frente que ni siquiera sé quién es. «Pero hombre, al menos esfuérzate en buscarlo», estaréis pensando… ¡Jajajajaja!
Esta temporada no termina de ser apasionante en ningún momento. Ocurren cosas, pero ninguna es especialmente emocionante. Hay buenas tramas, pero en siete horas, SIETE HORAS, ninguna ha llegado a ningún lugar emocionante. Mueren personajes, varios además, pero ninguna muerte llega a ser emocionante. Y esta nueva muerte, por más simpático que fuese el anciano Targaryen, tampoco lo ha sido. He de admitir, eso sí, que ha dolido que despellejasen a la pobre anciana.
Pero hablemos de Ramsay, un personaje que me está complicando la existencia. Desde que apareció, tenía claro que su función era la de crear rabia al espectador, que fuese tan atroz, tan salvaje y tan gratuito que no tuviésemos más remedio que odiarle. No había entrado en el juego hasta este capítulo. Ni siquiera la violación de Sansa había conseguido que me importase lo más mínimo una venganza, pero con “The gift” han cambiado las tornas.
Y han cambiado por Theon Greyjoy, o por “Reek”, que supongo que definitivamente ha acabado con todo atisbo de Theon que pudiese quedar. Supongo que esa era la clave: Theon era carne de Stark, lo que provocó fue imperdonable y eran a los verdaderos Guardianes del Norte a los que pertenecía el derecho de ajusticiarlo. Radlay no solo les robó ese derecho, sino que además acabó con toda oportunidad de recuperarlo, o incluso de lograr la paz. Si la clemencia de su hermanastra no ha podido hacer absolutamente nada (Reek ni siquiera ha sido capaz de ocultar el mensaje), es que Theon ha desaparecido para siempre.
Menos mal, ¡Menos mal!, que está ahí la grandísima protectora Brienne de Tarth. ¿Qué haría Sansa sin ella? O sea, es que no tengo palabras. De hecho, como dicen que una imagen valen más que mil de estas, aquí la tenéis, esplendorosa e implacable, con su gran escena de cuatro segundos en los que MIRA FATAL, temblad Bolton, ¡Temblad!
Y no me quiero ir sin antes subrayar lo mejor del episodio. Me vuelvo a ceñir al dicho anterior, y con esto os dejo hasta la semana que viene:
No Comments