Para mí no es que haya muerto Bowie, sino alguien que me guió a través de las estrellas, me abrió puertas a otros mundos y a soñar. Como muchos sabéis, a mí me me crió sola mi madre, ella ha sido siempre mi guía, pero han habido cosas que se le escapaban, como es normal. Cuando descubrí a David Bowie, su música y sobre lo que hablaba completó retazos de mí que estaban incompletos. Muchas veces, en clave de broma, le decía «papá». Papá Bowie. Sonaba bien.
Con su música, aprendí a soñar en grande, a cuestionar lo que debía ser «normal» o no. Con él aprendí que no era nada raro o malo el que un hombre se pusiera tacones y pintalabios, o que una mujer podía hacer lo que le diera la real gana sin necesidad de ser cuestionada o dar explicaciones. Aprendí lo bello de ser diferente, de ser tú. Aprendí que TODOS somos estrellas y estamos hechos de la misma materia. Con su música, David Bowie me hizo sentir más cerca de él y de las estrellas. De la cara oculta de la luna. No era un músico, era un mentor. Y más que un mentor, un padre que estaba lejos pero mandaba cartas en forma de canción con lecciones de vida. Así lo sentía a veces.
«Si Dios existe y es músico, es David Bowie», solía decirles a mis amigos. Todos los que de verdad me conocéis, me habéis escuchado decir esas palabras. Pues bien, Dios vuelve hoy a las estrellas. Y lloro mucho con su marcha. Y lo echaré de menos.
Te quiero, David. Gracias por todo lo que me has enseñado. Gracias por haber formado parte de mí con tu arte. Gracias por los sueños. Sé que a donde vas estarás en buena compañía. Saluda a los que más quiero, ellos te podrán contar lo que significas para mí y tú podrás decirles a ellos que los echo de menos. Gracias, te doy las gracias desde lo más profundo de mi ser.
Y a los demás, recordad:
There’s a starman waiting in the sky (…)
Let the children lose it
Let the children use it
Let all the children boogie
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