El concierto es grande. Tan grande que: participan en él más de 20 músicos, la gira se llama como una película de Scorsese, junta a dos generaciones y media y lo organiza el gigante Live Nation. Tan grande que Live Nation pasó de nosotros y no nos dio acreditación.*
En el concierto de Madrid, las entradas costaban 40 €. Aquí costaban 29 y, en algún rincón, 19. Hubo mil sorteos. Era más fácil ganar un sorteo que comprar una entrada.
El concierto es tan grande que se celebra en la plaza de toros. Tranquilos, prometo no hacer ningún símil taurino. La plaza de toros de Murcia es, imagino, como todas las plazas de toros del mundo. Círculo de gradas decrépitas y un foso de tierra. Esa decrepitud de las gradas de una plaza de toros es rancia. Habla de tradiciones que no se echarían de menos, habla de olor a puros liados hace 50 años y habla de señores que pretenden engañar a la alopecia con un bote de gomina. Hay quien dice que estos señores aparecen por generación espontánea en una plaza de toros. Hasta en un concierto de rock. También hay quien dice que es imposible hablar de plazas de toros y no pronunciar la palabra castizo.
El concierto es tan grande que junta al mejor guitarrista que ha tenido el rock en castellano, al mejor Mr. Hyde y a la gran esperanza, según Mr. Hyde, del rock en este país. Pero esto es Murcia. Aquí Lori Meyers está por encima de Led Zeppelin, Love of lesbian son maestros para Radiohead y Second son cañeros. Aquí un grupo mola cuando es bailable. Aquí la gente acampa para comprar una entrada de Pablo Alborán. Quizá los más de 35 grados en agosto frían cerebros. O quizá no. Quizá Lori Meyers, Love of lesbian, Second y Pablo Alborán tengan la respuesta.
Se supone que el concierto comienza a las 21:30. A esa hora recogemos la entrada y entramos, con prisa. Pensamos que a esa hora sería difícil estar en las primeras filas. Pero el foso está casi vacío. La gente se gira y sonríe aliviada, parecen decir: uf, el concierto es aquí.
El concierto empieza a las 22. Sale la banda de Ariel Rot. Sale Ariel Rot, sale Leiva. Entramado de guitarras. Sale Loquillo. Chasquea los dedos, da una vuelta sobre su propio eje, una patada al aire, el arquero, señala al público y otra patada. Todo en menos de dos segundos. Suena Rock de Europa de Moris. Cada detalle, cada homenaje en Uno de los nuestros tiene un significado. Moris, pionero cien millones de veces referenciado, abrió el camino. En el rock de hoy hay nostalgia, mezclada con la vigencia de una letra que dice:
Un tío que roba 40 millones
Mil explicaciones y pocas razones
Se van Loquillo y Leiva. Se queda Ariel Rot. Ya sabíamos la historia: tocan todos juntos, se queda Rot, que toca sus canciones. Entra Leiva y toca dos canciones con Rot. Se queda Leiva, que toca sus canciones. Entra Loquillo y toca dos canciones con Leiva. Se queda Loquillo, que toca sus canciones. Entran todos y tocan una canción y termina el concierto.
El público. Bruce Springsteen dijo hace años que hoy solo compran discos las quinceañeras y los señores de más de 45. Ese era, grosso modo, el público. Las quinceañeras, claro, vienen por Leiva. Los señores de 45, por Loquillo. Los fans de Loquillo solo se han reconciliado con sus hijas, que escuchan a Leiva, cuando el primero ha repetido hasta la saciedad que el ex Pereza es la gran esperanza blanca. Entre medias estamos los que tenemos a Rot en un altar.
