No es muy usual ir a conciertos los domingos. Es el día del señor. Los domingos son para reflexionar sobre la jarana de días anteriores. Son para mentalizarse de que en pocas horas habrá que seguir con la rutina semanal. Son para darle a reset para que los circuitos vuelvan a circular y los conductos a recuperar fluidez. Todo esto se puede conseguir o aplicando la manida expresión “peli y manta”…o yendo a un concierto para eliminar toxinas. Y Willis Drummond nos dieron esa oportunidad el pasado domingo en el Garage Bar de Santomera.
Existe quien no le gustan los grupos españoles que cantan en inglés. No lo entiendo. Es lo natural. El rock y el pop se inventaron crearon y desarrollaron en Inglaterra y en Estados Unidos. Está todo inventado. Y a la hora de componer, supongo que es natural que uno se fije en sus favoritos. Lo que a uno le sale al imitar a sus ídolos, es cantar como Bon Scott o como Paul Stanley. En ingles. En el caso del rock en euskera es algo mucho más profundo y hasta exótico. Se convierte en un acto de reivindicación de una de las lenguas más bonitas del planeta.
Willis Drummond es un grupo de punk rock que viene desde Francia. De una pequeña y preciosa ciudad llamada Biarritz, justo en la frontera junto a Euskadi. Por ello cantan en euskera. En apenas 5 años han dado mas de 200 conciertos y tocado en multitud de festivales. Tienen ya 3 discos y vinieron a presentar “A ala B” de 2012, su ultimo trabajo hasta la fecha.
Escuchamos influencias de AC/DC y de Pearl Jam, de Refused, de The Hellacopters o de Rise Against y Berri Txarrak.
Willis suenan a punk con buenas melodías, riffs de rock duro clásico, sucios pero calibrados. Hay stoner acelerado, hay grunge modernizado y hay punk neoyorquino. Hay una mezcla de estilos muy personal.
Nada mas tocan el primer ritmo, alucino con el perfecto sonido que facturan. Ni un solo ruidito, ni un solo acople, algo casi imposible para muchas bandas en semejante diminuto escenario y encima con la disposición que tenían. Atrás del todo 3 amplis muy grandes para un local de tales dimensiones, luego batería y bajista, y ya delante los dos guitarristas.
Para abrir eligen la quinta canción de su segundo trabajo “No Iz Dagero”, que empieza con un riff de guitarra demoledor y un ritmo de batería imparables. En ella ellos afirman que hay una influencia de Fugazi. Ya es imposible no estar dando cabezazos y saltos cuando tocan “Berriz Ere” (De Nuevo) y “Ez Da Dudarik” (No Hay Duda), ambas de trabajos anteriores.
Los guitarrazos conectan a la mayoría. Pero no a todos. Parte del público está algo apático. Hay quien les esta viendo tocar nada mas y no se empapa. A lo largo del concierto más de uno queremos empezar a dar codazos para poguear, pero se impone la timidez. El grupo echaba de menos algunos gritos y saltos por parte del público, pero los asistentes estan frios.
Una de las que mas me gustaron fue “Atte ttipia”, porque es una canción que empieza solo con unos versos:
«Es imposible dar media vuelta en este largo pasillo,
me tengo que asegurar de que las puertas pequeñas no están cerradas con pestillo…perdóname… no soy más que dudas… perdóname.
Esta es la paradoja de la pequeña puerta. Sin poder dejar el camino.»
Y una guitarra repitiendo un patrón, hasta que entran el resto de componentes.
De vez en cuando el bajista, sin ni siquiera acercarse al micro y en español pero con un acento francés y euskera, presenta a la banda, dice de donde vienen y agradece la asistencia. El público aplaude cálidamente y silba. No es para menos, tocar en un pueblo alejado de su casa y en domingo. Al menos el bar agradece al grupo su esfuerzo.
El pildorazo de menos de dos minutos que se llama “Ez da izango” (no lo hare) es puro punk de manual con un solo frenético y bestial. “Nun Daude” (hay una monja) me vuelve a recordar al «Waiting Room» de Fugazi. ¿Puede ser que compartan un par de acordes ambos temas?
Tocan temas de todos sus trabajos, dejando para el final los nuevos. Como por ejemplo la agónica “Menperatzen dut” (“Controlo”):
“Controlo, controlo… controlo mi vida.
Limpio y lijo las paredes de mi celda y pronto… Pronto, pienso instalar una ventana…
Una ventana o solo una trampilla.
Levantar la trampilla y… solo queda cavar el túnel.”
A final tocan la canción que da nombre al álbum “A/B” y la efectiva “Anai” la cual más de uno queremos corear pero no nos atrevemos.
“El tiempo hace a los hermanos.
El tiempo es cómo agua, pero somos el océano,
no lo vemos pasar.”
En 60 minutos casi clavados, tocan 12 temas y se bajan a un lado del escenario. Los silbidos y los aplausos les hacen tocar un bis. Pero solo una canción:-“para la segunda tendríais que haber aplaudido mas”- afirman. Es verdad, el bar estaba lleno, pero no lo parecía.
Que le vamos a hacer, nos han educado a estar apagados un día a la semana. Ese día en el que no hay que escuchar punk pero si hay que estar tranquilito. No es mi caso, después de esta descarga de watios, aun me da tiempo a cenar viendo un partido de fútbol con colegas y ver el show americano de la superbowl con otros de mis colegas que entienden de eso. Las cervezas me ayudaran a entenderlo. Tal vez entienda alguna canción en euskera. No creo que disgusten los domingos sin rock.
Fotografías por Javier Gambín
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