Noviembre de 2012. Matthew Vaughn se dirige al cine, digamos El Tiro (es inglés pero no tonto), se sienta en su butaca y se dispone a ver la nueva aventura del espía británico más laureado de todos los tiempos. Termina la proyección. Entretiene, le ha gustado. Sam Mendes le da un giro a la saga apostando por una trama más oscura y un Bond más maduro y real. Todo muy bonito, pero para su gusto es demasiado seria. A él le gustaban las antiguas películas de espías, de malos malísimos pintorescos, enclaustrados en una guarida secreta en las montañas, que no se zambullían en dilemas morales, sino que simplemente querían hacerse con el control del mundo; eran más divertidas, más frescas.
Y es que Matthew… es de los míos.
Estamos en un mundo demasiado serio. Un mundo donde el JB (James Bond, Jason Bourne, Jack Bauer) deriva en thrillers de acción de corte más real, donde el héroe sufre, llora y los villanos filosofan cual Platon. Vaughn alarmado contacta con su colega Mark Millar con el que ya colaboro en Kick Ass y encuentra la adaptación a su medida. Es más, ¿que a Colin Firth no le cogieron como nuevo James Bond y se quedaron con el estirado de Daniel Craig? Pues le ponemos de agente secreto, que vea la gente que también sabe repartir. La escena de la iglesia (en la que recibe palos hasta el apuntador) se trata de una de las setpieces de acción más espectaculares, frenéticas y brutales que he visto en años, rodada con un virtuosismo de genio.
No nos sorprende, Matthew Vaughn a pesar de su corta carrera tiene buenas películas en su haber como X-Men Primera Generación o Kick Ass, las cuales suponen una reinvención dentro de su género. En X-Men ya nos dejó algunos detalles de lo bien que maneja el tono del espionaje (en el marco de la Guerra Fría), de lo bien que construía la personalidad y sentimientos de cada uno de los mutantes (que eran muchos y emocionalmente complejos) y de cómo se desenvolvía en el terreno del blockbuster, rodando la acción como si fuera el alumno aventajado de Paul Greengrass. Previamente en Kick Ass había demostrado su buen hacer para la comedia gamberra de acción con tintes gore, así que podemos concluir que Kingsman se trata de una mezcolanza de todo lo citado anteriormente añadiéndole a la formula algunos toques del cine de Marvel, del cine indonesio (las peleas cuerpo a cuerpo son de una violencia y crudeza que irremediablemente me han recordado a The Raid) y del cine de Quentin Tarantino.
No es perfecta, tampoco pretende serlo, es un buen ejemplo de cine cómic adulto que posee gags absolutamente memorables y escenas desgarradoras a nivel emocional (las escenas del entrenamiento de los Kingsman ponen a prueba al espectador en numerosos momentos), al igual que presenta unas actuaciones de lujo (no solo Firth, también Samuel L. Jackson o el mítico Sir Michael Caine, aunque el que me acaba sorprendiendo es un tal Taron Egerton que logra hacerse un hueco entre tanta estrella y borda tanto su papel de cani como el de gentleman inglés, todo un descubrimiento).
Hasta el momento es LA PELÍCULA DE ACCIÓN DEL AÑO. En mayúsculas. Id a verla, eso sí, puede herir vuestra sensibilidad. Lo que no herirá será vuestro gusto cinéfilo. Me voy a ver My Fair Lady y por el camino aplaudo solemnemente a un valiente Matthew Vaughn, que en tiempos de seriedad nos arranca una sonrisa, y algunas cabezas.
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