Vernon es la razón por la que algunos padres todavía deciden llamar a sus hijos Justin. No hay mayor elogio para Vernon -ni para ningún humano vivo en el siglo XXI- que afirmar o gritar, según la canción que escuche, que su música aporta al mundo la misma cantidad de belleza que le roba Bieber. O quizá más. Y eso es mucho decir. Una vez que el músico de Wisconsin parece dar por concluida su carrera como Bon Iver, presenta un proyecto que parte desde el polo opuesto. El día 16 de este mes publicó un disco que ya llevaba 9 días enstreaming. El disco se llama Grownass Man y viene firmado como The Shouting Matches, la banda que Vernon creó en 2008 -cuando grabaron el EP Mouthoil-, formada por el propio Vernon, Phil Cook (De Yarmond Edison) y Brian Moen (Peter Wolf Crier). Y Grownass Man es un disco monumental.
Toda una revelación, en el fondo. Un golpe de credibilidad a la obra de Vernon. Cuando parecía que era otro músico de folk que siempre estaba triste, presenta un disco que golpea con fuerza. Golpea con guitarras eléctricas, con una mezcla de rock americano, country y blues propia del mejor Tom Petty. Sin ir más lejos, en Avery Hill, la canción que abre el disco, uno tiende a esperar que la voz que aparezca tras ese entramado que traza la guitarra sea la voz del titán de Florida. La voz de Vernon descoloca. Toca olvidar ese falsete que empleaba en las invernales atmósferas de Bon Iver. The Shouting Matches son cálidos y Vernon solo cantará en falsete en la delicada Gallup, NM. En el resto de Grownass Man, Vernon aúlla. Antes escuchaba el aullido de un lobo y lo interpretaba como una metáfora de la vida. Cogía la acústica y escribía una canción catártica. Ahora ve al lobo y se quita la camiseta, se pone a su lado y aúlla más fuerte. Vernon se muestra poderoso.
Parecía imposible que el tipo que escribió Skinny love pueda cabalgar sobre composiciones como Heaven knows o Mother, when? Quizá las canciones más atronadoras de Grownass Man. La primera es lo más carcelario que se ha hecho desde que Johnny Cash tocó en la prisión de Folsom. Sobre una guitarra y una batería machaconas, el barbudo de Wisconsin canta como un león herido, recordando a Howlin´Wolf. Mother, when? es el contrapunto perfecto a Heaven knows, la huida. Imposible de pasar por alto ese Run until you die! (¡Corre hasta que mueras!) que ladra un Vernon desbocado. A partir de ahí, el disco baja el ritmo -que no la calidad- con canciones como Seven sisters o I´ll be true, y la banda demuestra que no necesita ser salvaje para sonar alegre. Si la primera parte recordaba a Creedence Clearwater Revival -se respira esa misma necesidad de ir al grano- la segunda mitad del disco recuerda a los Wilco pre Summerteeth, cuando eran la definición de country alternativo, o a Whiskeytown, la banda de Ryan Adams.
Y luego está I need a change. ¿Quién podía esperar que dentro de Vernon habitase algún tipo de crooner? Desde que guitarra y batería dibujan una atmósfera pesada hasta que el cantante entra pasan 20 segundos. Se hacen enternos. Uno no puede parar de preguntarse cómo demonios va a resolver Vernon la situación. Le hemos visto sacar su alma con una acústica y un falsete, sacar su alma con gritos protegidos por guitarras atronadoras. Pero esto es algo más. A los 20 segundos reconoce: I need a change (Necesito un cambio). Hasta que vuelve a abrir la boca pasan otros siete segundos que podrían ser siete años. Poco a poco la tensión aumenta. Utiliza su perturbador falsete y nuestra piel se ha acostumbrado a parecer la de una gallina. Vernon haciendo de Ray Charles. En el universo Vernon, sin duda. En ese universo no hace falta tener una garganta de 15 octavas, solo hace falta reconocer que se necesitaba un cambio. Honestidad brutal para cerrar un disco magnífico. I need a change es la causa de Grownass Man, la causa de The Shouting Matches. La causa de este Vernon que siempre existió pero nunca se dejó ver.
Imagino a los Followill escuchando juntos Grownass Man y llorando cogidos de sus manos adornadas con Rolex. ¿Por qué estamos tan lejos de nosotros mismos? Podrían preguntarse. Este disco debería remover la conciencia a Kings of Leon. Vernon no da un paso en falso, contamos cada referencia suya como una obra magnífica. Quizá su mayor seña de identidad -más allá del falsete- sea esa imperfección sonora de sus grabaciones, que dota de vida a cada composición. Sus letras continúan siendo el complemento perfecto para esos arreglos que huyen del monstruo de la retórica para mirar a los ojos a la esencia. La esencia es que se necesitan cambios y estos suelen ser positivos. En este caso, el cambio le ha quitado a Vernon la amenaza de unas legañas que la prensa “especializada” amenazaba con posar sobre sus ojos. Nada de etiquetas cuando el talento sobrepasa las dimensiones de tu cuerpo. Conviene prestar atención a cada paso que dé Justin Vernon. Uno de los genios más arrebatadores que campa nuestro planeta.
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