Eric Burdon no está muerto. Aunque el último disco de la banda que le hizo famoso data de 1968, el cantante británico ha publicado en solitario 10 discos, y 8 más con proyectos efímeros. Pero seamos honestos. Todos le conocemos por esos cuatro años en los que formó parte de la invasión británica; cuando fue el cantante de The Animals. Burdon fue más importante para la ola inglesa de lo que la historia le ha reconocido. Se podría decir que fue vital para la credibilidad de las bandas que iban a conquistar América. Los estadounidenses podrían decir que el blues que hacía Led Zeppelin o The Rolling Stones era una copia de los patrones del delta del Misisipi, que The Beatles no habrían sido nadie sin los (americanos)- Jerry Lee Lewis, Eddie Cochran o Buddy Holly. Pero cuando aparecía un tipo con la voz de Eric Burdon no había reproches posibles. Supongo que se quedarían sin palabras. Burdon dijo que era valiente -u osado, si hubiera salido mal- llegar a América en 1964 con una canción que: 1) no era de ellos, 2) era una versión de una canción popular americana, de la América profunda. Una canción solo permitida a gente que tuviera estrellas y rayas en la sangre. Recordemos las versiones de Dylan o Joan Baez. 3) habla de personajes oscuros en Nueva Orleans 4) la versión no se limitaba a guitarra acústica y voz desgarrada. Los ingleses traían las guitarras eléctricas y el Hammond. Hablamos de la mítica House of the rising sun. Les salió bien. Dicen que es la canción que inspiró a Dylan para electrificar su música. Solo por eso ya habría pasado a los anales del rock.
Vale. Dejemos de hablar de Burdon como si esto fuera un obituario. A sus 71 años, el frontman británico nos dice con su música que quizá nos entierre a todos. Hace 14 días, el 5 de marzo, salió a la venta su último disco: ´Til your river runs dry. El título lo dice todo, o casi todo. ¿Se refiere a que estará cantando hasta que nuestros ríos (vidas, referencia a Jorge Manrique) se sequen? ¿Se refiere a su voz, que parece eterna en el álbum? Hagan sus apuestas. De todos modos, importa poco. Antes de escucharlo, podemos abordar ´Til your river runs dry como la típica obra de una estrella que ha resistido al tiempo perdiendo (mucho) brillo: un título con referencias a la vida, a la fugacidad de la misma y derivados; portada en la que se ve al cantante marcado por el tiempo pero con una mirada aguda. ¿Cuántas veces hemos visto el mismo cóctel? Es la combinación perfecta para ingresar en el geriátrico del rock. Puede que jugara al despiste, porque lo que hay dentro no es vejez precisamente.
El disco es el homenaje que se da Burdon. Todo está preparado para que saque el oso que esconde detrás de esa cara de abuelo que juega al dominó. A veces se exhibe en exceso, pero a estas alturas no es algo que le vayamos a reprochar. En realidad, sería estúpido que enfocase sus discos desde otro punto de vista. Al fin y al cabo, el que tenga una voz, que cante. ¿Para qué andar con rodeos, con letras rizadas o guitarras que quieren demostrar su paso por el conservatorio? No quiero decir que no haya nada de eso en ´Til your river runs dry. No es un disco primitivo. Hay complejidad, siempre enfocada en la voz de Burdon. Tras 50 años confiando su vida a su voz, es normal que se juegue sus discos a una sola carta. Porque esa carta vale por barajas enteras. Ya lo demuestra en la primera canción, Water. This world is not for me (Este mundo no es para mí) es como saluda al planeta. Esa no es la vejez que tenemos en mente. A los 71 años, uno ya no canta que no se siente bien en el mundo. Una instrumentación perfecta crea las condiciones para que Burdon lo haga. Y lo hace. Lo hace a lo largo de todo el disco. Saca a la bestia. Uno escucha este estribillo y se pregunta si cada vez que grita Water! Water! Water! no le costó una semana en cama. El británico sigue siendo aquel joven que se plantó en Estados Unidos diciéndo a los americanos: ¿Escucháis mi voz? Pues mirad lo que hago con una canción tradicional vuestra. Está esa chulería. Justificada en todo caso. Su voz no hace que el mundo nos parezca grande, pero sí hace que nos sintamos pequeños. Memorial day es otro devaneo entre el blues menos aseado y la esencia británica de sus Animals (ojo a ese órgano, que crece a cada escucha). El frontman se acuerda de los caídos, les rinde homenaje y parece decirles que no le esperen todavía. También es un homenaje Bo Didley Special, un personaje infravalorado, como el propio Burdon. Dice que la canción se le ocurrió en el entierro del americano: “Mientras mi esposa y yo nos quedamos mirando a Bo, en su estado de gracia, pensaba para mis adentros, “apuesto a que está tendido allí escuchando todo lo que la gente está diciendo sobre él”. Estaba tan vivo. Le prometí entonces que iba a escribir una canción de despedida para él. Bo Diddley fue muy importante, pero ha sido subestimado en el mundo de la música moderna”.
Burdon se muestra enfadado en algunas canciones, no observa desde la condescendencia a las nuevas generaciones. La más imponente es Old habits die hard. Ha dicho: “Es el espíritu de la juventud que ha de ser reconocido. Es la necesidad de un cambio la que nos impulsa a unir fuerzas con nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo, pero el cambio es lento.” El cambio es lento, pero fue su generación la que mostró ese cambio en la música. Nacho Vegas dice que la música nunca es revolucionaria, sino un eco de la revolución. Este es un ejemplo: el rockero como cronista. La lucha entre los que están abajo y los que están arriba. ¿Algo más atemporal? Burdon la podría haber escrito en los 60. ´Til your river runs drygana profundidad gracias a canciones lentas; especialmente, gracias a Wait. Entrañable. Es el momento que aprovecha Burdon para ponerse el frac y la pajarita. Y le canta a su mujer y a todo el que no ha encontrado el amor. Quizá haya visto que una canción así es necesaria en esta sociedad angustiada. Lo es. Canta al amor, pero también parece agradecerle mucho a su mujer. Quizá le agradezca el aguante al (momentáneo) exhibicionismo de su voz. Hay canciones que resultan un pelín irritantes e innecesarios, con batallitas inventadas –Invitation to the white house– o momentos soporíferos en la interminable repetición de Devil and Jesus.
Pero estos momentos no ensucian un álbum estupendo. No entiendo por qué ha pasado inadvertido. No he visto una sola crítica en los 5 o 6 medios musicales de referencia nacionales e internacionales. Solo Efe Eme se dignó a hacer un artículo que no fue ni escrito por ellos. Publicaron una especie de carta de presentación en la que Burdon comentaba su disco. Por favor. Un respeto para una de las voces más impresionantes que ha escuchado el rock. Un buen disco -y esto lo ha entendido bien David Bowie– ya no es sinónimo de éxito. Parece que hay que enturbiar la promoción con leyendas absurdas o vídeos irrisorios. Eric Burdon lleva 50 años ensimismado con su voz, y quizá eso haya hecho que no se diera cuenta de los cambios en la industria. Se lo agradecemos.
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