El concierto del argentino es agridulce. Toca canciones de sus discos en solitario. La gente habla. Le da la espalda. Él sigue abrazando a la Gibson SG y sonríe. Parece que ha visto en algún sitio a The Rolling Stones y les da las gracias. No para de sonreír. La gente habla de lo vacía que está la plaza de toros, de que hay barras rodeando el foso, de que estaría bien ir a por cerveza y de que a ver si sale Leiva. Es triste. Tenemos enfrente a un discípulo de Keith Richards, al guitarrista de la mejor banda de rock que ha cantado en castellano, a un rockero coherente. Sorprende. Entonces me acuerdo de Billy Pilgrim y sus viajes en el tiempo. Y viajo en el tiempo. Es octubre de 2012. Estoy en la misma plaza de toros, casi la misma gente a mi alrededor. Es el BUM, el concierto de bienvenida universitaria que organiza Estrella Levante. En el escenario está Wilco. Wilco. La banda más importante de los últimos 15 años junto a Radiohead. Wilco. Después toca Lori Meyers. La gente se impacienta, ¿cuánto queda para Lori Meyers?…Si estos son buenos, pero para un festival son muy aburridos…Pues Lori Meyers seguro que da un conciertazo. En Murcia, Jeff Tweedy no pasará a la historia como el tipo que mejor entendió lo que Dylan hizo en Newport hace más de 45 años. En Murcia, Jeff Tweedy será, por los siglos de los siglos, el tío del sombrero y la acústica que teloneó a Lori Meyers en el BUM de 2012.
Vuelvo a septiembre de 2013. Ariel Rot sigue sonriendo. Canta La huesuda, Lo siento Frank…pero nada. ¡Toca alguna que nos sepamos! Grita uno detrás de mí. Escucha alguna que haya tocado, pienso. Ariel toca el punteo de Dulce condena. Entonces sí. Me estás atrapando otra vez. De nuevo: aclamación. Entra Leiva. Más Los Rodríguez, más aplausos. Joder, pues Ariel Rot toca de puta madre. Quizá si no hubiera tocado canciones de Los Rodríguez, mucha gente hubiera vuelto a casa pensando que Ariel Rot era el telonero y que no era Uno de los nuestros. Los músicos salen del escenario. Primer parón. En todas las entrevistas, Loquillo decía que la idea es un concierto sin parones largos, que haya tres conciertos en uno, un solo concepto. No lo consiguen. El primer parón supera los 20 minutos.
Voy al baño y cuando vuelvo el foso se ha llenado. La grada no, siempre hay huecos incómodos. Es el turno de Leiva. Desde que vi el nombre de la gira, pensé que una de las razones era dotar de legitimidad a Leiva, tan discutido en el ámbito rockero. Si haces una gira con Ariel Rot, Loquillo y Leiva y la llamas Uno de los nuestros, el mensaje está claro: Rot y Loquillo no necesitan ninguna presentación. Todo lo que rodea al madrileño en esta gira parece llevar una etiqueta que dice: Es un buen chico, es uno de los nuestros. Leiva divide al público. Las quinceañeras se mueren por sus huesos. Algunos fans de Loquillo no juntan las palabras Leiva y rock en la misma frase y amenazan a quien lo haga. La banda de Leiva es un trueno. Mención especial para ese Scottie Pippen llamado César Pop. Teclados, micrófono, guitarra, lo que sea. Un MÚSICO.
Estéticamente, Leiva es un homenaje andante a la Historia del rock. Su micrófono lleva atado un pañuelo con brillantina como los de Mick Jagger o Steven Tyler. Lleva una camiseta de AC/DC. Luego está lo de Keith Richards. Leiva anda como Keith Richards. Se pone la guitarra a la misma altura que Keith Richards. Sonríe como Keith Richards, hace los mismos gestos. Pero no toca igual. Esto no quiere decir que sea un patán, es un gran guitarrista y su concierto superó con creces al de Rot, pero llega un momento en que el homenaje se convierte en caricatura. Eso pasa más en sus discos que en su directo: el Rolling Stone para quinceañeras devora al músico, que lo hay. Ya dijo Rot que lo mejor de Leiva es esa trastienda que por ahora solo ha mostrado en su directo. Es significativo que las muestras de esa trastienda sean ignoradas en sus discos. Hablo de Champagne o Telediario. Es como si al gran público que tiene no le importaran y el gran público al que quiere llegar no tuviera tiempo para bucear en su música. Toca canciones de su disco en solitario, pero la gente espera a Pereza. Huracán, Animales, Superhermanas y Lady Madrid. De su disco en solitario, solo Eme recibe el mismo trato. Demuestra su escuela musical en una versión de El caso de la rubia platino, de Sabina. Leiva da un gran concierto, y tiene al público de su parte. El día en que consiga meter en un disco su contundencia en directo será Uno de los nuestros. Presenta a Ariel Rot y toca con él Mucho mejor, popularmente conocida como Hace calor. La fórmula se repite: más Los Rodríguez, más aplausos.
