Cada vez que leo algo sobre Zaz, la palabra manouche está presente casi siempre. Suena bien pero no sabía exactamente qué significaba. Según la red, el jazz manouche es gypsy jazz o jazz gitano, que tuvo sus orígenes en el París de los años 30 con el guitarrista, de etnia gitana, Django Reinhardt. Se trata de un jazz con influencias de swing. Suena más callejero, más alegre. Por maravillosas casualidades de la vida, durante el mismo periodo, la mayor exponente de la chanson, el género musical francés por excelencia, Edith Piaf iniciaba su carrera.
Ahora que hemos podido ver a Zaz en directo en La Mar de Músicas, puedo decir que la turonense y su banda aúnan la típica chanson francesa con el más puro espíritu manouche.
Zaz, acompañada de una banda propia de jazz compuesta por un pianista, un trompetista, un contrabajo que hace las veces de acordeonista, dos guitarristas y un batería, empieza asombrosamente puntual. Animada y ataviada con un precioso vestido gris de conejitos y gatitos galácticos, Isabelle Geffroy se presenta como la conocemos todo el mundo y comienza su espectáculo con ‘Les Passants‘. Con ‘Comme ci comme ça‘, nos declara que es así y que quien quiera cambiarla lo va a tener difícil. Pero la francesa con aire de moderna bohême y hippie ya se ha metido a todo el público en el bolsillo. Un público comprendido por personas de todas las edades que, por cierto, la adora.
Tampoco me hace falta más tiempo para ver que la simpatía y la espontaneidad de Zaz encima del escenario rompe con el estereotipo de la ‘madmoiselle française‘ que todos tenemos en nuestra cabeza, que a veces de tan sofisticada es otro tanto estirada.
La francesa ha querido traerse un trocito de París a Cartagena, o quiere trasladarnos a la capital del país galo. De hecho, su tercer disco se llama París, y es toda una oda a la ciudad del amor. Le dedica temas como ‘Paris será toujour Paris’, que es el himno promocional de la ciudad, ‘Dans Mon Paris’ , ‘La Parisienne’, ‘La romance de Paris’… temas con los que quiere decir que la ciudad no es sólo museos, Montmartre, los Campos Elíseos o la Torre Eiffel, sino que también es una ciudad donde se mezcla todo, que evoca todo tipo de sentimientos y donde la cultura es capaz de materializarse en todos sus estratos, formas, colores y olores. “París es un brasero multicultural”, expresa animada la cantante.
Además, no toca únicamente sus himnos parisinos, sino que regala con desparpajo sus propias versiones de ‘Les prenoms de Paris’ de Jacques Brel, ‘Il est cinq heures, Paris s’eveille’ de Jacques Dufront, o la mítica ‘Sous le ciel de Paris’ de Edith Piaf dándoles el toque manouche característico que tanto la ha popularizado.
Suele versionar la última canción junto a Pablo Alborán, uno de los músicos más aclamados de la radio fórmula de música popular española. Recuerdo que alguien me dijera que probablemente las entradas se habían agotado porque la mitad del auditorio era seguidor del cantautor malagueño. La verdad es que era una opinión que llegué a compartir hasta que comprobé que la gente a mi alrededor se sabía al dedillo las canciones de Zaz.
Con un ritmo más pausado y lento, la francesa hace su versión de uno de los mayores himnos que le han dedicado a la ciudad. “Esta es para Pablo”, dice señalando al cielo ante la ausencia de su compañero. Hay quienes echan de menos que en esta interpretación eche más mano de toda su banda. El tema, que ya es edulcorado de por sí, queda de un pop demasiado dulzón.
En un momento, un tema que empieza con los tambores de fondo y parece una canción infantil. ‘Colibris’. Zaz comienza a relatar una fábula en español con su bonito, aunque también algo basto, acento francés: un día hubo un incendio en la selva, un pequeño colibrí al ver el desastre, empezaba a coger agua con su diminuto y largo pico. Entonces un animal, no recuerdo si era un elefante, le decía al pequeño pajarillo: «¿Para qué te esfuerzas si no va a servir de nada?». A lo que el colibrí le respondía con un «¡Yo quiero ayudar!». Los más pequeños que acompañaban a sus padres bailaban con ellos, y todos hacían palmas.
La simpatía de Zaz es desbordante, como el talento de los músicos que la acompañan. He de decir que una se enamora del acordeón cuando suena, es verdad que suena muy francés, pero las guitarras, el piano, y la trompetilla, forman un súmmun. Es la típica música que puedes escuchar en cualquier capital europea como Londres, Riga, o por supuesto, París.
‘Eblouie par la nuit’, de su primer álbum. Tengo que confesar que no paro de escucharla últimamente y no por voluntad propia, me he dado cuenta de que ha formado parte de alguna que otra película y algún programa de televisión. Es quizá una de sus canciones más emotivas, y ella, hace que lo sea una vez más. En mitad del escenario, un foco ilumina sólo a Zaz, y a su lado, uno de sus guitarristas manouches, al que ha bautizado como Eduardo, la acompaña en la penumbra.
Mientras, en las gradas los asistentes, sacan sus smartphones para inmortalizar a su cantante preferida o compartir esa balada con algún amigo o amiga especial. No puedo resistirme a no fijarme en esos momentos y crear mis propias hipótesis sobre a quiénes se dirigen esos esos mensajes. No sé, compartir es algo bello, y en estos momentos no deja de serlo.
‘Je veux d’l’ amour, d’la joie, de la bonne humeur
ce n’est pas votre argent qui f’ra mon bonheur
moi j’veux crever la main sur le coeur’
(Quiero amor, alegría y buen humor, vuestro dinero no me va a hacer feliz, yo quiero morir con el corazón en la mano)
Tras unos vises y los solos de todos los miembros de la banda, Zaz se arrodilla en mitad del escenario. Ya ha tocado sus mayores éxitos, ‘Je Veux‘, ‘On Ira‘… pero la verdad es que no esperaba el último as que quedaba en la manga de estos franceses: ‘La vie en rose‘. Quizá porque es algo muy obvio, o quizá por pensar que con un tema de Piaf ya era suficiente. Lo cierto es que la sorpresa me llega al alma. Lo mejor es que no se trata de una re-interpretación en vano, recuerda a la original. No es La Môme, le falta la melancolía lacerante que siempre a caracterizado a Edith Piaf, pero a Zaz no le hace falta, no le pega la tristeza.
Cuando termina el concierto, una mujer del público dice a una amiga con la que se acaba de encontrar: «¿Qué te parece? ¿verdad que tiene una voz perfecta? Es capaz de llegar al re (o al ‘si’) sostenido». Le doy la razón. Ya entiendo por qué La Mar de Músicas anunció hace dos días el ‘sold out‘, y no, no fue por Pablo Alborán.
Fotografías de May Carrión.
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«Zaz comienza a relatar una fábula en español con su bonito, aunque también algo basto, acento francés» => «BASTO??»