Se van. Otro parón. Otra vez, más de 20 minutos. Los parones están siendo lo peor de Uno de los nuestros. Es aceptable, aunque raro, que en un show de estas características cada artista de un concierto en solitario. Solo unas transiciones rápidas podrían haber hecho dinámico este concierto. Se podría pensar que, como gran parte del público supera los 40 años, se necesite un descanso tras cada hora de concierto. El concierto es grande, pero también en lo malo: miles de operarios cambian pies de micrófono para después poner otros exactamente iguales, las guitarras ruedan. Uno de los nuestros es un Tyrannosaurus, aunque aplasta, se mueve lento.
Entra la banda de Loquillo. Trajes negros. Camisas blancas, chalecos y corbatas. Sueltan las púas sobre las cuerdas y las baquetas sobre la caja. Suena una fuerza que intimida. Han subido el volumen. Entonces aparece un armario de dos metros, todo de negro. Chasquea los dedos, da una vuelta sobre su propio eje, una patada al aire, el arquero, señala al público y otra patada. Todo en menos de dos segundos. Y comienza el show. Varios tupés gritan ¡¡LOCO!! ¡¡LOCO!! ¡¡LOCO!! ¡¡LOCO!! Suena Rock and roll actitud. Loquillo mezcla canciones de sus últimos discos (Balmoral y La nave de los locos) con sus clásicos: El ritmo del garaje, La mataré, y, claro, Feo, fuerte y formal. A veces, el guitarrista Igor Paskual se convierte en Pete Townshend. Loquillo enseña sus mil caras: a ratos rocker británico, a ratos crooner de Memphis, a ratos dandy enamorado de la chanson francesa, a ratos nieto lejano de Leonard Cohen. Homenajea a Johnny Cash y, en un alarde de populismo, protesta por la subida del 21% del IVA. Populismo porque no resulta creíble que te quejes de la subida del IVA cuando haces anuncios para bancos o cobras una entrada a 40 €. A pesar de su histrionismo, el concierto de Loquillo es el mejor: tiene el mejor repertorio de la noche (y lo sabe), tiene una presencia escénica abrumadora (y lo sabe) y su banda es la mejor de la noche (y lo sabe). Lo sabe. Por eso ríe. Por eso canta con un cigarro en la mano. Por eso mira al cielo cuando habla de El hombre de negro. Con Cadillac solitario se arrodilla, salta, corretea, grita, se queja y da las gracias.
Presenta a un tipo que ha estado en mil grupos que han cambiado el rock en castellano y a la gran esperanza blanca. Entran Rot y Leiva. Da las gracias a Pepe Risi y cierra el círculo. Se abrió con Moris desde Argentina y se cierra con Burning desde Madrid. Burning les une. Con Loquillo le une la época, la actitud para crear una banda de rock en un momento crítico. Con Ariel Rot y Leiva (recuerden: era The Burning, Ronaldos y Lou Reed), esa impronta que The Rolling Stones graban en tu alma. Sin que te des cuenta. Suena ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este? Suena preciso y emotivo. Todo el concierto ha sonado así. Es el atraco perfecto. Están juntos. Ahí están Jimmy Conway, Tommy DeVito y Henry Hill dando el gran golpe. Están diciendo: Nunca traiciones a un amigo y mantén siempre la boca cerrada.
*Queremos aclarar que la organización del evento fue de 10, solo mencionamos a Live Nation, que parece no querer saber nada de blogs pequeños como el nuestro. Tanto Ibolele como otras productoras musicales de la región deben sentirse orgullosas de su buen hacer y queremos agradecerles, aprovechando la ocasión, su gran trabajo y confianza en medios como nosotros.
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